lunes, 20 de enero de 2025

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA DECIMOQUINTO)

 


Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.

  

MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

   

  Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  

«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).

  

   ¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!




DÍA DECIMOQUINTO —15 de enero.

 

MEDITACIÓN: DE LA CONFESIÓN.

 

PRIMER PUNTO. ¿En dónde luce más la misericordia de Dios y su piedad, que en la penitencia? Confesar sus delitos con un corazón contrito y humillado basta para conseguir el perdón. Se muda en inocente el que se reconoce culpado, y merece ser absuelto por Dios el que se acusa a sí mismo. ¿Qué delincuente de lesa Majestad habría que no quedase libre si para obtener la gracia, le bastase confesar su delito? ¿Sí tendría dificultad en decir su enfermedad a un Médico, si no fuera menester más que decírsela para su curación? ¿Pues por qué nos ha de costar trabajo el descubrir las llagas de nuestro corazón al Confesor, estando seguros que mostrándoselas como se debe, hallamos pronto y perfecto remedio? Verdaderamente merece perecer quien se deja de curar, por omitir un remedio tan fácil y tan seguro.

  

SEGUNDO PUNTO. Tener vergüenza de confesar los pecados es trastornar enteramente el orden; la vergüenza debe estar naturalmente unida al pecado, la gloria a la confesión humilde del pecado. No obstante, cuando se ofrece la ocasión de pecar, lo ejecutamos con osadía y atrevimiento; y, cuando es menester confesarse, estamos con vergüenza y temor. Esta vergüenza y este temor los debíamos aceptar para expiación de la facilidad y atrevimiento con que pecamos. Estas serán en parte remedio de la culpa, algo de la penitencia, y un suplemento a lo que un Confesor prudente calla, por acomodarse a su flaqueza. La soberbia es el origen de esta confesión, puede ser que lo haya sido del pecado; y así será su medicina unida con la humilde y sincera confesión: porque atacar al mal por su origen es una pena respectiva por lo pasado, y preservativa por lo venidero.

  

TERCER PUNTO. ¿Por qué tienes vergüenza de declarar tus pecados a un Sacerdote, que tiene el lugar de Jesucristo y que, o no te conoce, o aunque te conozca, está obligado a guardar un secreto inviolable, y que no le oye sino para absolverte, y en lugar de estimarte menos, concibe más celo, admiración y compasión por una persona que ve prevenida de la gracia, penetrada de un vivo dolor, y en quien reconoce los efectos visibles del valor de la Sangre de Jesucristo y la fuerza de sus auxilios? ¿Además que este hombre, o es pecador, o es Santo? Si es pecador como tú, la experiencia de sus flaquezas le hará compadecer de las tuyas: si es un Santo, tiene el Espíritu de Jesucristo: el Espíritu de Jesucristo es todo compasión y misericordia para los pecadores, jamás desechó a ninguno; y, en fin, ello es menester, o descubrir sus pecados a un Sacerdote en secreto para recibir el perdón, o que un día sean publicados a la vista de todo el universo, para recibir la sentencia de condenación: ¿cuál de los dos partidos te parece más ventajoso?

 

FRUTO. Si no pecaras, no fuera menester confesarte; pero pues pecas, no dejes tampoco de confesarte, y toma la resolución de emendar la facilidad y atrevimiento con que pecas, con el valor de vencer la vergüenza de la confesión.

 

«Dixi: confitébor advérsum me injustítiam meam Dómino, et tu remisísti impietátem peccáti mei» [Dije: Confesaré al Señor mi iniquidad contra mí mismo, y tú perdonaste la iniquidad de mi pecado] (Salmo XXXI, 5).

 

«Male proni in vúlnera, pejus ad remédia verecúndi» [Malo es caer con facilidad en las enfermedades, pero peor es no aplicar los remedios por vergüenza] (San Bernardo).



ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS



   Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis  los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satisfaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas las asquerosidades de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.

 

—Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:

 

¡Bendito sea Dios!

¡Bendito sea su Santísimo Nombre!

¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!

¡Bendito sea el Nombre de Jesús!

¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!

¡Bendita sea su preciosísima Sangre!

¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!

¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!

¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!

¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!

¡Bendita sea su gloriosa Asunción!

¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!

¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!

¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!

¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.


  

JACULATORIAS:

 

 

¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).

 

JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).

 

JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).

 


—Padre nuestro, Ave María y Gloria.


   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA DECIMOCUARTO)

 


Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.

  

MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

   

Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  

«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).

  

   ¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!


  




DÍA DECIMOCUARTO —14 de enero.

 

MEDITACIÓN: DE LA SINCERIDAD DE LA PENITENCIA, O DE LA SATISFACCIÓN.

 

PRIMER PUNTO. Siendo el fin de la penitencia satisfacer a Dios y reparar un agravio que se Le ha hecho, debe ser severa. Si no le haces justicia, Él mismo se la hará hacer. Dios es un acreedor con quien no valen moratorias ni concursos: pues siendo esto así, como es, dime ¿en qué piensas? ¡Qué terrible es caer entre las manos de Dios vivo! (Hebreos X) ¡Qué pesados serán los golpes que dará un brazo omnipotente! Quis habet bráchium, sicut Deus?: ¿Quién tiene un brazo como Dios? (Job IV) La penitencia es un acto de justicia: se debe proporcionar a la ofensa, ¿pero de qué modo lo hará un pecador? La ofensa es en alguna manera infinita, pues es contra una Majestad infinita; y ¿qué podrá hacer un hombre, que no sea muy limitado? Se halla deudor de diez mil talentos a la Justicia de Dios, confiese con humildad que no puede pagar, y que está perdido si Dios quiere cobrar toda la deuda.

  

SEGUNDO PUNTO. No podía otro que un Dios satisfacer de rigor de justicia para ofrecer una reparación igual a la ofensa: y por esto fue conveniente que el Hijo de Dios se hiciese hombre, que muriese en la Cruz, desde donde ofreció al Padre Eterno el precio infinito de su Sangre para reparar nuestras ofensas y satisfacer a la justicia de Dios. Pero este precio no nos será útil si no nos es aplicado. La aplicación se hace en los dos Bautismos; pero de un modo diferente: en el bautismo de agua nos le aplica la Iglesia cuando somos niños, sin que pongamos nada de nuestra parte; pero en el bautismo de la penitencia, es menester que nosotros pongamos mucho, y esta es la razón porque los Padres y la Iglesia llaman a la penitencia bautismo trabajoso. Pero ¿dónde está el trabajo para los más de los Cristianos, que han hallado modo de hacer unas penitencias leves y acomodadas? Pero no sé si así se lavarán sus pecados.

  

TERCER PUNTO. Un poco de agua que se nos echa sobre la cabeza en el Bautismo quita todos nuestros pecados y satisface por todas nuestras culpas, pero en el segundo bautismo es menester hacernos un mar de lágrimas para lavarnos de las manchas de nuestros delitos: y esta es aquella sangre del corazón de que hablan los Padres y Doctores de la Iglesia, que es necesaria para que se nos aplique el valor de la Sangre que Jesucristo derramó por nosotros. Las penas que Cristo padeció no suelen aplicársenos eficazmente sino por las que nosotros padecemos. Las nuestras no pueden jamás tener proporción con las de Cristo, ni con los pecados que hemos cometido; pero es menester que se proporcionen con nuestras fuerzas. Si nosotros no podemos pagar a la Justicia divina todo lo que debemos, a lo menos paguémosle todo lo que podemos. No dejemos por nuestra cobardía un vicio en su pasión y satisfacción.

 

FRUTO. Procura ser constante y fiel en guardar tus buenas resoluciones, y por el modo con que las guardares, juzga la sinceridad del dolor y arrepentimiento de tus confesiones.

 

«Adímpleo ea quæ desunt passiónum Christi in carne mea» [Completo en mi carne lo que falta de las pasiones de Cristo] (Colosenses I, 24).

 

«Pœniténtia Baptísmus laboriósus» [La penitencia es un bautismo trabajoso] (Concilio de Trento).



ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS



   Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis  los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satisfaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas las asquerosidades de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén. 



—Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:

 

¡Bendito sea Dios!

¡Bendito sea su Santísimo Nombre!

¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!

¡Bendito sea el Nombre de Jesús!

¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!

¡Bendita sea su preciosísima Sangre!

¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!

¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!

¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!

¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!

¡Bendita sea su gloriosa Asunción!

¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!

¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!

¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!

¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.


  

JACULATORIAS:

 

 

¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).

 

JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).

 

JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).

 

 

—Padre nuestro, Ave María y Gloria.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


lunes, 13 de enero de 2025

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA DECIMOTERCERO)

 


Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.

   

MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS



Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  

«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).

  

   ¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!





DÍA DECIMOTERCERO —13 de enero.

 

MEDITACIÓN: DE LA SINCERIDAD DE LA PENITENCIA Y BUEN PROPÓSITO.

 

PRIMER PUNTO. No basta el tener dolor de los pecados cometidos, es menester resolverse sinceramente a no cometerlos en adelante. La verdadera señal para conocer el arrepentimiento que tenemos de haber pecado, es la firmeza de la resolución de no pecar; cuando observamos esta, podemos creer que estamos verdaderamente arrepentidos. Lo uno responde por el otro; porque si volvemos a caer fácilmente en las mismas culpas, podemos desconfiar con razón de haber estado verdaderamente arrepentidos de ellas. Dice San Gregorio: «no es penitente, sino embustero, el que se deleita en incurrir en las faltas que un momento antes lloraba a los pies de su confesor». Examina por esta regla la sinceridad de tus propósitos, y la calidad de tus confesiones.

  

SEGUNDO PUNTO. Esta resolución debe ser absoluta, y no de estas pequeñas resoluciones que llamamos veleidades, porque de estas está lleno el Infierno. Estas nos entristecen, nos ponen inquietos, pero no penitentes. Estos ligeros sentimientos del pecado y débiles deseos de la virtud pueden divertirnos y engañarnos, pero no justificarnos. Para ser penitente, no basta decir «yo lo quisiera», sino «yo lo quiero, y lo haré a cualquier precio». Las veleidades son voluntades condicionales que nada producen. «Yo quisiera» quiere decir: «yo consintiera renunciar al pecado como tal cosa, o tal cosa no lo fuese». Extravagante es esta voluntad, pues encierra en sí una contradicción. «Yo quisiera» quiere decir: «Dios me solicita por sus inspiraciones a dejar el pecado, cuando a la verdad yo no hago más que resistirme; equivoco los movimientos de la gracia por defecto de mi albedrío; los avisos de mi conciencia, juzgo consentimientos de mi voluntad al bien: y los deseos ineficaces de convertirme, juzgo que han hecho ya mi conversión». ¿No es esto lo que te ha lisonjeado hasta aquí? ¿Y qué formando una fingida e imaginaria idea de penitencia, te ha embarazado tener un verdadero arrepentimiento? La poca firmeza que has tenido en tus propósitos lo convence bastantemente.

  

TERCER PUNTO. Esta resolución debe ser eficaz. El perezoso (dice la Escritura) quiere, y no quiere; porque formando débiles resoluciones, cree querer; pero como no pone la mano al trabajo, y no ejecuta nada, es constante que no quiere. Querer con eficacia apartarse del pecado es aplicar todos los medios, por difíciles o poco gustosos que sean para conseguirlo, es aplicarse a vencer todas las dificultades que se oponen a nuestras buenas resoluciones, por grandes que sean; es huir las ocasiones capaces de volvernos a hacer caer, por agradables que sean o apropiadas para nuestras inclinaciones o intereses. ¿Has hecho esto cuando has querido apartarte del pecado? Si lo has hecho así, tu propósito es sincero, y tu penitencia verdadera; pero si no, ¿qué caso podrás hacer de tus confesiones? ¡Quiera Dios que no sea necesario arrepentirte de tus mismos arrepentimientos!

 

FRUTO. Procura ser constante y fiel en guardar tus buenas resoluciones, y por el modo con que las guardares, juzga la sinceridad del dolor y arrepentimiento de tus confesiones.

 

«Desidéria occidérunt pigrum, noluérunt enim manus ejus quíddam operári» [Los deseos mataron al perezoso en lugar de utilizarle, porque no quiere poner mano a la obra para ejecutarlos] (Proverbios XXI, 25).

 

«Periculóse errátur, quándo quod de Deo est in nobis, de nobis esse, putámus» [Peligrosamente se engañan los que juzgan que es suyo, lo que Dios obra en nosotros] (San Bernardo).

 

ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS



   Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis  los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satisfaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas las asquerosidades de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.

 

—Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:

 

¡Bendito sea Dios!

¡Bendito sea su Santísimo Nombre!

¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!

¡Bendito sea el Nombre de Jesús!

¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!

¡Bendita sea su preciosísima Sangre!

¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!

¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!

¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!

¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!

¡Bendita sea su gloriosa Asunción!

¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!

¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!

¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!

¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.


  

JACULATORIAS:

 

 

¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).

 

JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).

 

JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).

 


—Padre nuestro, Ave María y Gloria.



   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 


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