viernes, 3 de enero de 2025

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA CUARTO).

 


Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.

  

MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

   

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  

«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).

  

   ¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!

  



DÍA CUARTO —4 de enero.

 

MEDITACIÓN: DEL PECADO MORTAL, Y DE LO QUE DIOS LO ABORRECE.

 

 

PRIMER PUNTO. Nadie cometería un pecado mortal si le conociera perfectamente. Basta su perfecto conocimiento para aborrecerle infinito. Pero para conocer perfectamente al pecado es menester conocer perfectamente a Dios. La grandeza de Dios es solo la medida de la grandeza y malicia del pecado: porque como Dios es el soberano Bien, así el pecado es el supremo mal, y todo lo que Dios es amable, es el pecado aborrecible. Así Dios aborrece al pecado tanto como se ama a Sí mismo; y las mismas razones que obligan a Dios a amarse a Sí, le obligan a aborrecer al pecado, por serle infinitamente opuesto. ¿No tengo yo las mismas razones de amar a Dios? ¿No tengo las mismas de aborrecer al pecado? ¿Pues de donde nace que le amo?

  

SEGUNDO PUNTO. El amor con que Dios se ama a Sí mismo es el motivo y la medida de lo que aborrece la culpa; y por eso como Dios se ama con un amor eterno, y que no ha estado jamás un momento sin amarse, así aborrece al реcado con un odio eterno, sin haber estado jamás un instante sin aborrecerle. Asimismo, como Dios se ama con un amor necesario y tan preciso que no podría dejar de amarse sin dejar de ser Dios, así aborrece al pecado con un odio tan preciso que no podría dejar de aborrecerle sin dejar de ser Dios. Asimismo, como Dios se ama con un amor infinito, de manera que no puede amarse más de lo que se ama, así aborrece al pecado con un odio infinito, de manera que no puede aborrecerle más de lo que le aborrece. Discurro, pues: Dios aborrece al pecado con un odio eterno, necesario, infinito, ¿y yo le puedo amar? Dios aborrece al pecado porque se ama a Sí mismo: luego es porque no amo a Dios que no aborrezco al pecado. ¡Y cuántas veces no solo no lo he aborrecido, sino que lo he amado! Y ahora, ¿qué me sucede?

  

TERCER PUNTO. Este aborrecimiento eterno, por lo necesario e infinito, que Dios tiene al pecado: ¿qué le puede inspirar sino una indignación proporcionada a este odio, y un deseo de vengarse eterno, necesario e infinito? ¿Y hasta dónde no extenderá sus venganzas una indignación animada por un odio tan fuerte, y sostenida por una Omnipotencia? ¡Y nosotros no tememos este odio, ni aborrecemos al pecado, que nos expone a los terribles golpes de una indignación todopoderosa! Y no solo no evitamos los pecados, sino que los amamos, y los cometemos todos los días. ¡Qué ceguedad! Verdaderamente que es aborrecernos a nosotros mismos no tener odio a los pecados, que Dios aborrece tanto, y que nos hacen objetos de su ira у de sus tremendas venganzas.

 

FRUTO. Persuadámonos que, pues Dios no aborrece nada sino al pecado, no hay tampoco nada sino el pecado que nosotros debamos aborrecer, y que nunca podremos exceder en aborrecerle. Pidamos muchas veces a Dios que nos haga conocer lo que es un pecado, que ese solo es el modo de aborrecerle y evitarle.

 

«Ódio sunt Deo ímpius, et impíetas ejus» [El odio es más malo para Dios y su impiedad] (Sabiduría XIV, 9).

 

«Parum tibi esset, quod injústus esses, nisi eum injústum esse velles a quo te vindicári noluísses» [No le basta al pecador no ser justo, sino que quisiera que Dios no lo fuese tampoco, para que no aborreciese o castigase al pecado] (San Agustín).




  ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS



   Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satisfaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas las asquerosidades de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.

 

—Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:

 

¡Bendito sea Dios!

¡Bendito sea su Santísimo Nombre!

¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!

¡Bendito sea el Nombre de Jesús!

¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!

¡Bendita sea su preciosísima Sangre!

¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!

¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!

¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!

¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!

¡Bendita sea su gloriosa Asunción!

¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!

¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!

¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!

¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.


  

JACULATORIAS:

 

 

¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).

 

JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).

 

JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).

 

—Padre nuestro, Ave María y Gloria.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.



MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA TERCERO).

 


Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.

  

MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

   

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  

  «Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).

  

   ¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!





DÍA TERCERO —3 de enero.

 

MEDITACIÓN: DEL CUIDADO DE LA SALVACIÓN. LA SALVACIÓN ES NUESTRA ÚNICA IMPORTANCIA.

 

PRIMER PUNTO. El cuidado de nuestra salvación es propiamente el que debe ser nuestro cuidado, porque todo el provecho es para nosotros. En los otros negocios del mundo, el que trabaja no está asegurado de que el fruto ha de ser para él, o a lo menos la mayor parte del fruto. Un Labrador siembra y siega, y muchas veces no es para él. Un Padre amontonando dinero y riquezas, muchas veces no logra el gozarlas, y las recogen sus hijos, algunas veces ingratos. Otros se atormentan por empleos, o los compran para hacerse víctima del público, sin más fruto que un poco de vanagloria. Uno siembra y otro coge, o siega, dijo nuestro Salvador: Álius est qui séminat, et álius qui metit (San Juan IV).

  

SEGUNDO PUNTO. Pero en el cuidado de nuestra salvación, el que siembra es solo el que coge el fruto, con ninguno le parte, ninguno le diezma. Si vosotros sembráis (dice San Pablo), vosotros recogeréis una cosecha proporcionada a la semilla que habréis puesto. Si sembráis en el alma (esto es, si vivís una vida espiritual, y cristiana), cogeréis del espíritu la vida eterna (Gálatas IV). Si tienes oración, si ayunas, si das limosna, si mortificas tus sentidos, si crucificas tu carne, el útil será para ti solo, y todo para ti; pero con un gran logro: porque en esta vida da Dios ciento por uno, pero en la otra da a millares. Si el cuidado de nuestra salud es propiamente nuestro cuidado, y si todo el provecho es para nosotros, ¿de dónde nace que nos descuidamos tanto? Quien no es bueno para sí (dice el Sabio), ¿para quién es bueno? (Eclesiástico XIV). Nosotros, que velamos tanto sobre nuestros más mínimos intereses; ¿de dónde procede que estemos con tanto descuido en una cosa donde se trata de una importancia tan grande como nuestra salvación, donde se trata del todo y para siempre?

  

TERCER PUNTO. Desde luego que nos dicen: «esto te conviene», ¿dejamos alguna diligencia por hacer? ¿Excusamos pasos o solicitudes? ¿Hay algo que omitamos o embarazos que no venzamos? Pues pregunto: ¿tenemos negocio más importante, ni que más nos toque, que nuestra salvación? ¿Qué será, pues, la causa, que nuestro amor propio, que nos azora tanto por bagatelas, por poco que nos importan, nos deja en una tranquilidad o inacción en un negocio de una consecuencia suma para nosotros? Esta indiferencia no es tranquilidad, es sueño, es letargo. ¿Esperamos a despertar a la hora de la muerte?

 

FRUTO. Quedemos persuadidos que, aunque haya algunos negocios que pidan un poco de cuidado, pero ninguno, sino la salvación, que merezca nuestra eficacia. Que en esto solo, nuestro amor propio es justo, y nunca excederá por grande que sea.

 

«Quæ enim semináverit homo, hæc et metet» [Porque lo que el hombre siembra, esto también cosechará] (Gálatas VI, 8).

 

«Nulli parcas, ut soli ánimæ parcas» [En nada repares para salvar tu alma] (San Jerónimo).

 

  ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS

 

   Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satisfaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas las asquerosidades de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.

 

—Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:

 

¡Bendito sea Dios!

¡Bendito sea su Santísimo Nombre!

¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!

¡Bendito sea el Nombre de Jesús!

¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!

¡Bendita sea su preciosísima Sangre!

¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!

¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!

¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!

¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!

¡Bendita sea su gloriosa Asunción!

¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!

¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!

¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!

¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.


  

JACULATORIAS:

 

 

¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).

 

JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).

 

JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).

 

—Padre nuestro, Ave María y Gloria.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.


MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA SEGUNDO).

 


Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.

  

MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

  

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  

«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).

  

   ¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!


  


DÍA SEGUNDO —2 de enero.

 

 

MEDITACIÓN: DEL FIN DEL HOMBRE: ES NECESARIO GLORIFICAR Y SERVIR A DIOS.

 

 

PRIMER PUNTO. Considera adonde estabas cien años antes. No hay duda que en la nada: no hay duda que te sacó de ella Dios, prefiriéndote a otros muchos, y creándote a su imagen sin que tú lo pudieses haber merecido. Pero pregunto: ¿por qué fin te ha creado? Para glorificarle, para conocerle, para amarle, para servirle, para hacer su voluntad y para guardar sus Mandamientos, que todo es una misma cosa: porque le glorificas conociéndole y amándole; le amas sirviéndole; le sirves haciendo su voluntad; y esta la haces cuando guardas sus preceptos.

  

SEGUNDO PUNTO. Dios ha podido no crearte; pero supuesta tu creación, no ha podido proponerte otro fin que a Sí mismo. No es menos necesariamente tu último fin que tu primer principio, y de la misma manera que no podías tener ser sin Él; así no puedes tener ser para otro que para Él mismo. Esta es una obligación esencial, o por mejor decir (como dice el Sabio), toda su esencia: Hoc est omnis homo: Este es cada hombre (Proverbios XII, 3). Así, pues, como no puedes ser hombre sin cuerpo y alma, de la misma manera no puedes ser hombre y no tener la obligación de servir a Dios Todopoderoso, que su Majestad es, no te la puede dispensar. Verdad es que Dios te deja la libertad de la acción para obedecer su ley o romperla. ¡Pero desdichada libertad! ¡Y desdichado de ti si te sirves de esta libertad para no obedecerle!

  

TERCER PUNTO. Este es, pues, el único necesario de que habla el Salvador (San Lucas X), porque no lo es de ninguna manera el ser grande, rico, sabio, dichoso, pero sí el servir a Dios. No es necesario el que estés en este estado, empleo u oficio; pero es necesario el servir a Dios. No es necesario que tengas salud, placeres, talentos, pero es necesario que dirijas todas tus cosas a Dios. Este debe ser el término de tus movimientos, el fin de tus acciones, sin que haya una que no sea por Dios. ¡Ay, qué puede ser que no haya en toda tu vida una que haya sido únicamente por Él! ¡Cuántos han salido de este mundo sin saber para que vinieron a Él! ¡Y cuántos habiéndolo sabido, han vivido como si lo hubiesen ignorado! ¿Serás tú por ventura alguno de ellos?

 

FRUTO. Pregúntate a ti mismo muchas veces: ¿para qué estoy yo en el mundo? ¿Para qué fin Dios me ha creado? Y avergüénzate de haber vivido hasta ahora como si lo ignoraras.

 

«Deum time, et mandáta ejus obsérva; hoc est enim omnis homo» [Teme a Dios, y guarda sus mandatos; porque es toda la obligación del hombre] (Proverbios XII, 1).

 

«Líbera sérvitus apud Dóminum, ubi non necéssitas, sed cháritas servit» [La verdadera libertad consiste en servir a Dios, porque nos obliga el amor y no la fuerza] (San Agustín).

 

ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS

 

   Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satisfaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas las asquerosidades de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.

 

—Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:

 

¡Bendito sea Dios!

¡Bendito sea su Santísimo Nombre!

¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!

¡Bendito sea el Nombre de Jesús!

¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!

¡Bendita sea su preciosísima Sangre!

¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!

¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!

¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!

¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!

¡Bendita sea su gloriosa Asunción!

¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!

¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!

¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!

¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.


  

JACULATORIAS:

 

 

¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).

 

JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).

 

JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).

 

—Padre nuestro, Ave María y Gloria.

   

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 


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