miércoles, 30 de mayo de 2018

MATER CASTÍSSIMA.


MADRE CASTÍSIMA.



¡Oh quam pulcra est casta generatio! Sap. 4

¡Oh que hermosa es la generación casta!



CONSIDERACIÓN I.


   Representémonos a María Santísima como un árbol admirable que a un mismo tiempo lleva flores y frutos. Por cierto que este árbol significa la castidad verdaderamente estupenda de la Virgen: porque María siempre guardó castidad y fue tres veces Virgen, conviene a saber, antes del parto, en el parto y despues del parto. Por tanto, si la castidad común es una virtud que hace al hombre semejante a los ángeles, y muy agradable a Dios, ¿que se dirá de la castidad de María, no común sino más que angélica?


CONSIDERACIÓN II.


   Juan era tan amado de Jesucristo, que mereció descansar o reclinarse sobre el pecho del Señor, y demás de esto vino en conocimiento de los últimos misterios de Dios: pero ¿de dónde mereció esto Juan? Estas y otras muchas gracias las mereció porque siempre guardó la castidad. Pues ahora arguyamos de menor a mayor: si la castidad de Juan fue tan grata a Dios, ¿con cuántos encomios de alabanzas se debe celebrar la castidad de María que fue árbol que juntamente florece y fructifica siendo Virgen y Madre, y demás de esto semejante a aquella Zarza que en medio de las llamas no se quemaba?


CONSIDERACIÓN III.


   Esta suma castidad y virginidad que María Santísima conservó ilesa en el mismo parto, bien claramente la manifiesta y predica la Sagrada Escritura, que la compara, ya al huerto cerrado, ya a fuente sellada. A más de esto, Salomon parece habló de María cuando admirado exclamó: ¡Oh cuan hermosa es la casta generación!


ORACIÓN.


   ¡Oh María! ¡Madre castísima! Yo te reverencio e invoco como mi patrona, y te ruego que siempre me des tu auxilio; y entonces principalmente cuando me veo en peligro de violar la castidad, y soy convalido con tentaciones carnales. ¡Ah! Te ruego no permitas, ¡Oh Virgen observantísima de la castidad! que yo manche torpemente mi alma pecando contra esta hermosísima virtud por pensamiento, palabra u obra; y me desnude así de la vestidura nupcial, sin lo que ninguno es admitido a las bodas del Cordero. ¡Oh María!

¡MADRE CASTÍSIMA! RUEGA POR NOSOTROS. 



P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).   

martes, 29 de mayo de 2018

ABORTO Y EXCOMUNIÓN (II Parte).




Por el R. P. Ricardo F. Olmedo 



UNA OBSERVACIÓN NECESARIA


   La definición que hemos dado de “aborto” responde a lo que muestra y enseña la naturaleza, y se puede decir que es verdadera y no contiene error. Siendo así, ¿puede se modificada?

   Este tema adquiere su importancia en orden a las responsabilidades —morales y canónicas— que se siguen de este acto. Y es que de “derecho” y de “hecho” tal modificación se ha verificado después del Concilio Vaticano II.

   En el ámbito punitivo de la Iglesia, “al menos en orden a las penas latae sententiae o ferendae sententiae (Es decir, automáticamente, o bien la que se impone tras la realización de un proceso judicial canónico), el delito eclesiástico, no existe si no lleva consigo grave” (Padre Juan B. Ferreres [SJ], EN “Instituciones Canónicas”, ed. Subirana, año 1932, pág. 448), y en orden a la “calidad” o especie del delito, éste se constituye según el objeto de la ley que se viola (Canon 2196), de modo análogo o como según la doctrina moral, se especifican los pecados (En el ámbito del Derecho Canónico, la “cualidad del delito, se equipara a la denominación de la especie moral del acto”, P. M. Conte a Coronata, “Institutiones liuris Canonici”, volumen IV, nº 1643, página 12 nota 2, editorial Marietti, año 1948).

   Esto quiere decir que los delitos se constituyen en su especie, en el ámbito de la Iglesia, según la clase de bien moral que la ley particular protege. (Eduardo Regatillo en “Institutionis Iurus Canonici”, ed. Sal terrae, año 1949, nº 874, pág. 360)

   En el caso que nos ocupa, el delito de “aborto” se configura como tal en función del bien protegido: la vida de un niño por nacer, incapaz de sobrevivir como consecuencia de su inviabilidad o insuficiente organización de su cuerpo. Su eliminación directa y voluntaria era definida como aborto y ese era el delito específico castigado, mientras que si se trataba de la eliminación de un niño por nacer viable, es decir que tenía suficiente organización orgánica para sobrevivir, no había delito de aborto.

   Ahora bien, algunos años despues de sancionado el nuevo Código de 1983, la “Comisión Pontificia para la interpretación auténtica de los textos del Código”, a una consulta realizada sobre los alcances del término “aborto” del que trata el canon 1398, extiende el concepto también a “la muerte voluntariamente procurada del mismo feto, de cualquier modo y en cualquier tiempo en que ésta se produzca desde el momento de la concepción”. 

   En 1995, el mismo Juan Pablo II (Encíclica “Evangelium Vitae” del Papa Juan Pablo II, nº 58), dirá mas explícitamente: “aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial  de su existencia, que va desde la concepción al nacimiento”.

   Como se observa a habido una “ampliación” del concepto de aborto, que ahora comprende la expulsión y muerte procurada del niño en cualquier tiempo de su gestación, desde la concepción hasta el nacimiento, y también por ende de las acciones encuadradas en el delito de aborto.

   Si en el orden legislativo la Iglesia tiene facultad para determinar el objeto que constituye una figura delictiva, porque Ella tiene dicho poder en el gobierno de la Iglesia, y derecho a castigar conductas que estima deben ser castigadas como es el caso presente, en el orden moral, en cambio, parece al menos no una “desprolijidad” sino un error el ampliar el concepto del modo señalado, incluyendo en la especie de delito de “aborto” lo que por naturaleza y definición no lo es.

   En el orden moral existe la distinción de actos o pecados según que sus objetos sean formalmente diferentes. Y es sabido que los objetos se distinguen en el orden moral, en su “esse moralis”, en razón de su especial repugnancia a la ley eterna o a la recta razón.

   En el caso que ahora nos ocupa, esta distinción es esencial y se da por esa diferencia ya señalada de concebido “inmaduro”, que se aplica a quien no puede subsistir por sí, y de concebido “maduro”, a quien sí lo puede hacer: en el primer caso morirá necesariamente; en el segundo, puede sobrevivir dado que su cuerpo está suficientemente organizado para ello (sin perjuicio de los cuidados que obviamente requiere un niño a esa edad).

   El primer caso es una especie de homicidio distinto que el segundo… De ahí nuestra critica, no de “desprolijidad” sino de error en esta modificación, que engendra confusión y conflicto, como se ve en el esquema siguiente:




CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO DE 1917:


NOCIÓN: “expulsión querida y directa de niño no viable”. 


LEGISLADO: SÍ.

PECADO COMETIDO: ABORTO.

DELITO COMETIDO: ABORTO.

PENA: EXCOMUNIÓN.


NOCIÓN: “expulsión querida y directa de niño viable”.


LEGISLADO: NO.

PECADO COMETIDO: HOMICIDIO.

DELITO COMETIDO: ------------------

PENA: -------------------




CDC 1983 Y MAGISTERIO POSCONCILIAR:



NOCIÓN: “expulsión querida y directa de niño por nacer viable o no”.


LEGISLADO: SI.

PECADO COMETIDO: NO MORALMENTE HABLANDO PARA EL NIÑO VIABLE.

DELITO COMETIDO: ABORTO.

PENA: AL MENOS DUDOSA PARA EL NIÑO VIABLE.


lunes, 28 de mayo de 2018

SALVE REGINA



(Adhemar de Monteil + 1098 y San Bernardo + 1153)

Se rezan desde las Primeras Vísperas de la Fiesta del Domingo de la Santísima Trinidad hasta Adviento.

   SALVE Regina Mater misericórdiae;
Vita, dulcédo, et spes nostra, salve.
ad te clamámus éxsules filii Hevae;
ad te suspirámus, geméntes et flentes
in hac lacrymárum valle. Eia, ergo, Advocáta nostra,
illos tuos misericórdes óculos ad nos convérte: Et
Jesum, benedíctum fructum ventris tui, nobis post hoc
exsílium osténde. O clemens, O pia, O dulcis Virgo María.

-Ora pro nobis, sancta Dei Génitrix.

-Ut digni efficiámur promissiónibus Christi. 


Orémus:
Omnípotens, sempitérne Deus, qui gloriósae Vírginis
Matris Maríae corpus et ánimam, ut dignum Fílii tui
habittáculum effici mererétur, Spíritu Sancto cooperánte,
praeparásti; da, ut cujus commemoratióne laetámur, ejus
pia intercessióne ab instántibus malis et a morte perpétua
liberémur. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum.

-Amen.
-Divínum + auxílium máneat semper nobíscum.
-Amen.   




DIOS te salve, Reina y Madre de misericordia;
Vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva. A ti
suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, Abogada nuestra, vuelve a nosotros
Esos tus ojos misericordiosos. Y después  
de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito
de tu vientre. ¡Oh clementísima!, ¡oh piadosa!,
¡oh dulce Virgen María!

-Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

-Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. 



Oremos:
Omnipotente y eterno Dios, que con la cooperación del Espíritu
Santo has preparado el cuerpo y el alma de la gloriosa
Virgen y Madre, María, para que fuese digna morada de tu Hijo,
concédenos a los que nos alegramos con su conmemoración,
que por su piadosa intercesión nos veamos libres de los males
presentes y de la muerte eterna. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor.

-Amén.
-El auxilio divino + permanezca siempre con nosotros.
-Amén.



“MISAL DIARIO”

Católico Apostólico Romano-1962.


sábado, 26 de mayo de 2018

ABORTO Y EXCOMUNIÓN (I Parte).




Por el R. P. Ricardo F. Olmedo

  El Código de Derecho Canónico de 1983 no especifica lo que debe entenderse por aborto y tampoco lo hacia el de 1917. (El Código, en su canon 2350 dice así: “Los que procuran el aborto, incluso la madre, incurren, si el aborto se verifica, en excomunión latae sententiae reservada al Ordinario; y si son clérigos, deben además ser depuestos”. El Código de 1983, en el canon 1398 dice: “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae”, es decir, automática).

   Los antiguos manuales de moral médica y los manuales de teología moral usados en los Seminarios, en definiciones breves se referían al aborto como “la expulsión del seno materno de una criatura viva pero inmadura”, aludiendo al ser concebido que todavía no había alcanzado  el desarrollo suficiente para poder vivir separado de su madre;  se decía que era “inmaduro” o “inviable” cuando no había llegado a los siete (otros hablaban de seis) meses completos desde el comienzo de la gestación, considerándolo desde ese momento “viable” o “maduro”. (Definiciones modernas acortan el plazo a 22 semanas, y así afirman que aborto es “la muerte del producto de la concepción antes de las 22 semanas de vida dentro del utero materno”. Las técnicas modernas hacen que los plazos de inviabilidad-es decir, de imposibilidad de sobrevivir afuera del utero materno- se hayan abreviado más y más. En Orlando, Estado de Florida, Estados Unidos, se registra el caso de una niña que nació [y sobrevivió] a las 21 semanas-cuatro meses y medio- de concebida. Hoy en día, la viabilidad depende en gran medida de la habilidad de los médicos, de las enfermeras y de contar con la técnica de apoyo adecuada. Se habla de lograr, quizás en poco tiempo, la sobrevida en niños nacidos con solo diez a doce semanas de gestación en el útero materno). A partir de entonces la expulsión provocada para eliminar al niño no era considerada “aborto” sino homicidio o “aceleración del parto”. (Que es lícita con causa justa proporcionada. Y así lo ha dicho el Santo Oficio en 1898: “La aceleración del parto no es de suyo ilícita, con tal que se haga por causas justas y en tiempo y de modo que, según las contingencias ordinarias, se atienda a la vida de la madre y del feto” [Dz. 1890b]).

   Delimitado el alcance del término, conviene ahora dilucidar las clases de “aborto” que existen, para así poder determinar cuándo hay culpa moral (pecado), cuando no, y poder ver luego que consecuencias trae el primero según el Derecho Canónico de la Iglesia.

   Una primera división de orden médico habla de aborto provocado y aborto espontáneo. El primero es el querido o inducido, no importa por qué medios, y es siempre objetivamente un pecado mortal. También recibe el nombre de aborto criminal. En el segundo, opuesto al primero, no ha intervenido la voluntad y puede suceder por un accidente absolutamente no querido o ser obra de la naturaleza. Entonces no hay aquí culpa moral, no existe ningún pecado.  

   Se dice aborto “terapéutico” al indicado por razones médicas para salvar a una madre, cuya vida corre peligro a causa de un embarazo. La indicación terapéutica es, indudablemente, la que mayor perplejidad ocasiona en su discernimiento desde el punto de vista moral, la más utilizada en las campañas abortistas, y la que antiguamente provoco algunas disputas entre los moralistas.

   Sin embargo, no hay duda alguna para afirmar que es moralmente condenable, puesto que se trata simplemente del aborto provocado al que nos hemos referido en el párrafo anterior: ningún fin hace buena una acción intrínsecamente mala como es el asesinato de un inocente.

Papa Pío XII:

   
   Al respecto decía el Papa Pío XII: “salvar la vida de la madre es un nobilísimo fin; pero la muerte directa del niño como medio para este fin no es lícita” (Discurso dirigido al “Congreso de Obstetras Católicas”, del 29 de octubre de 1951); y explicando el mandato divino de “No mataras”, señalaba que: “Este principio vale tanto para la vida del niño como para la de la madre.  Jamás y en ningún caso ha enseñado la Iglesia que la vida del niño deba preferirse a la de la madre. Es un error plantear la cuestión con esta disyuntiva: o la vida del niño o la de la madre. No; ni la vida de la madre ni la del niño pueden ser sometidas a un acto de supresión directa. Por una u otra parte  la exigencia no puede ser más que una sola: hacer todo esfuerzo para salvar la vida de ambos: de la madre y del hijo”. (Discurso al “Congreso de Familias numerosas”, el 28 de noviembre de 1951).

   Para dar terminada la cuestión en este punto, recordemos lo que decía hace más de medio siglo atrás en el mismo ámbito de la medicina: “Cualquiera que lleve a cabo un aborto terapéutico, o desconoce los modernos métodos médicos, o no quiere gastar ni tiempo ni esfuerzo para aplicarlos… El aborto terapéutico, al implicar la directa destrucción de una vida humana, es contrario a todas las reglas y tradiciones de una buena práctica médica. Desde su mismo principio el enfoque del problema ha sido anticientífico”. (Expresiones del Dr. Roy J. Hefferman, en la Asamblea del Colegio de Cirujanos de los Estados Unidos, en el año 1951[citado por el Padre Domingo Basso, en su obra “Nacer y Morir con dignidad-Bioética”, ed. CAC y Depalma, año 1993, pág. 378).

   La última división que nos interesa es la que habla de aborto “directo” y aborto “indirecto”.
“Directo” se dice de aquel que es buscado por sí mismo, y entonces entra en la primera calificación de aborto provocado (pecado mortal).
El aborto “indirecto”, en cambio, no es directamente querido sino antes bien rechazado en sí, pero se produce a consecuencia de otra acción querida y buena en sí o indiferente, que tiene un fin bueno.

   Obrar así es permitido según el principio general de las acciones de “doble efecto” o del “voluntario indirecto”, que es explicado por el Padre Royo Marín de esta manera: “Con causa gravemente proporcionada es licito cooperar indirectamente a la muerte del inocente, o sea, haciendo u omitiendo alguna cosa, de suyo buena o indiferente, de la cual se siga, sin intentarla, la muerte del inocente. [Y esto] es una sencilla aplicación de las leyes del voluntario indirecto, según las cuales, cuando, de una acción de suyo lícita, se siguen dos efectos, uno bueno—el más inmediato—y otro malo—el más remoto o, al menos, simultaneo al bueno—, es licito intentar el bueno y permitir el malo si hay causa proporcionalmente grave para ello, o sea, si el efecto inmediato bueno compensa con creces al remoto malo. En el caso concreto que nos ocupa, será causa proporcionada el bien mayor que se siga inmediatamente de la acción licita y no a través de la muerte del inocente”.

   El mismo Papa Pío XII dirá al respecto que “si…independientemente del estado de embarazo, se requiriese urgente una intervención  quirúrgica … que tuviera como consecuencia secundaria, en ningún modo  querida ni intentada, pero inevitable, la muerte del niño, tal acto no podría ya llamarse un atentado directo contra la vida inocente, [y] la operación puede ser licita, … siempre que se trate de un bien del alto valor como es la vida y no sea posible diferirla hasta el nacimiento del niño ni recurrir a otro remedio eficaz”. (Discurso al “Congreso de Familias numerosas”, del 28 de noviembre de 1951).


viernes, 25 de mayo de 2018

EL ABORTO en la pluma de HUGO WAST.




Fragmentos de su libro “Autobiografía del hijito que no nació”

CAPITULO I: LO QUE MI ÁNGEL ME CUENTA.

   Desde hace un instante soy un ser humano. Mi cuerpo es tan pequeño todavía que no puede ser visto por los ojos de nadie, pero mi alma ya es tan grande como lo será siempre. Dios la ha creado para mí, en el mismo momento en que yo he comenzado a existir. Dios me ama como si yo fuera una persona perfecta. Dios sigue creando un sinnúmero de almas cada día, para todos los seres, hijos de los hombres, que son llamados a la vida. Mi ángel me dice que nacerán tantos como se necesitan para repoblar el cielo, que el diablo ha despoblado de la tercera parte de sus habitantes.

   Estas cosas profundas para una persona tan pequeñita como yo, son las primeras que me ha enseñado mi ángel guardián.  Debo explicar que tengo un ángel guardián elegido entre los innumerables ángeles que quedaron fieles al servicio de Dios.

   ¡Mejor aún! Me enseña que Dios me ha amado desde toda la eternidad, como si no hubiera de existir otro ser sino yo. Y que por mí ha realizado infinitas maravillas. Así las ha realizado para todos los seres humanos y su Hijo ha muerto por cada uno de ellos, como si fuera el único en el mundo, para salvarlo de la guerra que hace a los hombres el diablo.

   Yo apenas entiendo todo esto, pero él me lo repite y trato de retenerlo.

   Sin embargo, confieso que me cansa. Querría dormir.

   Mi ángel me habla sin ruido y sin palabras. Es como un fluido que me penetra. Lo comprendo perfectamente. Mis oídos todavía no están formados.

   Me dice que soy un hombrecito. O una mujercita. Lo ignora o no me lo quiere decir. Comprendo que sabe muchas cosas, pero que no conviene que me lo cuente todo. Me guarda infinidad de secretos para cuando yo sea mayor.

   Dice que si me habla demasiado, mi pequeño cuerpo se va a cansar.

   Y es verdad, vuelvo a sentirme con ganas de dormir un rato largo.

   Será mi primera noche en el seno de mi mamá, que todavía ignora que yo existo.

   Mi ángel me dice que es mejor que ella siga ignorándolo.

   ¿Por qué no es bueno que una madre sepa que su hijito existe ya?

   Estoy cansado. Será el primer sueño de mi vida en el suave y tibio seno de mi madre. ¡Que oscuridad, Dios mío! ¿Es porque todavía mis ojos no se han formado?


CAPITULO XIII: EL ÁNGEL PREOCUPADO. LE PREGUNTO ¿POR QUE LA JUSTICIA DE LOS HOMBRES PERMITE QUE LOS PADRES MATEN A SUS HIJITOS?

   Es evidente para mí, que ya lo conozco tanto, que Absalón que está muy preocupado y hasta triste. ¿Pero un ángel puede estar triste? A cada instante viene, observa el resplandor que ahora hay en el corazón de mamá y sin decir palabra abre sus alas de nácar y se vuela.

   Como si temiera la desaparición de esa divina luz que ahora nos alumbra a ella y a mí.

   ¿Qué es lo que ha sabido? ¿Qué le han dicho los otros ángeles de la familia, puesto que tengo la seguridad de que se encuentran y conversan?

   ¿Qué le ha dicho sobre todo el ángel del doctor negro sobre las conversaciones que este mantiene cada día con mi padre? No sé nada, porque esta mudo conmigo.

   Si no fuera por la tremenda angustia que me causa el ver a mi ángel en esta situación, yo estaría orgulloso de mi mismo. A la luz del corazón de mi mamá he podido con mis propios ojitos contemplar mi pequeño cuerpo.

   Ya no soy lo que era cuando comencé a conversar con Absalón. Mi alma ya era perfecta, a pesar de su inmensa ignorancia, pero de mi cuerpo entonces no había apenas señales. Esto lo pienso ahora, porque yo no veía, no tenía ojos, ni órgano alguno separado y viviente.

   Ahora soy otra cosa, y me asombro de los progresos que he hecho. Soy un muchachito bastante bien formado, un poco nervioso y comprendo que mi mamá está enamorándose de mí cada día más. Yo también de ella, seguro de que me defenderá contra todo peligro.

   Hoy no lo he dejado escaparse a mi ángel y le he soltado la pregunta que hace días quiero hacerle.

   — ¿La justicia de los hombres permite que haya papás que decidan asesinar a sus hijitos y doctores que se encarguen de hacerlo?

   — ¡Sí!—me responde impetuosamente— Cuando un doctor de esos afirma en un papel que tal niño fue muerto antes de que naciera para salvar la vida de la madre, la policía cierra los ojos y no averigua nada y el asunto no llega a los jueces, que tampoco dirían nada.

— ¿Pero hay quienes conocen esos crímenes, además de los que los ejecutan?

—Sí, muchos amigos a quienes los papás de los niñitos asesinados les cuentan esto como si contaran que han bebido un vaso de agua. Y se los felicita, como si hubieran escapado a un peligro.

— ¿Qué quieres decir?

—Que cuando los papás no quieren tener un nuevo hijito, porque piensan que les costaría mucho mantenerlo, se apresuran a matarlo, antes de que nazca o antes de que se forme en el seno de la mamá. Si no se apresurasen y el chiquito naciera, la policía y las leyes y los jueces considerarían criminales a los papás o a los doctores que los suprimieran. Por eso hay que andar a prisa. Mientras más pronto se los mata es menos peligroso para los papás y para el doctor, que los aconseja. Los chiquitos antes de nacer no tienen ninguna defensa en la sociedad.

— ¿Y son muchos los que mueren así?

—Los que mueren antes de formarse en el seno de la madre son miles de millones. Los que son muertos después de que se han formado, cuando tienen ya un alma creada por Dios para ellos y un destino trazado en sus planes, son muchos, quizá millones. Estos crímenes, que la sociedad ni siquiera considera faltas, enojan a Dios de un modo terrible, porque… ¿te estas durmiendo chiquito?

—Sí, perdóname, pero tus explicaciones son muy difíciles de comprender y me hacen doler la cabeza.

— ¡Duérmete! Todavía hay mucha luz en el corazón de tu mamá y tú duermes mejor en la luz que en las tinieblas.

   Al decir mi ángel “todavía hay mucha luz” su acento es melancólico, como si temiera que eso pudiera faltarme un día u otro.



CAPÍTULO XV: ¡QUE NO ME MATEN, DIOS MÍO, YO QUIERO SER SACERDOTE!

   Mi ángel ya no teme que yo duerma cuando él me habla con tanta seriedad. Yo comprendo que están acercándose para mí las horas más trágicas.  Mi pobre madre, ahora en casa de la suya, que es mi abuelita, vive en paz, sin disputas. Pero sabe que esta preciosa paz que le permite ir todos los días a comulgar, llenándose de luz y tomando fuerza, no puede durar.

   El ángel vuelve a hablarme, y esto lo sabe por el arcángel Gabriel, de que los hombres cegados por la maldad del diablo no tienen idea de lo que el mundo pierde con estos asesinatos sin número que cada día se cometen, en lo más puro de la humanidad, que son sus niñitos. Dice que muchos sabios siniestros andan propagando sistemas para contener el aumento de las gentes, aduciendo que pronto la tierra no podrá alimentar a su población. Con el aparente miedo de que algún día esos niños por falta de alimento puedan morir, se anticipan a matarlos desde ahora.

   Y dice que este pecado infernal ha excluido de la existencia a seres que habrían sido inventores prodigiosos, infinitamente superiores a los que se han conocido, genios que con sus descubrimientos habrían conjurado todo peligro de que la humanidad aun multiplicada por cien pudiera encontrarse estrecha en los ámbitos de la tierra. Más aún, que algunos de esos niñitos arrancados a la vida iban a ser cerebros capaces de hallar la manera de que los hombres conquistaran pacíficamente nuevas tierras en los astros y difundir en ellos la fe y el servicio de Dios.

   Todo esto ha sido borrado, aniquilado por las infames prácticas de lo que llaman restricción de la natalidad. Me pondera el ángel lo que habría adelantado el mundo en otras cosas, menos materiales, como son las artes o la ciencia del alma.

   Entraba en los planes de Dios, me dice Absalón, que el hombre (Adán y Eva) llenara la tierra con su descendencia y la dominara. Y ahora el hombre que no confía en Él, no se atreve a crear un descendiente más y se hace impotente él mismo para dominar su propio imperio.

   ¡Qué inmensos horizontes se abren a mi pequeño pensamiento con estas grandes palabras! ¿Podre yo, algún día, ser sacerdote y contribuir a que por mi parte se cumplan los planes de Dios?

   Hoy en la Iglesia cuando mamá comulgó, me sentí tan cerca de Jesús en su corazón, que volví a rezar casi en sus oídos mi oración de siempre:

   — ¡Que no me maten, Señor y Dios mío! ¡Yo quiero ser sacerdote!

   Esa fue la última vez que pude rezar cerca de Cristo en persona, porque fue también la última vez que mi pobre madre comulgó.

   Vino, pues, mi padre y se llevó a mi madre a Buenos Aires. Le basto una ojeada para comprender la comedia que ella estaba representando. Ya no era posible mantener el secreto. Mi pequeño cuerpo se había desarrollado tanto que para un ojo experto era inútil toda ficción.  Él se limitó a decir pocas palabras, que me hicieron temblar en aquel mi refugio que duraba ya varios meses.

   —Ahora será más difícil extirpar eso, pero el doctor lo arreglará bien. No sufrirás mucho, no te asustes.

   En el tono inflexible se advertía su extrema cólera y su inexorable decisión.

   Tuvimos dos días de paz. Mi padre parecía tranquilizado. Además el doctor negro se hallaba ausente, en un país lejano, a donde había ido a dar conferencias sobre su maldita “especialidad”.

   Mi ángel me contaba todo y me hacía rogar a Dios por mi madrecita, agotada de fuerzas para las nuevas arremetidas que iba a soportar de mi padre, irritado e inflexible. Mi desventurada madre nunca tuvo voluntad. Débil, apocada, se hubiera dejado matar. Tal vez ahora sería capaz de defender su vida, porque en ella se sustentaba la mía. Ya mentalmente me había bautizado con el hermoso nombre de Jesús. Yo me dirigí a él, rogándole que auxiliara a mi madre.


CAPÍTULO XXIV: RUEGO POR MIS ASESINOS

   — ¿Y los que maltratan a un niñito que no ha nacido y que menos que nadie puede defenderse?


   —Esos que cometen un crimen abominable, en la lengua de los hombres ni siquiera se llaman criminales.

   — ¿Y se puede pedir a Dios que perdone a esos criminales?

   —Sí, pidiendo que les dé su gracia para que se arrepientan de su iniquidad. Jesucristo Nuestro Señor, clavado en la cruz pidió al Padre Eterno que perdonaran a los culpables de su muerte, que no sabían lo que hacían.

   — ¿Eso puedo decir yo de mis padres? ¿Qué no supieron lo que hacían?

   —Sí. Por malvados que hayan sido, si se arrepienten y piden perdón a Dios y prometen no volver a cometer la horrorosa iniquidad que te ha impedido vivir a ti.

   — ¡Y ser sacerdote y tal vez santo!, exclame con una vehemencia que hizo sonreír al ángel. Entonces, enternecido, oré con todo mi corazón de esta manera:

—Mi Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, ayuda a mis padres a ser buenos y arrepentirse. Y perdónalos para que no quiten la vida a sus nuevos hijitos, y nos les impidan llegar al mundo y servirte mejor de lo que yo he podido hacerlo. Y que algunos de ellos sean religiosos y todos sean santos.

   Con esto me sentí inundado por la más dulce de las esperanzas que pueda alguien concebir: que en su casa y de su estirpe nazca esa preciosísima vara de nardo que es un sacerdote, cuya mano consagrada realice cada día los dos más grandes milagros de Nuestro Señor Jesucristo, el perdonar los pecados de los hombres y el convertir el pan y el vino en la carne y la sangre del Verbo de Dios.

   
HUGO WAST.  (1883 - 1962).


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...