MADRE CASTÍSIMA.
¡Oh quam pulcra est casta
generatio! Sap.
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¡Oh que hermosa es la generación
casta!
CONSIDERACIÓN I.
Representémonos a María Santísima como un
árbol admirable que a un mismo tiempo lleva flores y frutos. Por cierto que
este árbol significa la castidad verdaderamente estupenda de la Virgen: porque María siempre guardó castidad y fue tres veces Virgen,
conviene a saber, antes del parto, en el parto y despues del parto. Por
tanto, si la castidad común es una virtud que hace al hombre semejante a los
ángeles, y muy agradable a Dios, ¿que se dirá de la castidad de María, no común sino más
que angélica?
CONSIDERACIÓN II.
Juan era tan amado de
Jesucristo, que mereció descansar o reclinarse sobre el pecho del Señor, y
demás de esto vino en conocimiento de los últimos misterios de Dios: pero ¿de dónde mereció esto Juan? Estas y otras muchas gracias las mereció porque siempre
guardó la castidad. Pues ahora arguyamos de menor a mayor: si la castidad
de Juan fue tan grata a Dios, ¿con cuántos
encomios de alabanzas se debe celebrar la castidad de María que fue árbol que juntamente
florece y fructifica siendo Virgen y Madre, y demás de esto semejante a aquella
Zarza que en medio de las llamas no se quemaba?
CONSIDERACIÓN III.
Esta suma castidad y
virginidad que María Santísima conservó ilesa en el mismo parto, bien
claramente la manifiesta y predica la Sagrada Escritura, que la compara, ya al
huerto cerrado, ya a fuente sellada. A
más de esto, Salomon parece habló de María cuando admirado exclamó: ¡Oh cuan hermosa es la casta generación!
ORACIÓN.
¡Oh María! ¡Madre castísima!
Yo
te reverencio e invoco como mi patrona, y te ruego que siempre me des tu auxilio;
y entonces principalmente cuando me veo en peligro de violar la castidad, y soy
convalido con tentaciones carnales. ¡Ah! Te ruego no permitas, ¡Oh Virgen observantísima de la
castidad! que yo manche torpemente mi alma pecando
contra esta hermosísima virtud por pensamiento, palabra u obra; y me desnude así
de la vestidura nupcial, sin lo que ninguno es admitido a las bodas del
Cordero. ¡Oh
María!
¡MADRE CASTÍSIMA! RUEGA
POR NOSOTROS.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
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