Asunto importante,
vital, y por desgracia muy poco comprendido, es el que nos proponemos desarrollar
en el presente capítulo.
Hijos amantes de
nuestra bondadosa Madre, leedlo con sencillez, reflexionadlo detenidamente para
penetraros de su importancia y practicarlo.
De entre las distintas maneras como se
puede considerar el asunto, la más común es tratarlo con profundidad excesiva,
situándose en elevaciones muy pocos alcanzadas. De ahí que muchas almas, tras
no pequeña fatiga, se quedan sin llegar a entender ni aun el sentido de la
palabra IDEAL.
Para tales, el
ideal no es sino una especie de quimera puramente imaginaria, buena a lo sumo
para entretenerse en bellas especulaciones y fantásticas teorías.
Falsa y funesta apreciación.
No; el ideal no
es un fantasma caído de las nubes, una aberración, un correr ciego hacia lo
incierto y desconocido, que adormece e ilusiona a ciertos espíritus poco equilibrados.
El ideal es una cosa real.
Podríamos definirlo: EL PENSAMIENTO DE DIOS REALIZADO.
Pero como esta
definición es todavía demasiado abstracta, procuraremos sensibilizarla cuanto
nos sea posible.
El ideal es el bien
que entreveo, el deber que presiento, la virtud que aprecio y anhelo, la
perfección elevada a sus más finos quilates y amada como tal. Eso es el ideal.
Pero no basta conocer un ideal;
he de buscar MI IDEAL. Pues distintas cosas son tener un ideal y tener mi ideal.
El
primero es la perfección y el amor del bien en común; cosa necesaria.
El segundo es eso mismo, pero aplicado a
mi peculiar situación personal.
En
el último aspecto podría definirlo: LA IDEA LUMINOSA Y VIVA DEL FIN QUE DEBO ALCANZAR Y DE
LOS MEDIOS QUE ME CONVIENE ESCOGER.
El ideal, en su aspecto genérico y
universal, es uno solo: la virtud, la santidad.
El
ideal, en su aspecto específico, puede ser múltiple, como múltiples son los
objetos en que concretarse puede; existe el ideal del militar, el del
ingeniero, el del pintor, el del poeta, el del orador, etc. Cada estado y cada profesión
tienen su propio ideal.
No
siendo nuestro objeto hablar de todos esos distintos ideales, descendamos ya a señalar NUESTRO IDEAL.
¿Cuál será, piadosos
hijos de María, nuestro peculiar ideal?
Nuestro ideal es la Virgen Inmaculada, es la vida de intimidad,
es el volvernos semejantes a María por la imitación de sus virtudes.
MARÍA ES NUESTRO
IDEAL: ¿y qué intentamos expresar con eso?
Queremos significar
que, cautivadas nuestras almas por los encantadores hechizos y atractivos de la
Virgen sin mancha, la constituimos eje y centro de nuestra vida, nos la ponemos
por modelo a imitar en nuestras acciones y concentramos todos los esfuerzos de
nuestras almas, toda la actividad de nuestros espíritus y los entusiasmos de
nuestros corazones en amarla y asemejarnos a Ella para parecernos más a Jesús.
MARÍA ES NUESTRO IDEAL: ¿qué más deseamos decir con eso?
Que
Ella es para nosotros la obra maestra, el compendio de toda perfección, y
nuestro mayor anhelo se cifra en se perfectos como nuestra Madre celestial es
perfecta.
¡Oh!, tú, que suspiras por amar a María, que sientes
pasar por tu alma la brisa cálida y arrulladora del amor de esa Madre ideal;
tú, cuya alma, siempre joven y ardiente, vibra en presencia de lo hermoso, de
lo grande y de lo noble: detente un instante en el rápido correr de la vida y
pon los ojos en María…, mírala otra vez, contémplala bien, y …camina con la
vista fija en Ella, el corazón unido a Ella y el alma de Ella rebosante.
Nunca
descanses; sueña en constantes mejoras, en progresar siempre, si jamás reposar
en la realización de tu hermoso ideal.
MARÍA ES NUESTRO
IDEAL: significa la necesidad de reproducirla en nosotros,
de vivir ese ideal; y para vivirlo siento la precisión de acercarme a él lo más
posible; experimento el apremio de acostumbrarme a vivir la vida de intimidad
con la divina Madre de Jesús.
Tenemos que recordar frecuentemente cual
sea nuestro ideal. Hacer como el pintor que desea reproducir su imagen
predilecta: mira, examina, tantea, borra, añade, completa y perfecciona siempre
más su obra.
¡Oh!, sí, miremos y examinemos siempre a María; y a la
contemplación de la grandeza y bondad de este divino ideal, entusiasmémonos y
apasionémonos por él, ya que la pasión santa en la prosecución de un fin
sobrenatural se viene a cristalizar en supremos esfuerzos por abrazarse con el
ideal.
¡Inmenso e
irresistible poder el de la pasión al servicio del ideal! ¡Ojalá brote en
nuestro corazón esa noble pasión de amar a la divina Madre de Jesús!
¿Sería demasiado pedir?
A
veces surge tan arrolladora e irresistible en el corazón de los mundanos esa
pasión por alcanzar un ideal efímero, engañoso y frecuentemente vergonzoso, que
arrastraría la muerte y se dejaría hacer pedazos; y María, ideal tan puro, tan
noble y tan divinamente sublime, ¿no será suficiente a encender a nuestras almas esa llama
que transfigura y así endulza el dolor cual si con él jugara, no de otra manera
sino como el viento juega con las hojas muertas, a su soplo levantadas de la
tierra y arrancadas de los árboles por una ráfaga otoñal?
¿Seríamos nosotros,
hijos privilegiados de María, más flojos en el amor y en la correspondencia a
las regaladas finezas de nuestra
encantadora Señora, que los ciegos esclavos que Satanás encadena a su carro de
triunfo para hacer de ellos trofeos de su victoria?
No,
no, oh encantadora Madre, no ha de ser así. Jamás consentiremos quedarnos en
una medianía o vulgaridad rastreras.
Miraremos de frente este divino ideal,
donde Jesús se refleja y a través del cual se manifiesta tan tierno y celestial.
Y con esta vista, encendida en nosotros la
noble, la ardiente, la insaciable pasión de unirnos a Vos, oh dulce Madre:
VIVIREMOS junto a Vos,
VIVIREMOS
en Vos,
VIVIREMOS
para Vos.
Y vuestro amor, ¡oh Madre idealmente bondadosa y
bella!:
IRRADIARÁ en nuestra frente,
CENTELLARÁ en
nuestro corazón,
RESPLANDECERÁ en nuestra alma,
Será
la antorcha sagrada que nos alumbrará, nos calentará y nos mostrará el camino.
Será la bandera inmaculada a cuya sombra marcharemos fuertes, generosos,
caballerescos.
¡OH MARÍA, SIEMPRE, SIEMPRE, SED VOS MI BELLO IDEAL!
¡SED EL CORAZÓN DE MI CORAZÓN!
¡SED MI VIDA, MI DULZURA, MI ESPERANZA! AMÉN.
“Espíritu
de la vida de intimidad
Con
la Santísima Virgen”
R.P Lombaerde- Misionero de la Sagrada Familia.
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