“He venido a pediros que vengáis a este lugar el día 13.”
(Palabra de la Virgen María a los tres pastorcitos).
En Cova de Iria se conmemoraba así:
“No hay en el mundo ningún espectáculo
comparable al que presenta la Cova de
Iria (Portugal) el día 13 de cada mes, principalmente en mayo y octubre. Todos los caminos y senderos que allí conducen
se convierten en otros tantos ríos, por los que fluyen oleadas vivientes. La mayoría camina a píe.
Las mujeres con la cesta de las provisiones en la cabeza. La primera visita es para la capillita, lugar donde se halla el
arbusto en el que posó la blanca Señora. Muchas personas dan vueltas de
rodillas a la capilla. Algunas dejan huella de sangre. Se come donde se puede.
Y para dormir lo mismo. La mayor parte a la intemperie.
Se comienza en el atardecer del día 12 con
la procesión de las antorchas. Un sacerdote dirige por el micrófono algunos
cantos, plegarias y aclamaciones, mientras se desgranan las cuentas del
Rosario. Se expone a continuación el Santísimo Sacramento. Sigue la adoración
nocturna toda la noche. Los hombres forman colas ante los confesionarios. Se
celebran un sinnúmero de Misas al amanecer. Se comulga en ellas. Muchos
sacerdotes tienen que dedicarse a administrar la Eucaristía.
Después del desayuno comienzan los
preparativos para la procesión con la Blanca Señora sobre floridas andas, en
las que viene a descansar casi siempre una blanca palomita. Esta procesión
tiene lugar al mediodía, la hora en que la Virgen se apareció a los
pastorcitos. Todas las veces se predica. En el atrio acomodan a los enfermos,
que después de la procesión son bendecidos uno por uno con el Santísimo.
Acontecen entonces los milagros. Los enfermos han sido antes y después
examinados por los médicos especialistas, para evitar engaños.
En la despedida de la Santísima Virgen se
agitan pañuelos, se canta, se ora en alta voz, y lloran mujeres, hombres,
sacerdotes y obispos.
La lluvia es el fenómeno curioso que
acompaña estas ceremonias. En las peregrinaciones nadie se pone enfermo, lo que
parece un milagro continuado.
La
superviviente de los pastorcillos lo celebraba así:
“Se llama Sor Lucía
del Inmaculado Corazón de María. Vive en el Convento
carmelitano de Coimbra (Portugal). Conmemora desde allí las apariciones del día
13. Se traslada en espíritu la víspera a Cova de Iria. Allí se postra entre la
muchedumbre de los fieles peregrinos y devotos, y reza por todas las
necesidades de los hombres. Hace la Hora Santa pasando la noche de rodillas. Al
alba, oye la primera Misa pensando en Fátima; y comulga como unida a los que
allí están.
Al rezar por la tarde el Rosario con la
comunidad se imagina hallarse en Cova de Iria. Recorre mentalmente el paisaje
recogiendo flores para su Madre Celestial; y le parece estar oyendo el
dulce acento de la celeste voz. Escucha
los cantos de la muchedumbre y asiste a la procesión y presentación de los
enfermos. Ve pasar el Santísimo en medio de ellos, y le pide su bendición.
Al anochecer del día 13, su espíritu se
enfrasca nuevamente en sus tareas cotidianas.”
Padre Celso Mejido Díaz
Misionero del Sagrado Corazón
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