“LA VISITA DE MARIA
SANTISIMA A SANTA ISABEL”
Apenas se verificó el anuncio del Ángel y la
concepción virginal del Hijo de Dios, la Virgen María se puso en camino con
prisa hacia la montaña, a la casa de Isabel su prima, esposa de Zacarías y
madre de san Juan Bautista, Porque el Ángel le había dicho: “Para Dios no
hay imposibles; mira tú prima Isabel dentro de tres meses tendrá un hijo; la
que fue estéril y ahora es ya vieja”.
Desde este momento comienza en este rincón
del mundo, la Palestina, una serie de explosiones religiosas silenciosas; son
explosiones de luz sin ruido; un mundo nuevo nacía y los periodistas de aquel
tiempo no se enteraron; un Ángel aparece a una jovencita, dos mujeres encinta
entonan himnos a Dios, nace un niño en Belén en un galpón o caravanera, es
presentado en el Templo, y dos ancianos, varón y mujer, lo festejan; y doce
años más tarde se queda en el Templo de Jerusalén sin avisar a sus padres; y
después de 21 años más de silencio, sobreviene la gran explosión de la mañana
de Pascua, que dura hasta nosotros; los discípulos desde Niño hecho adulto y
crucificado como un malhechor se lanzan audazmente ante los ejecutores, y les
dicen a gritos que han crucificado al hijo de Dios, y que el Hijo de Dios ha
resucitado y ellos lo han visto; y como digo, esa explosión dura hasta nosotros
que la recordamos cada año en Pascua Florida, que para nosotros es más bien
Pascua Frutal. Los gaceteros de Roma (o sea, los periodistas de aquel tiempo)
anunciaban en las plazas (“gazza’'
significa plaza) que el César Augusto había viajado a Capri y que Livio Druso
había derrotado a las salvajes tribus de Germania; y no soñaban que en el
término de una vida de hombre habían de anunciar que el Emperador quemaba vivos
y arrojaba al fuego a los discípulos “de un tal Chrestos”
que sin embargo aumentaban en vez de acabarse; y que tres siglos después
todo el Imperio Romano iba a ser discípulo del tal “Chrestos”.
Los periodistas en Palestina eran los “nabbíes” o recitadores de estilo oral;
la Virgen se mostró hoy día una gran recitadora; improvisó el cántico que
llamamos el “Magníficat”. Su prima al verla la saludó llena de humildad y asombro,
llamándola “Madre
de mi Señor”, inspirada por el
Espíritu de Dios y sabedora del misterio de la Encarnación. María levantó los
ojos al cielo, y también llena del Espíritu Santo, dijo:
“Engrandece mi alma al
Señor
Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,
Porque miró la pequeñez
de su esclava
Desde hoy me llamarán dichosa todas las generaciones.
Porque ha hecho en mí
grandezas el que es Poderoso
Y cuyo nombre es: el Santo.
Y su misericordia de
generación en generación.
Para todos los que lo temen.
Hizo pujanza con su
brazo
Y deshizo los pensamientos de los soberbios...”
El Brazo de Dios llamaron los Profetas al Mesías
venidero, al Hijo de Dios; la Virgen Profetiza la obra del Hijo de Dios.
Profetiza también su propia glorificación a través de todos los siglos, y
después dice:
“A los poderosos depuso del trono
Y levantó a los humildes.
Sació de bienes a los hambrientos
A los ricos los mandó vacíos.
Acogió a Israel su siervo
Acordóse de Su misericordia,
Conforme a las promesas hechas a nuestros padres
A Abrahán y a los que de él descienden
Por los siglos de los siglos.
Es la definición del Reino de Cristo; una
trasformación invisible se iba a verificar en el mundo; un nuevo Israel iba a
surgir y heredar las promesas hechas a Abrahán, padre de los creyentes, y
renovadas siglo tras siglo por los profetas, juntas por cierto con las amenazas
a los no creyentes, que también se cumplieron. Los hambrientos de justicia y santidad
recibirían toda clase de bienes; los atiborrados, los que se creen seguros,
poderosos y mejores que los demás, quedarían vacíos en su espíritu; porque la
Virgen llama aquí “ricos” no
precisamente a todos los que poseen bienes materiales, sino a los que más
arriba llamó “soberbios”; pues nada hay como la soberbia para cerrar el
alma a los dones de Dios. El Cristianismo se compone de pobres: o pobres en el
afecto, o pobres en su ánimo, los que no adoran al dinero ni se esclavizan a
él, más lo tienen solamente como lo que es en realidad: como un instrumento o
un depósito; que es un bien muy relativo comparado con los bienes del
intelecto, del corazón y del espíritu.
Algunos impíos actuales pretendieron que
este cántico de la Virgen, el Magníficat,
era una invención de san Lucas; porque no era posible según ellos que una
muchacha de menos de 20 años improvisara impromptu
un exquisito poema hebraico, donde hay once alusiones a los libros del Viejo
Testamento. Hoy sabemos que eso no solo es posible sino común en los medios
llamados “de estilo oral”; donde no existe la escritura y menos la imprenta; y
las cosas importantes son conservadas de memoria en el pueblo por medio de
recitados mnemotécnicos muy hermosos: una especie de poesía primitiva, pero mucha
más natural y más importante que nuestra actual poesía. Así fue escrita la
Biblia, que fue recitada primero que escrita; la Virgen se había educado en el
Templo, y la educación hebrea reposaba sobre la memorización de la Biblia; y
así aquí la Virgen imita el cántico de Ana la Profetisa, que está en el Primer
Libro de los Reyes, el cual sabía de memoria.
- San Juan más tarde llamado el Bautizador fue santificado (o sea,
bautizado) en el seno de su madre por la presencia de su Dios; el cual
había bajado al seno de una mujer para hacerse su primo segundo y hermano de
todos los hombres; Santa Isabel conoció por revelación el misterio del Verbo
Encarnado; la Virgen María improvisó un cántico que ha sido hermosamente
parafraseado por Alejandro Manzoni, Mary Cóleridge y muchos otros grandes
poetas cristianos; y puesto en música por Rossini, por Bach y otros grandes
músicos; y la Madre de Dios permaneció modestamente en la montaña tres meses
sirviendo a su prima hasta que nació el niño; y después se volvió a la casa del
carpintero a esperar el otro Nacimiento.
Dijo
Alejandro Manzoni:
¡Oh palma, oh lirio, oh
delicada rosal
Signo de Bendición en las naciones
He aquí que todas las generaciones
Te han llamado '‘dichosa".
EL MAGNIFICAT
Nuestra
Señora no fue señorona
aunque
las reinas hoy besen su huella,
niña
de delantal y de borona
hija
del pueblo y pueblo ha sido ella.
No
pudo ser señora de alta cresta
ni
de alto bordo, si hubo de aceptar
con
mano que hizo el pan para la fiesta
a
un carpintero pobre en el altar.
Cantó una vez improvisando un cántico
(que
no creo entre damas se acostumbre)
un
cántico cantó nada romántico
bajo
un alero de vulgar techumbre.
Sin
arte, sin cultura, hasta sin rima
fue
un canto simple dedicado a Dios
y
a una viejuca Elisabet, su prima,
que
aun hoy repite el mundo entero en pos.
Oíd
su canto. Dijo: — “A los hambrientos
Dios ha saciado o saciará en su día”
Esto lo
dijo dos o tres momentos.
Dijo:
— “A los ricos los dejó en la vía”
Dijo:
—
“De nuestros
padres el arcano
Testamento se cumple” -
Dijo así:
—“Miró al humilde y su potente mano magnificó la humana estirpe
en mí”,
— “Doy gloria a Dios. Salud Omnipotente!”
— dijo la virgen con el rostro rosa,
dijo
la virgen: “Toda humana gente me llamará dichosa —
la Dichosa”
Más de
una señorona se dejaba
cortar
la mano por decir igual...
Dijo
María: “Dios miró su esclava
y grande me hizo Aquel que es sin igual”.
Hombre
común fue Cristo, y fue su Madre
mujer
común de una común aldea.
Dios
lo dispuso, cuádrele a quien cuadre,
y
así cantaba aquella niña hebrea.
Los
ángeles callaron media hora
probablemente
a oírla y aprender.
Se
hizo un silencio como media hora...
y
ella ya estaba puesta en un quehacer.
MARY COLERIDGE
(Versión
L. C. C, P.)
VIDA Y COSTUMBRES DE NUESTRA SEÑORA
Vistió la humilde Virgen
lino y lana,
honró en su estado al
grande y al pequeño,
ira, cólera o risa, ni
por sueño
mostró tener, ni
turbación humana.
De estatura de cuerpo fue mediana,
rubio el cabello, y el
color trigueño,
afilada nariz, rostro
aguileño,
cifrado en él un alma
humilde y llana.
Los ojos verdes de color oliva,
la ceja negra y arqueada,
hermosa,
la vista santa,
penetrante y viva.
Labios y boca de purpúrea rosa,
con gracia en las
palabras excesiva,
representando a Dios en
toda cosa.
ANDRES REY DE ARTIEDA
(Español
- Siglo XVI)
P. LEONARDO CASTELLANI
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