Son
tantas y tan grandes y continuas las mercedes y favores que cada uno de
nosotros recibe del Ángel particular de su guarda, que es cosa justa y muy
debida que le hagamos fiesta particular conforme al espíritu de la santa
Iglesia. Porque es verdad católica y muy recibida entre los
sagrados doctores, que todos los hombres, fuera de Cristo nuestro Redentor,
desde el punto que nacen, tienen un Ángel custodio deputado de Dios para su
guarda y defensa. Y dícese
que Cristo no le tuvo, porque siendo Dios y Señor de los ángeles, no tenía
necesidad de ángel que le guardase, antes era conveniente que todos los ángeles
le sirviesen como lo hacían. Pero nosotros por ser tan ignorantes y flacos, y tener
tan poderosos enemigos, hemos menester la ayuda de los soberanos espíritus para
que nuestras almas que son inmortales y compañeras de los mismos ángeles,
puedan henchir las sillas que dejaron vacías aquellos espíritus rebeldes que de
ellas cayeron. Mas ¿qué lengua si
no es de ángel podrá explicar dignamente los beneficios que por sus manos
recibimos? Ellos son los que nos preservaron de mil riesgos para que ya
en naciendo recibiésemos el agua del santo bautismo; ellos nos desviaban muchas
veces de los tropiezos cuando íbamos a caer; ellos ponían en nuestro corazón
las primeras semillas de virtudes; ellos nos descubrían el anzuelo que estaba
escondido debajo del deleite: ellos velaban cuando dormíamos y estaban siempre
a nuestro lado para nuestra defensa. Ellos son los que nos ayudan con santas
inspiraciones, con amonestaciones saludables, y también con reprensiones y sofrenadas
para que nos dejemos conducir enteramente por Dios. Ellos se alegran con
nuestras espirituales ganancias, y se entristecen con nuestras pérdidas: ellos
son los que ofrecen nuestras oraciones y buenas obras al Señor: ellos los que a
la hora de la muerte nos libran del dragón infernal que nos querría tragar:
ellos los que acompañan nuestras almas y las presentan a Dios, los que las
visitan y consuelan en el purgatorio, o las reciben en el paraíso. Todo esto
hacen los santos ángeles custodios; por lo cual debemos engrandecer la suma
bondad de Dios por haber querido que aquellos tan excelentes, tan sabios y tan
gloriosos espíritus sean nuestros tutores, ayudadores y defensores, y también
hemos de reconocer y agradecer los beneficios que nos hacen, profesándoles una
muy tierna y cordial devoción.
Reflexión: Aunque todas
las obras buenas son del agrado de los santos ángeles, pero muy particularmente
se deleitan en la concordia y paz con el prójimo, porque ellos se llaman Ángeles
de paz; en la castidad sin mancha, porque ellos son espíritus purísimos y nos
quisieran ver curados de malas concupiscencias, y semejantes a ellos; y
finalmente en la oración y devoción, porque tienen el encargo de presentar
nuestras súplicas ante el trono de la divina Majestad. Recemos
pues todos los días por la mañana a nuestro Ángel custodio la siguiente oración
enriquecida con cien días de indulgencia y una plenaria al mes.
Oración: Ángel
de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con bondad infinita; iluminadme,
defendedme, regidme y gobernadme en este día. Amén.
FLOS
SANCTORUM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA
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