domingo, 5 de noviembre de 2017

CHRISTE AUDI NOS.



LETANÍAS LAUTERANAS 


 Ego exaudiam de coelo, et propitius ero.

 Yo escucharé desde el cielo, y me manifestaré propicio.


CONSIDERACION I.

   Mientras en otro tiempo ofrecía Salomón con su pueblo grandes sacrificios al Señor, se le apareció diciéndole: yo oiré, (esto es a tu pueblo) desde el cielo, y le seré propicio. En verdad que esta promesa fue muy grande y admirable: lo es igualmente la que hace Cristo a su Madre, pues le promete que todas las súplicas de aquellos que son verdaderos devotos y adoradores de María santísima, los oirá siempre desde el cielo, mostrándose propicio para con ellos en todas las cosas.


CONSIDERACION II.


   Vuelvo a repetir, que así como en otro tiempo decía el Señor a Moisés: yo oí el gemido de los hijos de Israel: así parece que Cristo dice a María: yo oí los ruegos de tus hijos, esto es, doy benignos oídos a todos ellos; doy ayuda, gracia y consuelo a todos los que a ti se encomiendan como devotos hijos y a quienes tu ¡o Madre! proteges como a tales, recibiéndolos bajo tu patrocinio. Por esto deben notarse cuidadosamente las tiernas palabras de esta Madre con las que parece se dirige a sus hijos: yo seré la mejor Madre, sé tú el mejor hijo: del modo con que tú te manifiestes como hijo me mostraré yo como Madre.

CONSIDERACION III.

   Por lo expuesto podemos representarnos a la Santísima Virgen recibiendo muchas súplicas de sus devotos escritas en unas tarjetas que le prestan los Ángeles Custodios  de sus devotos, y la santísima señora eleva dichas súplicas  a su hijo Jesucristo para que obtengan el Fiat. Quien pide ser libre de la infamia, quien de la enfermedad, otro del rayo, aquel de la muerte repentina: quien del espíritu de fornicación, cual de la ira de Dios, y cuantos otros del pecado. Todos estos por María son escuchados, pues el que la tiene por su abogada, experimentará a Cristo como benigno Juez.



ORACION.

¡Oh Señor mío Jesucristo! que para manifestar tu misericordia te atribuyes diversos nombres, pues ya te llamas buen Pastor que busca la ovejuela perdida: ya Rey benigno que perdona a su siervo diez mil talentos: ya samaritano misericordioso que cura las heridas: ya Padre clementísimo que al hijo inobediente y pródigo recibe en su gracia: ruegóte humildemente que a esta oveja errante la vuelvas al redil. ¡O buen Pastor! que a este infiel siervo le perdones sus deudas, ¡o Rey benigno, que sanes otra vez, o samaritano misericordioso, las llagas de mi alma! Y finalmente que a mí, hijo perdido, me recibas otra vez en tu gracia, o clementísimo Padre, y fiado en tu misericordia clamo por intercesión de tu santísima Madre y mía: 
Cristo óyenos.


P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).    

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