LETANÍAS LAUTERANAS
Yo escucharé desde el cielo, y me manifestaré
propicio.
CONSIDERACION I.
Mientras
en otro tiempo ofrecía Salomón con su pueblo grandes sacrificios al Señor, se
le apareció diciéndole: yo oiré, (esto
es a tu pueblo) desde el cielo, y le seré propicio.
En verdad que esta promesa fue muy grande y admirable: lo es igualmente la que
hace Cristo a su Madre, pues le promete que todas las súplicas de aquellos que
son verdaderos devotos y adoradores de María santísima, los oirá siempre desde
el cielo, mostrándose propicio para con ellos en todas las cosas.
CONSIDERACION II.
Vuelvo
a repetir, que así como en otro tiempo decía el Señor a Moisés: yo oí el gemido de los hijos de Israel: así parece que Cristo dice a María:
yo oí los ruegos de tus
hijos, esto es, doy benignos oídos a todos ellos; doy ayuda, gracia y consuelo
a todos los que a ti se encomiendan como devotos hijos y a quienes tu ¡o Madre!
proteges como a tales, recibiéndolos bajo tu patrocinio. Por esto deben notarse cuidadosamente
las tiernas palabras de esta Madre con las que parece se dirige a sus hijos: yo seré la mejor Madre, sé tú el mejor hijo:
del modo con que tú te manifiestes como hijo me mostraré yo como Madre.
CONSIDERACION III.
Por lo expuesto podemos representarnos a la
Santísima Virgen recibiendo muchas súplicas de sus devotos escritas en unas
tarjetas que le prestan los Ángeles Custodios
de sus devotos, y la santísima señora eleva dichas súplicas a su hijo Jesucristo para que obtengan el Fiat. Quien pide ser libre
de la infamia, quien de la enfermedad, otro del rayo, aquel de la muerte
repentina: quien del espíritu de fornicación, cual de la ira de Dios, y cuantos
otros del pecado. Todos estos por María son
escuchados, pues el que la tiene por su abogada, experimentará a Cristo como
benigno Juez.
ORACION.
¡Oh Señor mío
Jesucristo! que para manifestar tu misericordia te atribuyes diversos nombres,
pues ya te llamas buen Pastor que busca la ovejuela perdida: ya Rey benigno que
perdona a su siervo diez mil talentos: ya samaritano
misericordioso que cura las heridas: ya Padre clementísimo que al hijo inobediente
y pródigo recibe en su gracia: ruegóte humildemente que a esta oveja errante la
vuelvas al redil. ¡O buen Pastor! que a este infiel siervo le perdones sus
deudas, ¡o Rey benigno, que sanes otra vez, o samaritano misericordioso, las
llagas de mi alma! Y finalmente que a mí, hijo perdido, me recibas otra vez en
tu gracia, o clementísimo Padre, y fiado en tu misericordia clamo por
intercesión de tu santísima Madre y mía:
Cristo óyenos.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
No hay comentarios:
Publicar un comentario