LETANÍAS Lauretanas:
Exaudivit me Dominus.
El Señor me oyó.
CONSIDERACIÓN I.
Representémonos a Cristo como un sol que
despide todos sus rayos hacia María; y entendamos por estos rayos las infinitas
gracias que Dios derramó en su Madre santísima, y que por medio de esta Señora
nos las distribuye abundantemente a los hombres, ¿y por qué sucede esto así?
para que sepamos que María es como puerta de la gracia; y de consiguiente, que
por su medio puede facilísimamente conseguirla el que toca dicha puerta; esto
es, el que a Dios pide la gracia por medio de su Madre santísima, y el que
unido a María clama:
Cristo escúchanos.
CONSIDERACIÓN II
Ciertamente que el que presentare al Rey
algún memorial o súplica por conducto de la Reina, será despachado antes que
otro alguno. A este modo figurémonos a la santísima Virgen repartiendo a sus
devotos por medio de los ángeles varias súplicas, después de haber obtenido el Fiat de su Hijo santísimo, diciéndoles: el Señor me ha escuchado; (o
lo que es lo mismo) Todo lo que habéis pedido
por mi medio, o devotos míos, y lo más que pidiereis se os concederá.
¿Pedís sanidad? Fiat. ¿Bienes? Fiat. ¿Don de castidad? Fiat. ¿El sustento cotidiano? Fiat.
CONSIDERACIÓN III.
Más conviene saber que no basta clamar una o dos veces
por medio de María. ¡O Cristo escúchanos! sino que debemos
clamar con larga perseverancia hasta que seamos escuchados. Un solo roció no
siempre es suficiente para fertilizar la tierra y producir los frutos: del mismo modo la
primera petición suele no ser al punto escuchada por Dios, por lo cual su Majestad
misma nos amonesta expresamente por el Apóstol, que oremos sin intermisión;
esto es, constantemente: por tanto si nuestras súplicas no son al punto escuchadas, repitámoslas:
si cuando tocamos
la puerta no se nos abre luego, toquemos
otra vez y más recio, y se nos abrirá.
ORACIÓN.
Señor mío Jesucristo que viviendo en la
tierra oíste y despachaste los ruegos dé los hombres que suplicaban, y que
también ahora sentado a la diestra de Dios Padre, concedes tu gracia y auxilios
a los que te ruegan humildemente; yo te suplico oigas mis ruegos, concediéndome
que mi amor a ti crezca siempre, que mi devoción para con tu Madre santísima se
aumente sin cesar: y finalmente que cada día sea mayor en mí la caridad para
con mis prójimos. Para obtener estos tres dones otra vea te ruego por
intercesión de María.
CRISTO ESCÚCHANOS.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
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