LETANÍAS LAUTERANAS
Lleguemos con confianza al trono de la gracia, para que consigamos
misericordia. (Hebreo. 4.)
CONSIDERACION
I.
San Pablo escribió en otro tiempo a los
hebreos el testo citado arriba. Aunque por este trono se entiende
principalmente Cristo como autor de la gracia, pero estas palabras, con no poca
propiedad se pueden también atribuir al trono de María como que está llena de
gracia, según nada menos que la salutación angélica, y es como llave para los tesoros
celestiales: de aquí resulta que así como sin la llave no se puede fácilmente sacar
el tesoro encerrado, así también sin el favor de esta Señora dificultosamente
se obtiene la gracia.
CONSIDERACION
II.
El trono de Salomón, según la Escritura
santa, era custodiado de leones, así también al trono Mariano lo representan
circundado de leones, para denotar que el que se llega a este manantial de
gracias conseguirá una firme protección, seguridad cierta y una fortaleza como
de un león, de tal modo que fortísima y facilísimamente pueda resistir a sus
enemigos mundo carne y diablo.
CONSIDERACION
III.
El
alma pecadora obra con gran prudencia si se acoge a este trono de gracia y
clama a María como en otro tiempo, por medio de la muerte decía Abraham a su
esposa Sara: te ruego digas que eres
mi hermana. A la verdad que el
alma deformada horriblemente por el pecado, se limpiará de nuevo, herida mortalmente,
sanará, y muerta espiritualmente volverá otra vez a la vida, o según la expresión
de San Pablo, se hará nueva criatura en
Cristo.
ORACIÓN
¡Oh Dios! Confieso y adoro tu inefable
misericordia; aquella misma que han alcanzado tantas veces los gravísimos
pecadores; es decir, como la que experimentó
David, que después de aquel suspiro, pequé,
oyó aquellas palabras llenas de
celestial consuelo: el Señor ha perdonado tus
pecados.
Aquella que concediste a Zaqueo,
en cuya casa se experimentó la felicidad por tu
visible presencia.
La que sintió Pedro, que después de negarte
tres Veces, con solo una mirada de tus
divinos ojos, hiciste que por los suyos derramase su corazón contrito.
La que experimenta el ladrón en la cruz,
que en un mismo día consiguió el perdón y el
paraíso.
Esta
misma misericordia que a estos, y a otros mil y mil pecadores has mostrado, la
adoro y rendidamente la imploro otra vez por María santísima diciendo:
Señor, ten misericordia.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
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