jueves, 2 de noviembre de 2017

EXPLICACIÓN DE LAS LETANÍAS



LETANÍAS LAUTERANAS 


 KYRIE, ELÉYSON


Lleguemos con confianza al trono de la gracia, para que consigamos misericordia. (Hebreo. 4.)

CONSIDERACION I.

   San Pablo escribió en otro tiempo a los hebreos el testo citado arriba. Aunque por este trono se entiende principalmente Cristo como autor de la gracia, pero estas palabras, con no poca propiedad se pueden también atribuir al trono de María como que está llena de gracia, según nada menos que la salutación angélica, y es como llave para los tesoros celestiales: de aquí resulta que así como sin la llave no se puede fácilmente sacar el tesoro encerrado, así también sin el favor de esta Señora dificultosamente se obtiene la gracia.

CONSIDERACION II.

   El trono de Salomón, según la Escritura santa, era custodiado de leones, así también al trono Mariano lo representan circundado de leones, para denotar que el que se llega a este manantial de gracias conseguirá una firme protección, seguridad cierta y una fortaleza como de un león, de tal modo que fortísima y facilísimamente pueda resistir a sus enemigos mundo carne y diablo.

CONSIDERACION III.

   El alma pecadora obra con gran prudencia si se acoge a este trono de gracia y clama a María como en otro tiempo, por medio de la muerte decía Abraham a su esposa Sara: te ruego digas que eres mi hermana. A la verdad que el alma deformada horriblemente por el pecado, se limpiará de nuevo, herida mortalmente, sanará, y muerta espiritualmente volverá otra vez a la vida, o según la expresión de San Pablo, se hará nueva criatura en Cristo.  



ORACIÓN

   ¡Oh Dios! Confieso y adoro tu inefable misericordia; aquella misma que han alcanzado tantas veces los gravísimos pecadores; es decir, como la que experimentó David, que después de aquel suspiro, pequé, oyó aquellas palabras llenas de celestial consuelo: el Señor ha perdonado tus pecados.
   Aquella que concediste a Zaqueo, en cuya casa se experimentó la felicidad por tu visible presencia.
   La que sintió Pedro, que después de negarte tres Veces, con solo una mirada de tus divinos ojos, hiciste que por los suyos derramase su corazón contrito.
   La que experimenta el ladrón en la cruz, que en un mismo día consiguió el perdón y el paraíso.
   Esta misma misericordia que a estos, y a otros mil y mil pecadores has mostrado, la adoro y rendidamente la imploro otra vez por María santísima diciendo:
Señor, ten misericordia. 


P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).    

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