Es esta una institución en
que la piedad encuentra un alimento saludable y un atractivo encantador. No contenta
la Iglesia con haber establecido en honor de María numerosas solemnidades
durante el año, destinadas a celebrar cada uno de sus triunfos y cada uno de
sus excelsas prerrogativas, no satisfecha con haber dedicado uno de los días de
la semana y las más bellas horas del día, ha
acogido con aprecio la idea de consagrar a su culto el más hermoso de los meses
del año.
Para celebrar el mes de María, se
aguarda que la naturaleza, despertando de su largo sueño, se presente en toda
su belleza y galanura. Entre nosotros el Mes
de María viene a coronar el año. Cuando la
primavera ha devuelto a la tierra sus ricos atavíos, cuando los valles están
vestidos de flores, cuando las mieses doran los campos, cuando los árboles
comienzan a madurar sus frutos, la Iglesia parece decir a sus hijos: “La naturaleza ha despertado y
las flores esmaltan las praderas; despertad también vosotros para que vuestros
corazones, reanimados como la naturaleza, germinen flores que el tiempo no
marchite, para llevarlas en homenaje a la que es con propiedad la flor más
galana de los campos y el lirio más puro de los valles”.
Entonces la imagen de María se levanta en un trono de flores y
circundada de luces así en el suntuoso templo de las grandes ciudades y en el
modesto santuario de la aldea, como en la alcoba del rico y en el humilde lugar
del obrero, dejándose escuchar en torno de su altar canticos melodiosos, débil remedo
del himno sin fin que los ángeles entonan en su honor en lo más alto de los
cielos.
Durante este Mes de bendiciones todos
corren presurosos a donde los llama el amor maternal. El anciano y el niño, el
rico y el pobre, el sabio y el ignorante, la madre y la doncella, el magistrado
y el guerrero, todos van a contar sus necesidades a la mejor de las madres y a
ponerse bajo la protección de la más poderosa de las reinas. En esta época aparece en toda su intensidad el amor que
el mundo católico profesa a María. Mil voces suplicantes se elevan hacia
ella en solicitud de consuelos y esperanzas. Todo el que devora algún dolor en
el secreto de su alma, todo el que humedece su pan con lágrimas, vuelve a ella
sus miradas suplicantes, seguro de encontrar en su seno de madre un remedio
para sus dolencias y para sus lágrimas una mano
cariñosa que las enjuague.
EL MES DE MARÍA es la síntesis de todas las devociones que tienen por
objeto el culto de la Reina del cielo, el compendio que recuerda todas sus
grandezas y una escuela fecunda en provechosas lecciones para la perfección
moral. Durante esta serie de bellos días, los predicadores del Evangelio y las
piadosas lecturas nos hablan de sus virtudes y nos cuentan cada día una página
de su historia, estimulándonos a amarla y a imitarla.
Presbítero Don
Rodolfo Vergara Antúnez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario