martes, 21 de mayo de 2019

BREVE PRÁCTICA, DEL MES DE MAYO CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS: MEDITACIÓN DÍA 21 DE MAYO.



POR FELIX SARDA Y SALVANY, PBRO.


ACTO DE CONTRICIÓN.


Por la señal, etc.

   A vuestra soberana Madre vengo a honrar, Señor mío Jesucristo, y al querer debidamente hacerlo, me avergüenza ante todo el estado de mi pobre alma, tan llena de ofensas a Vos. Os he faltado, Señor, mil veces, y agraviándoos a Vos, he agraviado juntamente a vuestra dulcísima Madre y mía. ¿Cómo he de poder, pues, presentarme en su presencia sin que le provoque a asco y enojo mi indignidad?

   Vos, Señor mío, que tan misericordioso sois y que desde las entrañas de vuestra dulce Madre habéis traído al mundo tesoros de bondad y de compasión, tenedla de ese pobrecito pecador, y perdonadle una vez más sus negras ingratitudes. ¡Pésame, Señor en lo más vivo de mi alma haber herido con ellas vuestro amante Corazón! ¡Pésame, Padre mío y no quiero ofenderos con ellas ya más! Ayudadme con vuestra gracia para perseverar en este mi arrepentimiento y firme propósito hasta el fin de mi vida. Amén.



ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA.


   Vuestro permiso imploro, Madre y Señora mía, para acercarme, a pesar de mi indignidad, a vuestro altar sagrado. A él vengo, celestial Maestra, para que me instruyáis; a él corro, bondadosa Madre, para que me consoléis; a él me refugio, Abogada poderosísima, para que me protejáis. Todo lo sois, Señora, para el pueblo cristiano y para este infeliz pecador, luz, consuelo, amparo, fuerza, esperanza y segura protección. Enseñadme con el ejemplo de vuestra vida, especialmente con el paso de ella que me propongo hoy meditar; fortalecedme con la divina gracia que benévolamente me alcanzaréis de vuestro Hijo Jesús; consoladme y acariciadme con las infinitas dulzuras de vuestro culto y amor, singularmente en este vuestro devoto Mes. Amén.

   ¡Madre y Señora mía! De vuestro Soberano Hijo y Señor mío otorgadme en estos momentos el especial beneficio de hacer con fruto para mi alma estos breves puntos de meditación.



MEDITACIÓN DÍA 21 DE MAYO.


María en el primer abrazo de su Hijo resucitado. — Preludios del gozo del cielo.


   La primera de las apariciones de Cristo resucitado debió de ser para nuestra Madre y Señora. ¿Cómo podía negar este privilegio de amor a la que tan privilegiado lugar había tenido en la participación de sus dolores? Y si tan tierno estuvo el Señor con las mujeres y con los discípulos, hasta con los que le habían ofendido con su cobardía, ¿cuánto no debió de estarlo para con su dulce Madre, tan digna siempre de su predilección?

   ¡Almas cristianas! los gajes del amor son los dolores; pero no os asustéis, el bondadoso Dueño a quien servimos cuida también lo suficiente de templarlos y contrapesarlos con regaladas dulzuras. Aquel céntuplo que promete el Señor a los que le sirven, junto con la vida eterna, dicen muchos expositores sagrados que es el galardón de los consuelos temporales que concede ya en este mundo a los que no rehúyen el padecer por su amor. Saben esto las almas fieles, y saborean frecuentemente las ignoradas dulzuras de este escondido maná. A los Mártires en sus torturas, a los penitentes en sus asperezas, a los misioneros en sus fatigas, a todas las almas verdaderamente fieles en sus luchas y contradicciones, se hace presente repetidas veces nuestro buen Dios por medio de interiores consolaciones que obligan a exclamar al corazón embriagado con ellas: «¡Cuán grande es Señor, la muchedumbre de los consuelos que guardas escondidos para los que te temen!» No las conoce ni las sospecha el mundo esas suavísimas intimidades del Esposo celestial. Mas no las desconocen, antes las sienten con inefable alegría, cuantos de veras se han dedicado algunos años al servicio de Dios.

   Si te agobia, alma mía, alguna vez el peso de la cruz, confía en la Divina Bondad, que no tardará en hacértela más llevadera con el regalo de sus inefables abrazos, prenda y anticipación de los eternos que te reserva en el paraíso.







DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN.


   Ahora saludaremos fervorosamente el Nombre suavísimo de nuestra Divina Madre con las siguientes jaculatorias y Ave Marías:


Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí, pobre pecador. Ave María.


Arca de Dios y Tesorera del cielo, concededme abundantes gracias para detestar y llorar mis pecados. Ave María.


Reina de cielos y tierra, sedme amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Ave María.


Inmaculada Madre de mi Dios y Señor, alcanzadme lo que os pido para mi salvación. Ave María.


Abogada mía y refugio mío, amparadme en el trance espantoso de la muerte y abridme las puertas del cielo. Ave María y Gloria.



ORACIÓN DE SAN BERNARDO.

(Memorare).


   Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que alguno de los que acudieron a vuestra mediación e imploraron vuestro auxilio fuese desamparado de Vos. Alentado con esta seguridad, a Vos acudo, Virgen Reina de las vírgenes, y aunque agobiado bajo el peso de mis culpas, atrévome á parecer ante vuestra presencia. No despreciéis mis ruegos, antes dignaos atenderlos y favorablemente despacharlos. Amén.



OFRECIMIENTO DEL DÍA...



   Cuanto piense, cuanto hable, cuanto obre y cuanto quiera en este día de vuestro sagrado Mes, os lo ofrezco, purísima Reina de los cielos, como florido homenaje de amor consagrado a vuestra devoción. Sean por Vos todas y cada una de mis respiraciones. Sean por Vos todos y cada uno de los latidos de mi corazón, sean por Vos los deseos más íntimos de mi alma. Os dedico muy especialmente el obsequio o flor espiritual de hoy, y deseo lo recibáis como nueva prenda de mi fidelidad a vuestro amor. Y haced, Señora, que según Vos viva, y en Vos muera, y con Vos reine felizmente por toda la eternidad. Amén.






FLORES ESPIRITUALES:



—21. Una visita al Señor Sacramentado por el fomento de las Misiones en países infieles.




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