POR FELIX SARDA Y SALVANY, PBRO.
ACTO DE CONTRICIÓN.
Por la señal, etc.
A vuestra
soberana Madre vengo a honrar, Señor mío Jesucristo, y al querer debidamente
hacerlo, me avergüenza ante todo el estado de mi pobre alma, tan llena de
ofensas a Vos. Os he faltado, Señor, mil veces, y agraviándoos a Vos, he
agraviado juntamente a vuestra dulcísima Madre y mía. ¿Cómo
he de poder, pues, presentarme en su presencia sin que le provoque a asco y
enojo mi indignidad?
Vos, Señor mío,
que tan misericordioso sois y que desde las entrañas de vuestra dulce Madre
habéis traído al mundo tesoros de bondad y de compasión, tenedla de ese
pobrecito pecador, y perdonadle una vez más sus negras ingratitudes. ¡Pésame, Señor en lo más vivo de mi alma haber herido con
ellas vuestro amante Corazón! ¡Pésame, Padre mío y no quiero ofenderos con
ellas ya más! Ayudadme con vuestra gracia para perseverar en este mi
arrepentimiento y firme propósito hasta el fin de mi vida. Amén.
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA.
Vuestro permiso
imploro, Madre y Señora mía, para acercarme, a pesar de mi indignidad, a
vuestro altar sagrado. A él vengo, celestial Maestra, para que me instruyáis; a
él corro, bondadosa Madre, para que me consoléis; a él me refugio, Abogada
poderosísima, para que me protejáis. Todo lo sois, Señora, para el pueblo
cristiano y para este infeliz pecador, luz, consuelo, amparo, fuerza, esperanza
y segura protección. Enseñadme con el ejemplo de vuestra vida, especialmente
con el paso de ella que me propongo hoy meditar; fortalecedme con la divina
gracia que benévolamente me alcanzaréis de vuestro Hijo Jesús; consoladme y
acariciadme con las infinitas dulzuras de vuestro culto y amor, singularmente
en este vuestro devoto Mes. Amén.
¡Madre y Señora mía! De vuestro Soberano Hijo y Señor mío otorgadme en estos
momentos el especial beneficio de hacer con fruto para mi alma estos breves
puntos de meditación.
MEDITACIÓN DÍA 21 DE MAYO.
María en el primer abrazo de su Hijo resucitado. —
Preludios del gozo del cielo.
La primera de las apariciones de Cristo resucitado debió de ser para
nuestra Madre y Señora. ¿Cómo podía negar este
privilegio de amor a la que tan privilegiado lugar había tenido en la
participación de sus dolores? Y si tan tierno estuvo el Señor con las
mujeres y con los discípulos, hasta con los que le habían ofendido con su
cobardía, ¿cuánto no debió de estarlo para con su
dulce Madre, tan digna siempre de su predilección?
¡Almas cristianas! los gajes del amor son los dolores; pero no os
asustéis, el bondadoso Dueño a quien servimos cuida también lo suficiente de
templarlos y contrapesarlos con regaladas dulzuras. Aquel céntuplo que promete
el Señor a los que le sirven, junto con la vida eterna, dicen muchos
expositores sagrados que es el galardón de los consuelos temporales que concede
ya en este mundo a los que no rehúyen el padecer por su amor. Saben esto las
almas fieles, y saborean frecuentemente las ignoradas dulzuras de este
escondido maná. A los Mártires en sus torturas, a los penitentes en sus
asperezas, a los misioneros en sus fatigas, a todas las almas verdaderamente
fieles en sus luchas y contradicciones, se hace presente repetidas veces nuestro
buen Dios por medio de interiores consolaciones que obligan a exclamar al
corazón embriagado con ellas: «¡Cuán grande es Señor,
la muchedumbre de los consuelos que guardas escondidos para los que te temen!» No
las conoce ni las sospecha el mundo esas suavísimas intimidades del Esposo
celestial. Mas no las desconocen, antes las sienten con inefable alegría,
cuantos de veras se han dedicado algunos años al servicio de Dios.
Si te agobia, alma mía, alguna vez el peso
de la cruz, confía en la Divina Bondad, que no tardará en hacértela más
llevadera con el regalo de sus inefables abrazos, prenda y anticipación de los
eternos que te reserva en el paraíso.
DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN.
Ahora saludaremos fervorosamente
el Nombre suavísimo de nuestra Divina Madre con las siguientes jaculatorias y
Ave Marías:
—Madre
mía amantísima, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí, pobre
pecador. Ave María.
—Arca
de Dios y Tesorera del cielo, concededme abundantes gracias para detestar y
llorar mis pecados. Ave María.
—Reina
de cielos y tierra, sedme amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos.
Ave María.
—Inmaculada
Madre de mi Dios y Señor, alcanzadme lo que os pido para mi salvación. Ave
María.
—Abogada
mía y refugio mío, amparadme en el trance espantoso de la muerte y abridme las
puertas del cielo. Ave María y Gloria.
ORACIÓN DE SAN BERNARDO.
(Memorare).
Acordaos, oh
piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que alguno de los que
acudieron a vuestra mediación e imploraron vuestro auxilio fuese desamparado de
Vos. Alentado con esta seguridad, a Vos acudo, Virgen Reina de las vírgenes, y
aunque agobiado bajo el peso de mis culpas, atrévome á parecer ante vuestra
presencia. No despreciéis mis ruegos, antes dignaos atenderlos y favorablemente
despacharlos. Amén.
OFRECIMIENTO DEL DÍA...
Cuanto piense,
cuanto hable, cuanto obre y cuanto quiera en este día de vuestro sagrado Mes,
os lo ofrezco, purísima Reina de los cielos, como florido homenaje de amor
consagrado a vuestra devoción. Sean por Vos todas y cada una de mis
respiraciones. Sean por Vos todos y cada uno de los latidos de mi corazón, sean
por Vos los deseos más íntimos de mi alma. Os dedico muy especialmente el
obsequio o flor espiritual de hoy, y deseo lo recibáis como nueva prenda de mi
fidelidad a vuestro amor. Y haced, Señora, que según Vos viva, y en Vos muera,
y con Vos reine felizmente por toda la eternidad. Amén.
FLORES ESPIRITUALES:
—21. Una visita al Señor Sacramentado por el fomento de las Misiones en países infieles.
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