jueves, 23 de mayo de 2019

BREVE PRÁCTICA, DEL MES DE MAYO CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS: MEDITACIÓN DÍA 23 DE MAYO.




POR FELIX SARDA Y SALVANY, PBRO.


ACTO DE CONTRICIÓN.



Por la señal, etc.


   A vuestra soberana Madre vengo a honrar, Señor mío Jesucristo, y al querer debidamente hacerlo, me avergüenza ante todo el estado de mi pobre alma, tan llena de ofensas a Vos. Os he faltado, Señor, mil veces, y agraviándoos a Vos, he agraviado juntamente a vuestra dulcísima Madre y mía. ¿Cómo he de poder, pues, presentarme en su presencia sin que le provoque a asco y enojo mi indignidad?

   Vos, Señor mío, que tan misericordioso sois y que desde las entrañas de vuestra dulce Madre habéis traído al mundo tesoros de bondad y de compasión, tenedla de ese pobrecito pecador, y perdonadle una vez más sus negras ingratitudes. ¡Pésame, Señor en lo más vivo de mi alma haber herido con ellas vuestro amante Corazón! ¡Pésame, Padre mío y no quiero ofenderos con ellas ya más! Ayudadme con vuestra gracia para perseverar en este mi arrepentimiento y firme propósito hasta el fin de mi vida. Amén.




ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA.



   Vuestro permiso imploro, Madre y Señora mía, para acercarme, a pesar de mi indignidad, a vuestro altar sagrado. A él vengo, celestial Maestra, para que me instruyáis; a él corro, bondadosa Madre, para que me consoléis; a él me refugio, Abogada poderosísima, para que me protejáis. Todo lo sois, Señora, para el pueblo cristiano y para este infeliz pecador, luz, consuelo, amparo, fuerza, esperanza y segura protección. Enseñadme con el ejemplo de vuestra vida, especialmente con el paso de ella que me propongo hoy meditar; fortalecedme con la divina gracia que benévolamente me alcanzaréis de vuestro Hijo Jesús; consoladme y acariciadme con las infinitas dulzuras de vuestro culto y amor, singularmente en este vuestro devoto Mes. Amén.

   ¡Madre y Señora mía! De vuestro Soberano Hijo y Señor mío otorgadme en estos momentos el especial beneficio de hacer con fruto para mi alma estos breves puntos de meditación.




MEDITACIÓN DÍA 23 DE MAYO.


María esperando la Venida del Espíritu Santo. —Celo por la perfección del prójimo.




   Después de la Ascensión del Señor se recogieron los Apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén, para aguardar en oración la Venida del Espíritu Santo que se les había prometido. María, que tenía ya en sí toda la plenitud de los divinos dones, se encerró, no obstante, con el Apostolado en aquel piadoso retiro, para unir a las de los discípulos sus oraciones.


   Mucho debes trabajar, alma mía, por tu propia santificación, pero mucho puedes y mucho debes también interesarte y trabajar per la santificación de tus hermanos. «A cada cual ha dado Dios cargo de su prójimo,» dice el Apóstol; y esta expresión significa el deber del celo para la perfección en la virtud de las almas que por nosotros pueden ser ayudadas. María en el Cenáculo oraba, y con esta su oración alentaba y encendía la oración de aquellos discípulos, y la acompañaba hasta el trono del Eterno, y la ayudaba a lograr de la divina misericordia el apetecido don. ¿Enseñas a orar a tus hermanos? ¿Oras al menos por ellos y por sus necesidades? Aunque no seas sacerdote o Religioso, a quienes obliga de un modo especial a esa oración por los demás su profesión respectiva, puedes y debes en algunos casos, alma fervorosa, hacer lo que hacía en el Cenáculo con los Apóstoles allí reunidos la Madre de Dios. Véante, pues, tus prójimos en el templo piadosa y edificante; oigan de tus labios enseñanzas de perfección y vida interior; hállente siempre pronta en su auxilio, con el de tus oraciones, en todas sus necesidades, así espirituales como corporales. Es una de las mayores obras de misericordia rogar a Dios por los vivos y por los difuntos, y muy a menudo traemos olvidada esta obligación


   Por los vivos y por los muertos, por los justos y por los pecadores, por tus conocidos y por los que nunca has de conocer, por los que bien te quieren y por los que te quieren mal, ora frecuentemente, alma cristiana, y ora con celo y fervor.





DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN.



   Ahora saludaremos fervorosamente el Nombre suavísimo de nuestra Divina Madre con las siguientes jaculatorias y Ave Marías:


Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí, pobre pecador. Ave María.


Arca de Dios y Tesorera del cielo, concededme abundantes gracias para detestar y llorar mis pecados. Ave María.


Reina de cielos y tierra, sedme amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Ave María.


Inmaculada Madre de mi Dios y Señor, alcanzadme lo que os pido para mi salvación. Ave María.


Abogada mía y refugio mío, amparadme en el trance espantoso de la muerte y abridme las puertas del cielo. Ave María y Gloria.



ORACIÓN DE SAN BERNARDO.

(Memorare).


   Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que alguno de los que acudieron a vuestra mediación e imploraron vuestro auxilio fuese desamparado de Vos. Alentado con esta seguridad, a Vos acudo, Virgen Reina de las vírgenes, y aunque agobiado bajo el peso de mis culpas, atrévome á parecer ante vuestra presencia. No despreciéis mis ruegos, antes dignaos atenderlos y favorablemente despacharlos. Amén.




OFRECIMIENTO DEL DÍA...


   Cuanto piense, cuanto hable, cuanto obre y cuanto quiera en este día de vuestro sagrado Mes, os lo ofrezco, purísima Reina de los cielos, como florido homenaje de amor consagrado a vuestra devoción. Sean por Vos todas y cada una de mis respiraciones. Sean por Vos todos y cada uno de los latidos de mi corazón, sean por Vos los deseos más íntimos de mi alma. Os dedico muy especialmente el obsequio o flor espiritual de hoy, y deseo lo recibáis como nueva prenda de mi fidelidad a vuestro amor. Y haced, Señora, que según Vos viva, y en Vos muera, y con Vos reine felizmente por toda la eternidad. Amén.


 



FLORES ESPIRITUALES:


—23. Practicar una diligencia cualquiera para traer a buen camino a una persona apartada de Dios.



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