Cuya Sagrada Imagen, insigne
en milagros, se
veneraba en el Religioso Convento de los Padres
Mercedarios Descalzos, Redentores de Cautivos, de la ciudad de Granada; sacada
de las obras de la venerable Madre María de Jesús de Águeda.
Que ofrece a los
devotos de la Reina del Cielo, a petición de un alma devota de la Santa
Imagen.
Escrito por Fray Miguel del Santísimo
Sacramento, religioso de la misma Orden e impreso en el año 1755.
COMENZAMOS: 16 de diciembre.
FINALIZAMOS: 24 de
diciembre.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS
DÍAS.
Soberana Señora, Emperatriz de los Cielos y
Tierra, Estrella refulgente del Mar, que
alumbras a los errados navegantes hijos de Adán: Yo, el más indigno de todos
ellos, me postro ante tu sagrada imagen de Belén, venerándote en tu dichoso
Parto, como legitima, y natural Madre de Dios, y Virgen Purísima; y te suplico,
que, en esta Novena, que consagro a tus aras, te dignes de ser mi Madre, pues
lo eres de todos; y me alcances del Trono de tu Santísimo Hijo, pureza de
Intención, y conformidad con su Santísima voluntad, para que por tu Santísima
intercesión sean mis ruegos, y suplicas oídas de su piedad, para que
venerándote en esta vida, ante tu Santa Imagen te adore eternamente en la
gloria. Amén.
—Luego se rezan nueve Ave Marías, en
memoria de los nueve meses, que estuvo el Verbo Divino en su purísimo Vientre,
e inmediatamente se dicen las Oraciones siguientes…
DÍA QUINTO (20 de diciembre).
PRÍMERAS PALABRAS QUE
DIJO A SU MADRE EL NIÑO Y RESPUESTA DE LA VIRGEN.
Considera, como después, que se vieron Hijo, y Madre con la mayor ternura, que se puede considerar,
prorrumpió el Divino Niño en estas tiernas palabras a su Santísima Madre: Madre, asimílate a mí,
que por el sér humano, que me has dado, quiero desde hoy, darte otro nuevo ser
de gracia más levantado, que siendo de pura criatura, se asimile al mío, que soy
Dios, y hombre, por imitación perfecta.
A cuyas dulces palabras respondió la prudentísima Señora: Llévame Señor, y tras de
ti correremos en el olor de tus ungüentos.
ORACIÓN.
Soberana Señora, que por tu altísima Santidad
mereciste ser la primera Discípula del Maestro dé la vida tu dulcísimo Hijo y
como tal apreciaste el modo de asimilarte a él, por imitación perfecta y te
ofreciste a correr cual ciervo tras el olor de sus virtudes.
Concédame, Soberana Señora
que de tal fuerte disponga yo el gobierno de mí vida, que no discrepe un punto
de la tuya, para que siempre corra en tu seguimiento, hasta gozarle, sin temor
de perderle, en la eterna Patria. Amén.
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