lunes, 20 de octubre de 2025

MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A MARÍA A TRAVÉS DEL SANTO ROSARIO. DÍA 22.

 

El Tesoro del Alma en los Misterios del Santo Rosario. Por Soledad Arroyo (De la V. O. T. de Santo Domingo).

Madrid Imprenta de los hijos de Gómez Fuentenebro. Calle de Bordadores. —1909.

 

Nos el Doctor don José María Salvador y Barrera,

POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA, OBISPO DE MADRID·ALCALÁ, CABALLERO GRAN CRUZ DE LA REAL Y DISTINGUIDA ORDEN DE ISABEL LA CATÓLICA, COMENDADOR DE LA DE CARLOS III, CONSEJERO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA, CAPELLÁN DE HONOR DE S., M., SU PREDICADOR Y DE SU CONSEJO, ETC., ETC.

   HACEMOS SABER: Que venimos en conceder y por el presente concedemos licencia para que pueda imprimirse y publicarse en esta Diócesis el libro titulado EL TESORO DEL ALMA EN LOS QUINCE MISTERIOS DEL ROSARIO, Ó EL MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A MARÍA, Y LOS QUINCE SABADOS DEL ROSARIO, por Soledad Arroyo, mediante que de nuestra orden ha sido leído y examinado, y según la censura, nada contiene que no se halle en perfecta armonía con los dogmas y enseñanzas de la Iglesia Católica.

 

   En testimonio de lo cual, expedimos el presente, rubricado de nuestra mano, sellado con el mayor de nuestras armas, y refrendado por nuestro Secretario de Cámara y Gobierno en Madrid a 8 de Marzo de 1909. José María, Obispo de Madrid - Alcalá. Por mandado de S. E. I., el Obispo mi Señor, Dr. Luis Pérez, Secretario.

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN.

 

   Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, a mí me pesa, pésame Señor, de todo corazón de haberos ofendido; y propongo firmemente de nunca más pecar, de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere; y por vuestro amor perdono a todos mis enemigos; ofrezcoos mi vida, Obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados: así como os lo suplico, asi confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonareis por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.



 ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS



   Reina del santísimo Rosario, dulcísima Madre de nuestras almas: aquí tenéis a vuestros hijos que, confusos y arrepentidos de sus miserias, fatigados por las tribulaciones de la vida, y confiando en vuestra maternal protección, vienen a postrarse ante vuestro altar en este mes consagrado a honraros por el supremo Jerarca de la Iglesia.


   ¡Oh Madre amorosísima! Nosotros queremos obsequiaros dedicándoos estos breves momentos con toda la efusión de nuestras almas. Acogednos bajo las alas de vuestro maternal amparo, cubridnos con vuestro manto y atraednos bondadosa a vuestro purísimo Corazón, depósito de celestiales gracias.

   Dejaos rodear de vuestros hijos, que están pendientes de vuestros labros. Hablad, Madre querida, para que oyéndoos sumisos y poniendo en práctica las santas inspiraciones que cual maternales consejos os dignéis concedernos durante este bendito mes, logremos la dicha de vivir cumpliendo con perfección la santísima voluntad de vuestro Divino Hijo, creciendo en todo momento su amor en nuestros corazones, para que logremos la dicha de alabarle con Vos eternamente en la Gloria. Amén.



DÍA VIGÉSIMO SEGUNDO —22 de octubre.

 

Primera consideración sobre el quinto: Misterio doloroso.

 

De la virtud de la obediencia.

  

   Hagamos esta consideración a la sombra del árbol de vida de la Cruz, regado con la preciosísima Sangre de nuestro Divino Redentor, que gran fruto espiritual podremos sacar, si contemplamos debidamente las sublimes lecciones y admirables ejemplos que nos ofrece el Divino Maestro, sirviéndole de cátedra esa Cruz. ¡Ojalá supiésemos comprender todas las virtudes que desde ella nos predica, y que con el fervor de esta contemplación nos lanzásemos a practicarlas con denuedo!

 

   Pero entre todas estas virtudes de que nos da ejemplo, vamos a fijarnos solamente en la virtud de la obediencia. Sí; Jesús obedece. Ese Dios Omnipotente que sostiene con su dedo la inmensa bóveda del firmamento, obedece. ¡Qué confusión para el vil gusanillo que no quiere obedecer a Dios en la persona de sus superiores! Pero lo que más asombra es considerar a quién obedece. Esta lección sí que debemos meditarla atentamente, si por desgracia juzgamos que la obediencia obliga sólo en relación con la virtud y la prudencia de nuestros superiores. Jesús obedece, pero no a hombres prudentes, sabios y caritativos, sino que obedece a inicuos jueces, a sentencias formuladas contra toda justicia y a inhumanos verdugos que se burlan ferozmente de la inocente Víctima que van a sacrificar. ¿Y en qué obedece? ¿Pensará Jesús si es demasiado penosa la obediencia, o si está dictada por la prudencia o la caridad? No Obedece sin examen, presentando sus pies y manos sacratísimos para que viles clavos les traspasen cruelísimamente, y ni una queja, ni una repulsa, ni una objeción siquiera, se escapa de sus divinos labios al escuchar las órdenes inhumanas de aquellos soeces verdugos, a quienes obedece el Supremo Hacedor con la mayor sumisión y mansedumbre. ¡Ah! ¡Cuán sublime ejemplo y soberano remedio para nuestro orgullo nos ofrece, en esta admirabilísima obediencia, nuestro Divino Redentor!

 

   Es la virtud de la obediencia la que, por decirlo así, avalora todas nuestras obras, y reduce todos nuestros deberes a no solo, que es obedecer; según en el Diálogo de Santa Catalina lo manifestó el Señor a la Santa, diciendo de esta virtud: “¡Oh cuán dulce y gloriosa es la virtud de la obediencia, por la cual existen todas las demás virtudes, pues nace de la caridad! Sobre ella está fundada la piedra de la santa fe; y es como una reina majestuosa. El que la posee tiene todos los bienes, y no experimentará mal alguno. Todos sus días son colmados de paz y reposo, y no llegan a él las olas irritadas del mar tempestuoso del mundo. El centro de su alma es inexpugnable a la pasión del odio, aun cuando se le injurie, porque quiere obedecer y sabe que está ordenado el perdón. No siente amargura cuando no son satisfechos todos sus deseos, porque la obediencia hace que no desee realmente más que a Mí, que puedo, sé y quiero satisfacer todos sus deseos. Se ha apartado de todas las alegrías mundanas, y encuentra en todas las cosas una dichosa paz. Nadie puede entrar en la vida eterna sin la obediencia; pues ella es la llave que abre la puerta del Paraíso, cerrada por la desobediencia de Adán”.

 

   Bien podremos comprender por lo dicho la necesidad y excelencia de la virtud de la obediencia; pero no olvidemos que nuestra obediencia ha de ser inspirada en motivos sobrenaturales, y que no debemos fijarnos nunca en la personalidad de los superiores, sino en su autoridad, que se deriva de la del mismo Dios, a quien obedecemos en ellos. Por lo tanto, poco importa para obedecer que sean, o nos parezcan, más o menos virtuosos y prudentes; lo que interesa es obedecer con rendimiento de juicio y prontitud en cuanto nos manden, no siendo pecado. Nada perjudicará tampoco a nuestra obediencia que esto sea más o menos acertado, pues, aunque ellos erraran en lo que nos mandan, nosotros siempre acertaremos obedeciendo, pudiendo ser más meritoria la obediencia a medida que sea menos prudente el mandato; y muchas veces se ha servido el Señor, para perfeccionar esta virtud, de superiores poco idóneos y prudentes.

 

   No dejaremos de recordar aquí el consejo que Santa Teresa da a las personas que quieran seguir camino de perfección en el mundo, diciéndolas, que deben sujetarse por completo a la obediencia de un buen director. Consejo importantísimo, en verdad, pues siguiéndole se camina rápida y seguramente a la perfección. Pero este sacrificio de la propia voluntad ha de hacerse generosa y completamente, entregándose sin reserva en manos de la obediencia, cueste lo que cueste, y renunciando para siempre a la propia voluntad; y de este modo practicaremos con gran mérito la obediencia, según se lee en el citado Diálogo de Santa Catalina: «Hay personas —dijo el Señor a la Santa que no están incorporadas a una Orden religiosa, y que sin embargo están en la barca de la perfección. Estas son las que observan los consejos sin ser religiosos, y que renuncian real y espiritualmente las riquezas y pompas del mundo, guardan la castidad, sea en el estado de virginidad, sea en el perfume de la continencia, y observan la obediencia sometiéndose a una persona, a la cual se esfuerzan en obedecer perfectamente hasta la muerte. Si tú me preguntas quién tiene más mérito, si los que obedecen de este modo, o los que están en una Orden, te responderé que el mérito de la obediencia no se mide por los actos, por el lugar, o por la persona, que puede ser buena o mala, seglar o religiosa. El mérito de la obediencia está en el amor del que obedece, y este amor es la medida de la recompensa”.

 

EJEMPLO


   El Beato Fr. Gabriel de Ancona, siendo Guardián de una casa de la Observancia, había mandado a un novicio que todos los días rezase una parte del Rosario a la Santísima Virgen antes de comer; el cual un día, por ocupaciones de la obediencia, se olvidó de rezarla. El Guardián, inspirado por Dios, preguntó al novicio si la había rezado aquel día, y como le respondiese que no, le reprendió muy ásperamente y le mandó levantar de la mesa, y que luego se fuese a rezarla. El novicio obedeció, arrodillándose ante el altar mayor. De allí a poco, mandó el Guardián al que servía la mesa, que fuese a mirar lo que hacía el novicio, y acechándole por la puerta, vio un ángel sobre la cabeza del novicio, que devotamente oraba, el cual ponía diez rosas y un lirio de oro en un hilo, y embebido en esta visión y consolación, no se acordó de volver a dar respuesta al Guardián, el cual envió otro de los que servían, y después otro; y viendo que ninguno volvía, fué él mismo con todos los frailes, y vieron aquella angélica aparición. Cuando el novicio terminó, el ángel ató el hilo, e hizo una guirnalda de rosas y lirios, la puso sobre la cabeza del novicio, y desapareció. De esta aparición quedó una maravillosa señal; que en el lugar donde el novicio hacía oración, se sintió por algunos años muy suave olor a rosas y lirios. El novicio perseveró en su devoción y no mucho tiempo después, pasó de ésta a la otra; vida.

(Martínez de la Parra.)

 

SANTOS Y REYES DEVOTOS DEL ROSARIO

 

   San Luis Gonzaga fué tan devoto del Santísimo Rosario, que confesaba deber su vocación religiosa a esta devoción. (Revista del Rosario)

 

   Fernando I de Aragón fundó la orden de caballeros de las Azucenas, que llevaban como blasón la imágen de la Virgen bajo la advocación del Rosario; y a los cuales impuso la obligación de rezarle todos los días(P. Alvarez.)


ELOGIOS PONTIFICIOS DEL ROSARIO


Al Rosario se debe la salud de los fieles. (Clemente VIII.)


OBSEQUIO

 

   El obsequio a la Santísima Virgen para este día, y lo mismo para todos los del mes será redoblar en cada uno de ellos el fervor en la recitación del Santo Rosario, y la atención en la meditación de sus misterios. También se podrá ofrecer a la Santísima Virgen como obsequio, los actos de piedad que inspire a cada uno su devoción.

 

 

SÚPLICAS Á LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS LOS DÍAS DEL MES.

 

 

   Os saludamos, Virgen Santísima, Hija de Dios Padre, bendiciendo a Dios, que os preservó de toda mancha en vuestra Inmaculada Concepción. Por tan excelsa prerrogativa os rogamos nos concedáis pureza de alma y cuerpo, y que nuestras conciencias estén siempre libres, no sólo del pecado mortal, sino también de toda voluntaria falta é imperfección. (Avemaría).

 

   Os saludamos, Virgen Santísima, Madre de Dios Hijo, bendiciendo a Dios, que os concedió el privilegio de unir la virginidad a la maternidad divina. Por tan singular beneficio os rogamos que nos concedáis la gracia de vivir cumpliendo nuestras respectivas obligaciones, sin apartarnos nunca de la presencia de Dios, dirigiendo a su gloria y ofreciendo, por su amor hasta nuestro más leve movimiento, santificando, así todas nuestras obras. (Avemaría).

 

   Os saludamos, Virgen santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, bendiciendo a Dios por la gracia que os concedió en vuestra Asunción, glorificándoos en alma y cuerpo. Por tan portentosa gracia os rogamos nos alcancéis la de una muerte preciosa a los ojos del Señor y que nos consoléis bondadosa en aquellos supremos momentos, para que, confiados en vuestro poderoso auxilio, resistamos a los combates del enemigo y muramos dulcemente reclinados en vuestros amantes brazos. (Avemaría).

 

 

ORACIÓN FINAL

 

 

   ¡Oh Virgen Santísima del Rosario, Madre de Dios, Reina del cielo, consuelo del mundo y terror del infierno! ¡Oh encanto suavísimo de nuestras almas, refugio en nuestras necesidades, consuelo en nuestras penas, desalientos y pruebas! A Vos llegamos con filial confianza para depositar en vuestro tiernísimo Corazón todas nuestras necesidades, deseos, temores, tribulaciones y empresas. Vos, Madre mía, lo conocéis todo y omnipotente por gracia, podéis remediarnos. Vos nos amáis, Madre querida, y queréis todo nuestro bien. ¡Ah y cuán consolador es saber que no hay dolor para el que no nos ofrezcáis alivio, ni situación para la que no haya misericordia en vuestro amante Corazón! Por esto nos arrojamos confiadamente en vuestros brazos, esperando vuestro amparo maternal. Somos vuestros hijos, aunque indignos por nuestras miserias y por la ingratitud con qué hemos correspondido a vuestros maternales. favores. Pero una vez más, perdonadnos, oíd nuestras súplicas y despachadlas favorablemente. Haced, Madre querida, que no olvidemos las saludables enseñanzas que se desprenden de la consideración de los misterios del santo Rosario, ni las inspiraciones que durante ella nos habéis concedido, para que, imitándoos como buenos hijos, durante el destierro de la vida, merezcamos la dicha de vivir con Vos en las alegrías de la patria bienaventurada, alabando y bendiciendo al Señor por los siglos de los siglos. Amén.


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