martes, 14 de octubre de 2025

MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A LA DEVOCIÓN DEL SANTÍSIMO ROSARIO. DÍA 14.

 

Por el Presbítero Ildefonso Portillo, Cura y Vicario Foráneo de Guanajuato.

León 1901.

Tip. Guadalupana de Camilo Segura.

El llmo. Sr. Dr. Atenógenes Silva, Dignísimo Arzobispo de Michoacán, se ha dignado conceder ochenta días de indulgencias a todos los fieles cristianos de su provincia por la práctica de las oraciones y meditaciones correspondientes a cada uno de los días de este mes, consagrado a la devoción del Santísimo Rosario.

 

 

Visto el dictamen favorable del Sr. Promotor fiscal, Pbro. D. Marino de J. Correa, concedemos Nuestra licencia para que, el Sr. Cura de Guanajuato D. Ildefonso Portillo imprima y publique el manuscrito intitulado «Mes de Octubre consagrado a la devoción del Santísimo Rosario,» con calidad de que no vea la luz pública, sin que previamente sea cotejado el impreso con el original por el mismo Sr. Censor. Lo decretó y firmó el llmo. Sr. Obispo. M. F. El Obispo.

Ángel Martínez. (Srio)

 

Por la señal  de la Santa Cruz, de nuestros  enemigos, líbranos Señor  Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN.

 

   Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, a mí me pesa, pésame Señor, de todo corazón de haberos ofendido; y propongo firmemente de nunca más pecar, de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere; y por vuestro amor perdono a todos mis enemigos; ofrezcoos mi vida, Obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados: así como os lo suplico, asi confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonareis por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme y perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

 

 

ORACIÓN PREPARATORIA



   Señor mío Jesucristo, mi padre y sumo bien a quien amo con todo mi corazón y de lo íntimo de mi alma te pido humildemente que ostentes en mi favor tus misericordias, perdonando mis pecados y dándome tu gracia para meditar con fruto los sagrados misterios que se nos proponen en el Rosario, y de esta meditación se inflame mi corazón en tu divino amor, procurando imitar las virtudes que resplandecen en ellos; logrando la enmienda de mi vida y la sujeción de todas mis inclinaciones a tus adorables mandamientos, como lo espero de tu clemencia paternal.

   Convierte tu alma al Señor.

   Vuelve alma mía hacia tu centro y no pierdas estos momentos que tu Dios te concede para obrar tu salvación. El pasado ya no existe; el futuro es incierto, y el presente no dura más que un momento, y este presente se te concede para que medites en las finezas del amor de tu Dios, te inclines á El y ganes la eternidad. Tres pensamientos deben ocuparte ¡oh alma mía! Dios te ve: Dios te oye: Dios está cerca de tí.


   Dios te ve. ¡Ah, Señor! ¿qué veis? Un ser muy débil, miserable y enteramente indigno de ponerse ante tus ojos. ¡Ay! que tus miradas, al menos, no se muestren ofendidas de mi ligereza y flojedad.


   Dios te oye. ¿Qué oyes Dios mío? el lenguaje de una pobre criatura aquejada por mil y mil pesares que no sabe cómo decirlos.


   Dios está cerca de tí. Si te hallases en presencia de un rey de la tierra ¿cuál sería tu respeto y prudencia? Estás delante de Dios, presente en las aras: el Rey por quien los reyes ocupan sus tronos, el Rey de los reyes. ¿Tendrás bastante osadía para mostrarte ligero y distraído?


   Espíritu Santo, á tí toca el derramar las luces para aclarar la inteligencia, encender el amor en el corazón, y el espíritu de piedad en el alma entera. Dame, Señor la abundancia de tus dones, a fin de que sea menos indigno de acercarme a un Dios que me llama hacia sí. Permíteme, ¡oh Señor! que mi atención se fije en los puntos que voy a meditar.

 


ORACIÓN



   Os adoro, Dios mío, con todo el afecto de mi alma y os pido gracia para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de vuestra divina Majestad.

   Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza.


14 DE OCTUBRE.

 

MEDITACIÓN

 

SOBRE LA FLAGELACION DE JESUCRISTO.

 

PUNTO 1

 

   Considera como habiendo sido puesto el Salvador en poder de una soldadesca insolente y feroz, se apoderaron de él aquellas manos sacrílegas, le arrancaron violentamente sus vestiduras y le amarraron a una de las columnas del patio del Pretorio. ¡Oh que ignominiosa confusión para el Dios que extiende sobre la tierra un velo de nubes, que cubre el cielo de gloria, que viste las aves de plumas, las flores de un matiz perfumado y llena de blancura el lirio de los campos, verse expuesto, en una vergonzosa desnudez, en espectáculo a las miradas licenciosas, a las burlas sacrílegas de todo un pueblo! David, el profeta historiador, refiriendo esta circunstancia, dice que un inmenso rubor encendió entonces el rostro del Salvador, y que esparciéndose desde el rostro sobre todo su cuerpo virginal, llegó a todos sus miembros, los cuales se cubrieron también, lo mismo que su semblante, de ignominia y de vergüenza. ¡Descended espíritus celestiales; venid a cubrir con vuestras alas respetuosas este cuerpo sagrado, milagro de candor y de pureza, y libradle de las miradas impúdicas, de las burlas insolentes de los hijos del pecado! Mas no; suspended vuestro vuelo, ángeles santos, vuestra piedad hacia él no os haga olvidar que nosotros, desventurados, necesitamos también de piedad. Nosotros somos esos infortunados sobre quienes la justicia divina ha pronunciado, en su cólera, el terrible anatema que nos condena a una confusión eterna. ¡Ay! sin la confusión, sin la ignominia que cubre en este momento al Hijo de Dios, la nuestra no podría ser expiada ni borrada. Dejadle, pues, que cumpla ese grande misterio de misericordia para con nosotros; porque si él se digna sufrir así el oprobio de la desnudez, lo hace por nosotros y para librarnos de la terrible ignominia que hemos merecido. Pero hay una confusión mucho más terrible para el Hijo de Dios, como dice San Buenaventura, y es la vergüenza de verse cargado con todas las deshonestidades de los hombres, y de llevar a la presencia de Dios toda la responsabilidad del castigo que ellas merecen, sin haber habido en él ni aún sombra siquiera de pecado. Qué oprobio en efecto para el Dios de la pureza, el verse así expuesto a la vista del cielo y de la tierra, como culpable de todos los pensamientos, de todas las complacencias interiores contra la santa virtud, de todos los discursos licenciosos, de todas las miradas impúdicas, de todos esos groseros trasportes de los sentidos de que se avergonzarían los mismos brutos, y que los hombres sin embargo forman un objeto de diversión y de triunfo.

 

PUNTO 2

 

   Considera la vergüenza que sentiría Jesucristo al grabarse en su espíritu y representarse en su imaginación tan pura, las disoluciones con que los cristianos del siglo habían de deshonrar su cuerpo místico, es decir, la Iglesia. Estos excesos de que se ve cargado son los que más le humillan, los que le confunden y le atraviesan el corazón; y, sin embargo, para expiarlos se penetra cada vez más del sentimiento de la horrible y secreta ignominia que sufre y que ofrece a su Padre, a fin de hacerle aceptar su intensidad, su mérito y su virtud. Esta inmensa confusión de Jesucristo a vista de esos pecados sensuales, que sin embargo no eran suyos, es una elocuente advertencia de la vergüenza que deben causar los pecados obscenos. Así, pues, ¡desgraciada de tí, mujer sin virtud, que llevas en tu frente la marca de la deshonestidad, y que lejos de ruborizarte de tus extravíos, haces de ellos un objeto de triunfo y de vanagloria! La vergüenza del pecado es ya una disposición para no volver a cometerlo, para detestarlo y obtener el perdón. Mas, al despojaros vosotros de esta vergüenza, habéis perdido la gracia de poder arrepentiros. Vosotros estáis en la pendiente de vuestra ruina, en el borde de un precipicio, en la víspera del abandono de Dios. Temblad, pues, y cubríos de confusión, en vez de adormeceros en vuestras diversiones y en vuestros goces insensatos, porque sois tanto más dignos de lástima, y estáis tanto más separados de la salvación eterna, cuanto menos tembláis y menos os ruborizáis de vuestros pecados. Pedidle al Señor esta confusión y rubor interno de vuestras culpas.


ORACIÓN PARA DESPUES DE LA MEDITACIÓN

 


   Gracias te doy, Señor, porque te dignaste recibir en tu presencia a la más pobre y más débil de tus criaturas. Me prosterno a tus pies para pedirte perdón de mis distracciones y de mi indolencia. Confío ¡Dios mío! a tu bondad las buenas resoluciones que me has inspirado: solo tú puedes hacerlas eficaces con tu concurso poderosísimo: no me las niegues.

   ¡Oh María! la más tierna de las madres. Ven también en mi ayuda y no me abandones; alcánzame la gracia de permanecer fiel a tus promesas y de poder cumplir exactamente las resoluciones que he tomado, a las plantas de mi Dios.

   ¡Oh Ángel bondadoso de mi guarda! suplicóte que me recuerdes mis resoluciones y ayúdame a seguirlas fielmente. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

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