Toda la vida de este
gran obispo y apóstol de María es un tejido de maravillas, en el cual no sabe
uno qué admirar más: si la pasión ardiente hacia la Madre de Dios, que consumía
el corazón del santo, o la ternura con que la divina Virgen rodeaba a su fiel
hijo.
El santo era todo de María, sin reserva, y
parecía no vivir más que para Ella. Ciertos herejes, siguiendo los errores de
Eldivio, atacaron la virginidad perpetua de María, y el Santo, oponiéndose a su
herejía, les salió al paso y los confundió con la palabra y con la pluma.
—“¡OH
MARÍA, DIVINA MADRE MÍA!— exclamaba—. YO SOY TODO VUESTRO, SOY VUESTRO HUMILDE ESCLAVO; SERVÍOS DE MÍ CORAZÓN
PARA AMAR A LAS ALMAS, DE MIS LABIOS PARA DAROS A CONOCER, DE MI ENTENDIMIENTO
PARA COMBATIR A VUESTRO ENEMIGOS… YO OS OFREZCO MI VIDA ENTERA, OS PRESTO CADA
UNO DE MIS MIEMBROS; EMPLEADLOS PARA EXTENDER VUESTRO REINADO HASTA HACEROS EN
REALIDAD LA DUEÑA Y SOBERANA DEL UNIVERSO MUNDO”.
Conmovida la Madre de Dios ante los
ardores amorosos y noble generosidad de su carísimo hijo, quiso recompensarle
aun en esta vida.
Dirigiéndose el día de la Asunción a la
Iglesia para cantar los maitines, según la costumbre, apenas los diáconos y
clérigos abrieron las puertas, se detuvieron repentinamente a la vista de los
deslumbrantes resplandores que inundaban el sagrado recinto; y, sin que la
presencia del pontífice fuese suficiente a contenerlos, arrojan las antorchas
que llevan en las manos y huyen despavoridos hacia sus compañeros.
Pero en cambio, San Ildefonso, lejos de
alterarse, se adelanta resueltamente hacia el altar de la Virgen, y allí… sus
ojos admirados contemplan un magnífico espectáculo. Ve a la Madre de Dios sentada
en la silla episcopal, y, alzando un poco más su estática mirada, descubre todo
el ábside (parte posterior del altar) lleno de una gran multitud de vírgenes
que cantan el oficio divino con voces de arrobadora dulzura. Entonces María,
llegándose hasta él, con una casulla de blancura deslumbradora en las manos, le
dice:
“ACÉRCATE, SIERVO MÍO FIDELÍSIMO, VEN A RECIBIR ESTE PEQUEÑO
PRESENTE QUE TE OFREZCO, SACADO POR MÍ DE LOS TESOROS DE MI HIJO, PARA QUE LO
LLEVES EN EL DÍA DE MI FIESTA. Y EN RECOMPENSA DE HABER VIVIDO CONSTANTEMENTE
OCUPADO EN MI SERVICIO Y DE HABER REALZADO CON LA ELOCUENCIA DE TUS LABIOS LA
GLORIA DE MI VIRGINIDAD Y PUBLICADO MIS ALABANZAS ANTE LOS FIELES, QUIERO QUE
EN ESTA VIDA SEAS DISTINGUIDO CON ESTE PRECIOSO ORNAMENTO, Y TE DOY SEGURIDAD
DE PARTICIPAR EN LA OTRA, ENTRE LOS VERDADEROS AMIGOS DE MI HIJO, DE LAS DELICIAS INCOMPRENSIBLES
DEL PARAÍSO”.
“ESPÍRITU
DE LA VIDA DE INTIMIDAD CON LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA”
R.P.
Lombaerde – Misionero de la Sagrada Familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario