¡Qué arrebatador es este pensamiento: MI MADRE ESTÁ
CERCA DE MÍ!
Y, para dicha nuestra, este pensamiento es
verdadero y real.
Cuando se adquiere el hábito de la dulce
vida de intimidad, la Santísima Virgen está, en realidad, cerca de nosotros.
Ella es la que nos guía, nos dirige, nos anima o nos reprende según nos
conviene.
Ella es nuestra CONSEJERA,
diciéndonos suave y afectuosamente al oído:
LO
QUE debemos hacer;
CÓMO
lo debemos hacer;
CUÁNDO
lo debemos hacer.
Ella es nuestra COMPAÑERA DE CAMINO, tomándonos
de la mano para guiarnos, protegernos y defendernos:
Contra los enemigos de AFUERA;
Contra las pasiones de DENTRO;
Contra las astucias del INFIERNO.
Ella es nuestra AYUDA en el trabajo, haciéndonos
con suavidad triunfar:
Del CANSANCIO
que abruma;
De la MONOTONÍA
que cansa;
Del FRACASO
que abate.
Ella es nuestro SOSTÉN en los desalientos,
sonriéndonos afectuosamente y tendiéndonos los brazos para ayudarnos a superar:
El OBSTÁCULO
que nos detiene;
La TENTACIÓN
que nos desvía;
La ILUSIÓN
que nos descamina.
Ella es nuestra FORTALEZA contra el desánimo,
comunicándonos:
ENERGÍA
para perseverar;
DESTREZA
para tener buen éxito;
PRUDENCIA
para esperar.
Ella es nuestra ALEGRÍA en las tristezas,
comunicando:
A nuestro ENTENDIMIENTO la luz que ilumina;
A nuestro CORAZÓN el amor que sostiene;
A nuestra ALMA el fervor que triunfa.
¡Oh, sí! Este pensamiento: ¡MI MADRE ESTÁ
CERCA DE MÍ!, es fuente
inagotable de luz, de fuerza y de amor.
Nos pueden faltar todas las cosas, no
importa: “¡NUESTRA
MADRE ESTÁ ALLÍ!”, y con Ella lo tenemos todo.
El infierno ruge furioso, la tentación me
atormenta, los enemigos me acechan y sus lazos me rodean por todas partes; en
medio de esas inquietudes y malestares, Os llamó e inmediatamente Os VEO cerca, muy cerca de mí.
Ya me puedo sentir consumir por la
enfermedad, postrado en el lecho del dolor y privado ya del uso de los
sentidos. En ese extremo angustioso de la vida y en esas horas de suprema
congoja, os llamo, y os ciento cerca, muy cerca de mí.
Me persigue la calumnia, me hiere la ingratitud,
privándome de hacer el bien que pudiera a los que me rodean; me veo reducido a
un ser inútil y despreciado; y ante ese general abandono, a vista de ese
absoluto aislamiento, Os llamo, oh Madre mía, y oigo que me decís: AQUÍ ESTOY,
HIJO MÍO.
¡Oh,
pensamiento lleno de dulzura y de consuelo: María está aquí, mi Madre está
aquí, cerca, muy cerca de mí!
Yo la MIRO
y Ella me sonríe.
Yo la SIENTO
y Ella me tiende los brazos.
Yo la ESCUCHO
y Ella me reanima.
Y tomando en mis manos vuestra imagen, oh
dulce, oh encantadora, oh divina Virgen María, pego a ella mis labios
temblorosos y pongo a vuestras plantas todo el ardor de mi corazón, deposito en
vuestro Corazón todos mis deseos, todos mis entusiasmos y las penas todas que
me circundan, y quedo tranquilo, resignado, sumiso. Ya puedo sufrirlo todo,
pues no estoy solo. ¡MI MADRE, MI DULCE MADRE, ESTÁ CERCA DE MÍ! Y
al lado de esa Madre el sufrimiento pierde su nombre y las penas su aguijón; ya
no hay dolor: hay gozo, consolación, paz y dicha.
¡Oh, divino secreto para permanecer
siempre tranquilos y resignados, para no desfallecer jamás y para superar todos
los obstáculos…sin casi verlos, ni sentirlos, pues la presencia de María lo
alegra, lo sobrenaturaliza y lo transforma todo!
¡Oh Madre bendita!
Venid y quedaos siempre cerca de mí.
Cerca de mí en la
VIDA.
Cerca de mí en la MUERTE.
Cerca de mí, sobre todo, en el DIVINO TRIBUNAL.
“Espíritu
de la vida de intimidad con la Santísima Virgen”
R.
P. L OMBAERDE
Misionero
de la Sagrada Familia
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