Entre amigos que viven
juntos y unidos en alma y corazón suele existir cierta relación, que es, a la
vez, muestra, sostén y alimento del mutuo cariño: es la de prestarse diversos
objetos que en determinado momento necesita el uno y no los tiene a mano, y el
otro se siente feliz en podérselos dejar: ya sea un libro o cualquier otra
cosa.
Y nosotros, que vivimos siempre junto a la
dulcísima Virgen la santa vida de intimidad, ¿no podríamos
prestarle alguna cosa?
¡Agradable y dulce pensamiento: PRESTAR A MARÍA! Quizá no tengamos nada que pueda ser de utilidad
a nuestra dulce Madre, pero tenemos a lo menos “nuestra propia persona”.
¿Y no podríamos
PRESTARNOS A
MARÍA? Prestarnos con todo lo que
hay en nosotros: manos, labios, pies, inteligencia, voluntad y corazón. En
todas estas cosas se ocultan grandes tesoros, tesoros que prestados a María
producirán en las manos de esta Virgen poderosa insospechadas maravillas.
¡Oh
María! Vedme aquí, a Vos me presto. Os presto cada uno de los miembros de mi
cuerpo y de las facultades de mi alma para hacer en favor de los que amáis lo
que hacíais cuando en otro tiempo morabais sobre la tierra.
Os
presto MIS
MANOS. Dignaos serviros de ella para socorrer a cuantos necesiten
auxilio. Vos seréis quien dé, alivie y guíe por mis manos, y yo no seré sino el
esclavo que dé, alivie y guíe con estas manos prestadas a Vos.
Os
presto MIS
LABIOS. Empleadlos para consolar, dirigir, aconsejar, animar, alegrar
y, sobre todo, para enseñar a rezar. Vos seréis quien haga todas estas cosas
por mis labios, y yo seguiré siendo el esclavo que obre por Vos y bajo vuestra
dirección.
Os presto
MIS PIES.
Están, bondadosa Madre mía, a vuestra disposición, para llevar a todos vuestra
caridad, vuestra sonrisa, vuestra lágrimas. Os lo presto para que por ellos
podáis Vos correr en seguimiento de la oveja que se extravía o está atribulada.
Os lo presto para llevar hasta las más remotas extremidades del mundo, si fuera
necesario, las riquezas de vuestro Corazón, a una con el nombre de vuestro
divino Hijo.
Os presto
MI
ENTENDIMIENTO. Tomadlo y empleadlo en eliminar, instruir y hablar de
Vos y con vos; y yo, pobre esclavito, no permitiré introducirse en este
entendimiento más que lo que de Vos venga, a Vos lleve y os pueda servir en
realidad para hacer amar más a Jesús.
Os
presto MI
VOLUNTAD. Es débil, llena de flaquezas e inclinada al mal, pero no
importa; así y todo os la presto también, convencido de que Vos sabréis sacar
partido de ella para gloria de Jesús.
Os
presto, sobre todo, MI CORAZÓN. Vos queréis continuar viviendo entre nosotros
amando, compadeciendo y enjugando lágrimas. Y para amar de este modo y para
hacer más sensible vuestro amor, tenéis necesidad aquí en la tierra de
corazones.
Pues bien, aquí está el mío, yo os lo
presto. Infundid en él vuestra bondad, vuestra ternura y vuestro espíritu de
sacrificio, para que pueda derramar en cuantas almas trate algo de vuestra amabilidad y de vuestro
amor de Madre.
¡Oh María! A Vos me
presto POR ENTERO: cuerpo, alma, facultades y bienes materiales de toda clase.
Tomadlo todo y servíos de ello según vuestro mayor agrado, para socorrer las
necesidades ajenas, auxiliar a mis prójimos, aliviar al pobre, acallar las
quejas de los malvados; para haceros conocer a Vos misma y a Jesús por Vos, a
los débiles, a los pequeños y a los niños, que nunca oyeron hablar de vuestras
grandezas inefables.
Sea yo, oh Madre de gracia, como la fuente
colocada al lado de la carrera, siempre a disposición del transeúnte que quiera
en ella refrigerar la sed; como el árbol situado al borde del camino, que de
nadie es y a todos pertenece, y que a todas horas ofrece al pasajero sus ramas
doblegadas al peso de los frutos, a Vos PRESTADOS para sus semejantes.
Estoy, por consiguiente, PRESTADO a Vos
enteramente, oh dulce Madre mía. Haced, os ruego, que desaparezca yo
ofuscado por el brillo de vuestros resplandores…, y aparezcáis Vos sola. Vos
sola seáis amadas y Vos sola recibáis el agradecimiento por mis acciones.
Que
no es debido honor alguno al esclavo…, y el fin del instrumento ¿no es, acaso,
desaparecer?
¡Que suceda así entre nosotros!
¡A Vos el honor y la gloria!
¡A mí el trabajo y el olvido!
“Espíritu
de la Vida de Intimidad
con
la Santísima Virgen María”
R.
P. Lombaerde –Misionero de la Sagrada Familia-
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