EL ROSARIO Y EL OFICIO
Se sabe que la devoción al santo Rosario le
fue revelado a Santo Domingo por la Madre de Dios misma, cuando hallándose
afligido y quejándose con Nuestra Señora de los herejes albigenses, que hacían
entonces terrible daño a la Iglesia, le dijo la Virgen: “Este terreno será siempre estéril,
mientras no caiga lluvia en él”. Comprendió
entonces Santo Domingo que esa lluvia era la devoción del Rosario, que él debía
propagar públicamente. Así lo hizo predicando el Rosario por todas partes, de
manera que todos los católicos abrazaron esta devoción; hoy día no existe
devoción más universal y practicada por los fieles en cualquier estado que la
del santísimo Rosario. ¿Qué no han hecho
los herejes modernos, como Calvino, Bucero y otros, para desacreditar la devoción
del Rosario? Pero todos conocen el bien inmenso que esta noble devoción ha
aportado al mundo. ¡Cuántos, por medio
de ella han sido liberados del pecado!, ¡Cuántos, guiados hacia la santidad!, ¡Cuántos
tuvieron buena muerte y se han salvado! Léanse tantos y tantos libros que
tratan de esta materia.
Basta saber que esta devoción ha sido
aprobada por la santa Iglesia y que los soberanos Pontífices la han enriquecido
con indulgencias.
Para ganar las indulgencias concedidas a la
recitación del Rosario, es preciso, al mismo tiempo, contemplar los misterios
que se hallan transcritos en diferentes libros. Y aun cuando alguien no lo
sepa, le basta con que contemple algunos de los misterios de la pasión de
Jesucristo, como la flagelación, la muerte, etc. Además, hay que recitar el
Rosario con devoción. Adviértase al respecto lo que la Virgen misma le dijo a
santa Eulalia, a saber, que le agradaban más cinco decenas recitadas con calma
y devoción, que quince de carrera y sin devoción. Por ello es conveniente
recitar el Rosario de rodillas, delante de alguna imagen de la Virgen, y al
comenzar cada decena hacer un acto de amor a Jesús y María, pidiéndoles alguna
gracia. Adviértase también que es más provechoso recitar el Rosario acompañado
de otros, que rezarlo solo.
Acerca del oficio de Nuestra Señora, la
Iglesia ha concedido muchas indulgencias quien lo recita. Y la Santísima Virgen
ha patentizado cuánto le agrada esta devoción, como puede verse consultando al
P. Auriemma.
Mucho agradan a María LAS LETANÍAS, el himno AVE
MARIS STELLA, que mandó a santa Brígida recitar cada día, y más aún, el
cántico del MAGNÍFICAT, porque con
éste la alabamos con las mismas palabras con que ella alabó a Dios.
“LAS GLORIAS DE MARÍA”
San Alfonso María de Ligorio.
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