¿Cuál es el
«personaje principal» de las
apariciones de Fátima?
Dios, sin duda alguna! «Dios mío, yo creo...». Dios en tres Personas.
Dios Trinitario. «Santísima Trinidad, Padre,
Hijo y Espíritu
Santo...». Todo se refiere a Él, el Dios Omnipotente.
Todo debe volver a Él, el Padre misericordioso siempre
dispuesto a perdonar al pecador arrepentido.
Las virtudes
enseñadas a
Lucía, Francisco y
Jacinta son virtudes de
unión a Dios: la religión nos une a Él por el
culto; la caridad
nos une a
Dios por el amor. Es
decir, porque pone nuestra voluntad
en conformidad con la
suya.
Pero para unirse hay
que conocer... y cuanto mejor
se conoce, tanto
más perfecta y durable será
la unión. Por esta
razón toda la enseñanza de Fátima es
acompañada de una
profundización del conocimiento
de Dios en
un grado insospechado.
Después de
la aparición de
Tuy, Lucía dirá: «Sobre
el misterio de la
Santísima Trinidad he recibido luces que no me está permitido revelar».
EL ÁNGEL MENSAJERO DE DIOS
Durante las
apariciones del Ángel,
los pastorcitos tuvieron
la gracia inmensa de experimentar los efectos de la presencia de Dios.
Tanto en sus
almas como en sus cuerpos. Dios
se manifestó a ellos con fuerza; esta presencia divina los empujó a un acto
exterior de adoración y los puso de rodillas con la frente hasta el suelo. Los testimonios de Lucía al respecto
son impresionantes: «La atmósfera
sobrenatural que nos
envolvía era tan
intensa que durante
un largo rato
ni nos dábamos
cuenta, casi, de
nuestra propia existencia.
(...) la presencia
de Dios se hacía sentir de una manera tan intensa y tan
íntima que ni siquiera osábamos hablar entre nosotros...». En la tercera
aparición Lucía dice: «la fuerza
de la
presencia de Dios era tan intensa
que ella nos absorbía y nos aniquilaba casi completamente. Incluso parecía que
nos privaba del uso de nuestros sentidos
corporales y eso
durante un largo espacio
de tiempo. Durante esos días ejecutábamos nuestras acciones materiales, como empujados por
la misma fuerza
sobrenatural que nos llevaba a ello.»
La presencia de Dios
supone un acto
de adoración. Es
igualmente un requisito
de la oración.
Y esta oración
enseñada por el Ángel se dirige a Dios directamente. Oración de
alabanza, oración de reparación.
«Ofreced sin
cesar al Altísimo oraciones y sacrificios», será la orden del Ángel. Los sacrificios voluntarios y aceptados son
también ofrecidos a Dios. Un Dios
triste al que se trata de consolar.
En
la segunda aparición Dios se dio a conocer en su amor y en su misericordia
hacia los pecadores: «Las palabras del Ángel se grabaron en nuestro espíritu, dice
Lucía, como una luz que nos hace comprender quién es Dios, cuánto nos ama y
quiere ser amado de nosotros, el valor del sacrificio y cuánto éste le es
agradable, cómo Dios convierte los pecadores
en consideración a él.»
La presencia
de Dios se
manifestó más enérgicamente
todavía en la tercera aparición. ¿Fue un
efecto de la
presencia Eucarística? Ese
día Lucía comulgó el
Cuerpo de Jesús.
Francisco y Jacinta
comulgaron la Preciosísima
Sangre. Francisco dijo
de una manera
inocente y profunda: «Sentí realmente que Nuestro Señor estaba en mí, pero yo
no sabía cómo».
Ante la presencia Real, el Ángel les enseñó esta oración
de la Santísima
Trinidad: «Santísima Trinidad, (...) os
adoro profundamente y os ofrezco...».
Los niños
gustaron los sabores
de la unión a Jesús escondido:
«¡Desconozco cómo
ocurre eso! dijo
Jacinta, siento a Nuestro
Señor dentro de
mí, comprendo lo que
me dice y no Le veo ni Le escucho; pero, qué bueno es estar con Él!»
Conocimiento de
los efectos de
la presencia de
Dios, conocimiento de
su amor por los hombres,
conocimiento de «Jesús
escondido»: tales son las nociones profundizadas durante
las tres apariciones del Ángel mientras les enseñaba la
oración, el sacrificio y la Unión Eucarística. Pero los tres niños recibirían aún
más luces sobre su Padre Celestial.
MARÍA, REFLEJO DE DIOS
¿Quién mejor que
María –hija del Padre y esposa del
Espíritu Santo– podrá ayudarnos más a conocer a nuestro Dios? Durante
las apariciones del Ángel,
los niños fueron puestos en presencia
de Dios. Pero
sólo experimentaron los
efectos «aniquiladores» de
esa presencia. Era un
primer paso en
el conocimiento de
Dios. Un año
después, la Santísima Virgen les dará la gracia de avanzar más
en este conocimiento
de Dios. Así, desde su
primera aparición, María
les da la
visión de Dios
por un reflejo que emana de Ella.
Sí, María es
el reflejo de
Dios.
El Rey Profeta la llama «la Luz de la faz de Dios». Al final de la primera
aparición, Lucía escribe que
«Nuestra Señora
abrió sus manos y nos comunicó,
como por un reflejo que emanaba de ella, una luz tan íntima que, penetrando
nuestro corazón y hasta lo más profundo
de nuestra alma,
Ella nos hacía
ver a nosotros
mismos en Dios,
que era esa
luz, más claramente
que si uno
se viera en el mejor de los
espejos». ¡LUZ QUE EXPULSA LAS TINIEBLAS!
En esta
Luz ellos vieron
a la Trinidad: «Lo que
impresionaba a Francisco,
dice Lucía, y
sobre todo lo
absorbía, era Dios
y la Santísima
Trinidad, en esta
luz inmensa que nos penetraba
hasta en lo más íntimo del alma».
Ante esta visión
los niños hicieron
un acto espontáneo
de adoración y oraron de esta
manera: «¡O SANTÍSIMA TRINIDAD, YO OS ADORO!».
Nuestra Señora de
Fátima es la intermediaria entre Dios y los tres niños. Así como Ella les comunica
la Luz divina, es Ella también quien recibe el «fiat»
de los niños. Ante Ella aceptan
«ofrecerse a
Dios para soportar todos los sufrimientos que Él querrá enviarles,
como acto de
reparación por los pecados que lo
ofenden y de súplica por la conversión
de los pecadores» (13 de mayo).
Nuestra Señora
enseña la devoción, la entrega generosa
a Dios, acaba
el capítulo de
la virtud de religión abierto por
el Ángel, pero
no espera para
abrir el de
la virtud de
caridad: «Decid
a menudo a
Jesús, especialmente cuando hagáis un sacrificio: Oh Jesús,
es por vuestro
amor» (13 de julio). Luego Ella
enseña a los
niños el Cuerpo Místico, la Iglesia, «Jesús
extendido y comunicado». Ella
es el Corazón
del Cuerpo Místico y Mediadora
entre Dios y los hombres.
Jacinta dirá tan
rica como sintéticamente: “Dios
quiere otorgarnos sus gracias
por el Corazón
Inmaculado de María. Hay que pedirlas a este Corazón
Inmaculado».
Notemos que
María expresa la voluntad
divina: «Dios quiere establecer en el mundo
la devoción a
mi Corazón Inmaculado».
Dios ha confiado a
María la paz de las Naciones y del mundo. A Ella y sólo a Ella. «Rezad todos
los días el Rosario en honor de Nuestra
Señora del Rosario
para obtener la paz del mundo.
(...) porque Ella sola podrá socorreros» (13 de
julio). La conversión de
Rusia, por la que «será concedido
al mundo un
cierto tiempo de
paz» depende de la
consagración de esta gran nación al Corazón Inmaculado (13 de julio).
¡SÍ, AL CORAZÓN INMACULADO!... ese reflejo
perfecto de la Santísima Trinidad. Reflejo de la actividad trinitaria: el Padre
que engendra eternamente
al Hijo, el Hijo que
es engendrado, el Espíritu Santo
que procede del
Padre y del Hijo. Nuestra Señora de Fátima, ¿no es acaso el
reflejo del «Filioque» (y del Hijo)? ¡Todo está allí!
El pueblo ruso,
ortodoxo, ¿no sería así llevado a la
verdadera doctrina sobre la Santísima Trinidad siendo consagrado al Corazón de
María? ¿No podría así terminar
el cisma de
mil años? La unidad será recuperada ciertamente, ¡TRIUNFO DEL
CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA!
Como Mensajera de Dios,
María expresará a los
tres niños la satisfacción
de Dios. “Dios
está satisfecho de vuestros sacrificios» (13
de septiembre). Satisfacción,
porque Él ha recibido lo que esperaba;
satisfacción de poder
ejercitar su misericordia
hacia los pecadores;
satisfacción porque la
ofensa causada por los
pecadores es reparada por los niños; satisfacción de Dios porque el Corazón Inmaculado de
María acude provechosamente a socorrer a la Iglesia, al
Cuerpo Místico completo.
CONCLUSIÓN
«Una Dama completamente blanca,
más brillante que
el sol radiante,
más clara y
transparente que una
límpida copa de cristal
desbordante de agua cristalina atravesada por los rayos del astro más
ardiente». Esa Dama fue
vista por Lucía, Jacinta y Francisco. «ERA LUZ, LUZ, LUZ!». «LUZ», la única palabra en
boca de Lucía.
No encontraba otra... ¿Acaso nos
asombra el hecho de no poder describir a Aquella que está en el centro de todos los
misterios de nuestra religión? Misterio
de la Encarnación: María es Madre de Dios. Misterio de la Redención: María es
Corredentora con Dios. Misterio de la Trinidad: María refleja toda su Luz. Y María la refleja tanto más perfectamente
en cuanto su
Corazón es... Inmaculado!
El Corazón Inmaculado
es el modelo más puro de la acción divina en el alma humana; no hubo
jamás en él
ninguna sombra; ninguna mancha
puso obstáculo a esa Luz ni a la Gracia. ¡Qué modelo admirable!
Tanto el lenguaje como la inteligencia humana
son impotentes para expresar cabalmente estas
verdades... Como un
niño, pues, como
Lucía, Jacinta y Francisco, no
busquemos las palabras.
Contemplemos. María nos invita a contemplar a
Dios. A contemplarlo
por Ella. Por su Corazón
Inmaculado. Por ese mismo Corazón que fue presentado a Lucía
como «EL CAMINO QUE LA CONDUCIRÁ A DIOS» (13 de junio).
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