jueves, 25 de mayo de 2017

EL ROSARIO no es el único medio Para la salvación, pero…



     Hombres doctos y de indudables méritos intelectuales suelen anteponer objeciones de este estilo: el Santo Rosario es una devoción simplona, que ni pertenece al depósito de la Fe ni es necesario para la salvación. Estrictamente hablando, es verdad. No nos ha sido revelado  en las Sagradas Escrituras y asimismo muchísimos grandes Santos ni siquiera han conocido su existencia… en la forma actual, popularizada por Santo Domingo.

     Sus elementos constitutivos, sin embargo, tienen el más precioso origen divino: “¿Qué cosa más eficaz ni más hermosa que las flores con la cuales se teje esta mística corona, a saber la oración dominical y la salutación angélica? Por la unión de estas oraciones tantas veces repetidas  de palabra con la contemplación  de los sagrados misterios, se abre para todos aun para los más rudos e indoctos un saludable y fácil camino para el fomento y la defensa de la fe”, dice al propósito el Papa Pacelli.

     Y continua agregando que: “ciertamente con la frecuente meditación de dichos misterios el espíritu saca la fuerza que en ellos está depositada, se inflama admirablemente en la esperanza de los bienes inmortales y se inclina, fuerte y suavemente a un tiempo, a seguir las huellas del mismo Cristo y de su Madre. Finalmente la misma oración tantas veces repetida de idéntica manera, lejos de tener nada de estéril ni de molesto, posee por el contrario una admirable fortaleza, como muestra la experiencia, para infundir en los que oran la confianza en la impetración y para hacer como una suave violencia en el corazón maternal de María”.

     Asimismo, Pío XI, predecesor del  Pontífice citado, en una bella carta apostólica sobre el mismo tema explicita las virtudes espirituales del Rosario: “Entre las varias plegarias con las cuales últimamente Nos dirigimos a la Virgen Madre de Dios, el Santo Rosario ocupa sin duda un puesto especial y distinguido. Esta plegaria, que algunos llaman Psalterio de la Virgen o Breviario del Evangelio y de la vida cristiana, ha sido descrita y recomendada por Nuestro Predecesor de feliz memoria, León XIII, con estos vigorosos rasgos: ´´grandemente admirable es esta corona tejida con la salutación  angélica, en la que se intercala la oración dominical, y se une la obligación de la meditación interior: es una manera excelente de orar… y utilísima para la consecución de la vida inmortal´´.

     “Y esto se seduce también de las mismas flores con que está formada esta mística corona. Efectivamente, ¿Qué oraciones pueden hallarse más apropiadas y más santas?







ORACIONES QUE COMPONEN

EL SANTO ROSARIO


     “La primera es la que el mismo Nuestro Divino Redentor pronunció cuando los discípulo le pidieron enséñanos a orar; santísima súplica que así como nos ofrece el modo de dar gloria a Dios, en cuanto nos es dado, así también considera todas las necesidades  de nuestro cuerpo y de nuestra alma. ¿Cómo puede el Padre Eterno, rogado con las palabras de su mismo Hijo, no acudir en nuestra ayuda?”.


     Prosigue el Pontífice: “La otra oración es la salutación angélica, que se inicia con el elogio del Arcángel Gabriel y de Santa Isabel, y termina con la piadosísima imploración con que pedimos el auxilio de la Beatísima Virgen ahora y en la hora de nuestra muerte.
     “A estas invocaciones hechas de viva voz se agrega la contemplación de los sagrados misterios, que ponen ante nuestros ojos, los gozos, los dolores y los triunfos de Jesucristo y de su Madre, con lo que recibimos alivio y confortación en nuestros dolores, y para que, siguiendo esos santísimos ejemplos, por grados de virtud más altos, ascendamos a la felicidad de la patria celestial.
     “Esta práctica de piedad, Venerables Hermanos, difundida admirablemente por Santo Domingo no sin superior insinuación e inspiración de la Virgen Madre de Dios, es sin duda fácil para todos, aun para los indoctos y para las personas sencillas”.


     En la actualidad podríamos añadir como de cuño celestial la invocación recomendada por la Virgen de Fátima  a los pastorcitos, que al final de cada decena se acostumbra repetir: Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.






SE EQUIVOCAN QUIENES

LO MENOSPRECIAN


     “¡Y cuanto se apartan del camino de la verdad los que reputan esa devoción como fastidiosa fórmula repetida con monótona cantilena, y la rechazan como buena solamente para niños y mujeres!
     “A este propósito es de observar que tanto la piedad como el amor aun repitiendo muchas veces las mismas palabras, no por eso repiten siempre la misma cosa, sino que siempre expresan algo nuevo, que brota del íntimo  sentimiento de caridad.
     “Además, este modo de orar tiene el perfume de la sencillez evangélica y requiere la humildad del espíritu, sin el cual, como enseña el Divino Redentor, nos es imposible la adquisición del reino celestial: ‘en verdad os digo que si no os hiciereis pequeños como los niños, no entraréis en el reino de los cielos’”.


     Finalmente, aludiendo a la estima que los Santos han tenido  por el Santo Rosario a lo largo de todos los tiempos, afirma: “Si nuestro siglo en su soberbia se mofa del Santo Rosario y lo rechaza, en cambio, una innumerable muchedumbre de hombres santos de toda edad  y de toda condición, lo han estimado siempre, lo han rezado con gran devoción, y en todo momento lo han usado como arma poderosísima para ahuyentar a los demonios, para conservar íntegra la vida, para adquirir más fácilmente la virtud; en una palabra, para la consecución de la verdadera paz entre los hombres.
      “Ni faltaron hombres insignes por su doctrina y sabiduría que, aunque intensamente ocupados en el estudio y en las investigaciones científicas, no han dejado sin embargo un día sin rezar de rodillas y fervorosamente  delante de la imagen de la Virgen en esta piadosísima forma.
     “Así también lo tuvieron por deber suyo reyes y príncipes aun cuando estuvieran apremiados por las ocupaciones y los negocios más urgentes.
     “Esta mística corona se la encuentra y corre no solamente entre las manos de la gente pobre, sino que también es apreciada por ciudadanos de toda categoría social.
     “No queremos pasar en silencio que la misma Santísima Virgen María también en nuestros tiempos ha recomendado instantemente esta manera de orar, cuando apareció y enseñó con su ejemplo esa recitación a la inocente niña en la gruta de Lourdes.

     “¿Por qué entonces no hemos de esperar toda gracia, si con las debidas disposiciones y santamente suplicamos de esa manera a la Madre Celestial?”

(Encíclica “Ingravescentibus Malis”, de S.S. Pío XI, del 29 de septiembre de 1937). 





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