“Un estropeado – año 1874”
En la mañana del. 4 de junio de 1874,
fiesta del Corpus, al abrir la iglesia de María Auxiliadora en Turín, encontróse:
recostado en
el umbral de la puerta un hombre que parecía enfermo.
Preguntado sobre lo que deseaba,
respondió que había
ido a implorar la bendición de María Auxiliadora para obtener la salud.
Fué conducido o mejor llevado a la
sacristía porque sí bien usaba una muleta, tenía el cuerpo tan contrahecho, que
aun acompañándolo una persona, difícilmente podía moverse.
A
eso de las ocho llegó Don Bosco.
—Mi amigo ¿qué deseáis?
—Que me hagáis
la caridad de darme la bendición de María
Auxiliadora para curar.
— ¿Cuál es vuestra enfermedad?
—Estoy tullido
por un reumatismo y tengo una afección a
la espina dorsal.
— ¿Cómo habéis podido llegar hasta aquí?
—Anoche una
persona me ha traído en coche y me ha dejado a la puerta de la iglesia.
— ¿Cuánto tiempo hace que padecéis?
—Hace ya largo
tiempo; pero desde dos meses acá no puedo mover las manos.
—Qué dicen los
médicos? ...
—Qué mi mal no
tiene remedio, por lo que mis padres, mis amigos y mi párroco me han aconsejado
que venga a implorar le bendición de María Auxiliadora que ha hecho tan
maravillosas curaciones.
—Arrodillaos.
Con gran trabajo y ayudado por los
asistentes consiguió arrodillarse.
Don
Bosco le dió la bendición, y luego le dijo:
—Si tenéis confianza en María, abrid la mano.
—No puedo.
—Sí, podéis; comenzad por extender el pulgar.
La
extendió, en efecto.
—Ahora el
índice.
Lo extendió del mismo modo y así sucesivamente
todos los dedos.
Entonces
lleno de gozo hizo la señal de la cruz exclamando:
—María Auxiliadora me ha hecho esta gracia.
—Sí, María os ha hecho esta gracia: dad gloria a Dios
poniéndoos en pie.
Quiso
tomar la muleta.
—No, añadió
Don Bosco, debéis dar esta muestra de confianza en María levantándoos sin
muleta.
Así lo hizo. La quebradura de la espina
dorsal, la contracción de las piernas y brazos habían desaparecido, y
perfectamente sano se puso a andar a paso largo por la sacristía.
—Amigo mío, id
ahora a expresar vuestro reconocimiento a la Santísima Virgen haciendo-una
genuflexión delante del altar del Santísimo Sacramento.
Obedeció en el acto.
—
¡Dios mío,
Dios mío! exclamó: ¡Qué grande es mi dicha de poder, después de tanto tiempo,
moverme y gobernar mi cuerpo! ¡María Auxiliadora rogad por mí!
—Mi amigo,
prometedme que en adelante tendréis gran devoción a la Santísima Virgen y que
seréis un buen cristiano.
—Os lo prometo
y el domingo próximo me confesaré y comulgaré.
Y diciendo esto, toma su muleta, la tercia
como si fuese un fusil, deliberadamente marca el paso a lo militar y sin decir
palabra se retira.
Creíase volvería al menos para dar gracias
a Dios. Pero recibida la bendición de María Auxiliadora, había obtenido la
gracia que solicitaba y sin duda creyó que nada más tenía que hacer, pues ya no
se le ha visto.
“SAN JUAN BOSCO”
Por
el Dr. Don Carlos D´Espiney.
Año
1949
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