lunes, 18 de septiembre de 2017

SAN JOSÉ de CUPERTINO Y LA VIRGEN MARÍA


   Su amor a María fue extraordinario desde niño, cuando fue curado en el santuario de la Virgen de las Gracias de Galatone. Especialmente amaba a la Virgen del santuario de la Grottella y muchas veces se quedaba en éxtasis al contemplar su imagen o simplemente al oír hablar de ella. 

   Según cuenta el abad Rosmi: Me manifestó que, cuando encontraba una imagen de la Virgen, la saludaba. Me enseñó a saludarla, diciendo: “Refugio de los pecadores, madre de Dios, acuérdate de mí”. Me aseguró que a la Virgen le agradaba mucho que la llamáramos madre de Dios.



                                                Madonna Della Grottella

Me contó fray Ginepro que un día fueron los novicios a la celda del siervo de Dios y él les hizo cantar algunas canciones espirituales compuestas por él en honor de la Virgen María y, después de cantarlas cuatro o cinco veces, se quedó en éxtasis y quedó de rodillas. Estaba cerca de él fray Francesco Antonio, hijo del tesorero de la provincia de Abruzzo, y observó que sus rodillas no tocaban tierra, pasando las manos por debajo; y lo mismo constató el maestro de novicios. Así estuvo un cuarto de hora hasta que sintieron un golpe, cuando tocó tierra con las rodillas.

   El día de la fiesta de la Natividad de la Virgen María, 8 de setiembre, celebró la misa por obediencia en la capilla del noviciado. A ella estuvieron presentes el maestro con los novicios; como tardaba mucho, salieron para las funciones de la iglesia, quedando solo el novicio Francesco Antonio. Al “Memento” (Acordaos) de los vivos cayó en éxtasis hacia atrás, quedando de rodillas con los brazos abiertos y los ojos fijos en el cielo por buen espacio de tiempo. Después de la consagración de la hostia, casi no podía levantarla en la elevación debido a la emoción, cantando en voz baja y tocando tierra como la punta de los pies. A la comunión, de nuevo entró en éxtasis como al principio y casi no podía decir “Domine, non sum dignus” (Señor, no soy digno). Comulgó y quedó nuevamente en éxtasis con las manos en el pecho y, por fin, besó el suelo y terminó la misa, que ese día duro tres horas.
                                                
   El 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, después del ofertorio, tuvo un rapto hacia atrás, quedando en pie con los brazos abiertos en el aire y los ojos fijos en la imagen de la Virgen durante media hora. Después quedó de rodillas con las manos juntas sobre el pecho, se levantó y comenzó a bailar cantando alegremente. Después de un rato continuó la misa y, cuando quiso decir la oración de la comunión, lanzó un grito y tuvo otro vuelo hacia atrás; y comenzó de nuevo a bailar en el aire con los ojos fijos en la imagen de María, cantando. Ese día la misa también duró tres horas.

   Un vuelo espectacular fue el ocurrido el 30 de 1639 en la basílica de Asís, donde voló hasta tocar el fresco de la Virgen de Cimabue, que tenía mucha semejanza con su querida Virgen de la Grottella y que estaba a unos 8 metros de altura. La alcanzó después de un vuelo de unos 30 metros desde donde estaba. Era tanto su amor a la Virgen María que sólo con oír su nombre suspiraba y se elevaba en éxtasis.





“SAN  JOSÉ  DE  CUPERTINO

EL  SANTO  VOLADOR”


P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.



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