KÝRIE ELÉISON.
SEÑOR, ten piedad de
nosotros.
CONSIDERACION
I.
Laudis ejus plena est térra.
Toda
la tierra está llena de tu alabanza.
Imagínese al Santísimo Sacramento expuesto en
un altar dedicado a la Santísima Virgen, lo que vemos usarse frecuentísimamente
por toda la iglesia, y en verdad que no sin fundamento. Puesto que María santísima es llamada por los Santos Padres, templo y ara de
Dios, es muy justo que Dios se coloque en su propio altar. María santísima
se titula arca de la alianza: pues por tal título debe reservarse en
esta arca el divino maná. Finalmente
se da a María el nombre de campo bendito, es por
tanto muy conveniente que su preciosísimo fruto aparezca en el campo Mariano.
Es indudable que las alabanzas marianas se
oyen resonar por todo el mundo cristiano, y por casi todas las lenguas, y esto
de tal manera que con verdad puede decirse a María santísima: Toda
la tierra está llena de tu alabanza. Pasemos
en silencio sus solemnes oficios con que la alabamos en sus festividades: nada
digamos ahora de tantos rosarios, oraciones y otras devociones marianas; pregunto tan solamente: ¿no es cierto
que la Letanía Lauretana que se repite por tantos millares de devotos de la
Virgen santísima, ya cantándose con pública solemnidad, y ya también rezándose
privadamente contiene en sí como en compendio toda clase de alabanzas?
Se da principio a estas letanías por las
palabras KÝRIE
ELÉISON: que es lo mismo que decir: Señor compadécete. Así como
en otro tiempo David cuando pecó clamó al Señor diciendo: Ten misericordia de mí, ¡o Señor! Porque soy débil:
del mismo modo levantamos la voz los pecadores diciendo a Dios: Señor, ten misericordia. En
verdad que si la tendrá Dios para librarnos de los peligros de la salud de
cuerpo y alma; pero principalmente de los que muchas veces claman a María diciéndole:
Ruega por nosotros.
ORACION.
¡Oh Dios mío! Bien advierto y conozco que no hay mayor
peligro que el de perder mi alma. También conozco que el hombre estando en pecado
mortal, pende su vida eterna como de un hilo de estambre, el que si se rompe
cae para siempre en el infierno.
Sé
y conozco, vuelvo a repetir, este gravísimo peligro y veo también mi grande
debilidad y miseria, por lo que reitero mis súplicas diciendo:
“Señor, ten misericordia de mí”
líbrame y defiéndeme especialmente de
los peligros de la salud de mi alma; y para obtener más seguramente tu
misericordia la invoco por intercesión de aquella á quien nada puedes negar, es
decir, por medio de María santísima diciéndote:
Kýrie eléison.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
No hay comentarios:
Publicar un comentario