jueves, 8 de marzo de 2018

LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS




Las bodas de Caná

   Plan de la Meditación— En cierto sentido, es más difícil al hombre pasar por la dicha, que sufrir el infortunio. El pasaje del Evangelio que nos cuenta las bodas de Caná, nos proporciona temas para utilísimas reflexiones sobre el modo de portarnos en los goces honestos de este mundo; mostrándose, además, en este primer milagro de la vida pública del Salvador, el valimento de la Virgen Santísima. Estos motivos, pues, nos invitan a considerar atentamente la escena que nos refiere San Juan. Meditaremos sucesivamente la asistencia a las bodas, la atención de María y el milagro debido a su oración.  
 
MEDITACIÓN

   “Dixit mater Jesu ad eum: vinum non habent” (Juan  2,3).

   Dijo a Jesús su Madre: no tienen vino. 

1er. Preludio. Había sido invitado Jesús con sus discípulos a unas bodas, a que asistía también María. Durante la comida falto el vino. María se lo advierte a Jesús.

   “Mujer, le contesta el Salvador, ¿Por qué te diriges a mí? No ha llegado aún mi hora”.


   Y dice María a los sirvientes:

   “Haced cuanto Él os diga”.

   Ordena Jesús que llenen de agua seis tinajas, manda escanciarla y gustan los convidados un vino mejor que el que hasta entonces se les había servido. Este fue el primer milagro de Jesús, que sirvió para confirmar a sus discípulos en la fe.

   2do. Preludio. Veamos la sala del convite, en que Jesús se sienta a la mesa con su Madre y sus discípulos.

   3er. Preludio. Pidamos con fervor la gracia de recibir  santamente, así los gozos, como las penas de esta vida.





I—LA ASISTENCIA A LAS BODAS.

1- EL Señor y la Virgen Santísima asisten a la boda de Caná. El matrimonio legitimo trae consigo regocijo siempre y en todas partes. En la íntima conexión  de dos existencias, reconoce la humanidad el tierno símbolo  de la unión que debe haber entre  sus miembros, y la esperanza de una  dichosa fecundidad, presagia la continuación de nosotros mismos más allá de los estrechos límites de nuestra vida personal de acá abajo. El matrimonio representa así la satisfacción  de dos necesidades de los hombres: necesidad de perdurar, necesidad de unirse. Por el matrimonio el hombre  se perpetúa y sale del aislamiento, convirtiéndose en centro de unión.

2- Démonos cuenta de nuestra instintiva aspiración a lo que nunca se acaba. ¿Queremos obtener, en cuanto es posible acá en la tierra, nuestra parte de felicidad? Huyamos de desear las cosa efímeras y favorezcamos en todas partes la unión: “¡Bienaventurados los pacíficos!” (Mat. 5,9).

   Es probable que las relaciones con la familia de los esposos hiciesen conveniente la asistencia de Jesús y María a esta fiesta, conforme con los demás a todas las leyes.

   La virtud más elevada sabe, por consiguiente, cumplir con los deberes de sociedad; conservar las relaciones que piden la posición, el rango, las circunstancias.
   Pero ni Jesús ni María, al asistir a aquella fiesta, iban a buscar una diversión, un placer. ¿Quién osaría suponer en Jesús o en su Madre deseo de los bocados más sabrosos, de conversaciones animadas, de dejarse llevar por la disipación?

   El hombre verdaderamente espiritual se presta a los descansos, más no depende de ellos, no corre tras ellos. Las bodas de Caná solo nos indican  que debemos apartarnos  de una virtud huraña, propia a indisponernos  con el prójimo; pero no vayamos a buscar en tales fiestas un pretexto para encubrir nuestras secretas sensualidades. Ciertamente, seríamos sensuales si tomásemos diversiones que repugnan a nuestra profesión; si nos entregásemos a las que no están permitidas, hasta buscarlas aun a costa de nuestros deberes, o más allá de la conveniente medida.

 LA PREVISIÓN DE MARÍA

I-                  Notamos cuan previsora es la caridad de María. Tratase aquí de una tribulación temporal, en que nadie le suplica su intervención. Mas ella nota la confusión de la familia, las consultas a media voz, y adivina bien pronto la causa de la perplejidad; y luego previene delicadamente el remedio de semejante apuro.
II-               Todos los autores nos advierten de los peligros de la abundancia, de la prosperidad, de la exterior alegría; y Dios, sin embargo, ha colocado en medio de las fiestas una guarda incorruptible  de la virtud y perfección, la caridad.
Id a las fiestas en busca de propias satisfacciones: os sentiréis esclavizados, cometeréis mil faltas, volveréis con el corazón vacío; id para dar gusto a los demás, para complacer, para procurar que los hombres olviden algo el tráfago, los cuidados demasiados reales de la existencia; id con pura intención de caridad y seréis allí dueños de vosotros mismos; recogeréis méritos; haréis algún bien; regresareis de allí sin pena, gustando el consuelo de haberos portado noblemente. ¡Oh prudencia, que tan pocos comprenden a pesar de verla cada día conformada por la experiencia!


EL MILAGRO

   Manifestó María un secreto deseo, y la repuesta del Señor prueba que la petición ofrece dificultad, que es, en cierto sentido, inoportuna. Si María no hubiese intervenido, el Salvador no hubiera obrado el prodigio; sin embargo, el milagro se efectuó, y nota el Evangelio que fue el primero que obro Jesús. ¡Que delicada atención la del Señor! Durante una época entera de su vida, va como olvidarse de su Madre; pero antes le concede obtener el primer milagro que confirma la fe de sus discípulos. ¡Que demostración tan esplendida del poder de María!


La previsión de María y su eficaz influencia debe animarnos a la más completa confianza.

Coloquio

   En un fervoroso coloquio, expongamos a tan buena Madre todas nuestras necesidades. Ave María.      


“Meditaciones sobre la Santísima Virgen”

Arturo Vermeersch, S.J.
Profesor de Teología

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