Las bodas de Caná
Plan
de la Meditación— En cierto sentido, es más difícil al hombre pasar por la
dicha, que sufrir el infortunio. El pasaje del Evangelio que nos cuenta las
bodas de Caná, nos proporciona temas para utilísimas reflexiones sobre el modo
de portarnos en los goces honestos de este mundo; mostrándose, además, en este
primer milagro de la vida pública del Salvador, el valimento de la Virgen
Santísima. Estos motivos, pues, nos invitan a considerar atentamente la escena
que nos refiere San Juan. Meditaremos sucesivamente la asistencia a las
bodas, la atención de María y el milagro debido a su oración.
MEDITACIÓN
“Dixit mater Jesu ad
eum: vinum non habent” (Juan 2,3).
Dijo
a Jesús su Madre: no tienen vino.
1er.
Preludio. Había sido invitado Jesús con sus discípulos a unas
bodas, a que asistía también María. Durante la comida falto el vino. María se lo advierte a Jesús.
“Mujer, le contesta el Salvador,
¿Por qué te diriges a mí? No ha llegado aún mi
hora”.
Y
dice María a los sirvientes:
“Haced cuanto Él os diga”.
Ordena Jesús que llenen de agua seis
tinajas, manda escanciarla y gustan los convidados un vino mejor que el que
hasta entonces se les había servido. Este fue el primer milagro de Jesús, que
sirvió para confirmar a sus discípulos en la fe.
2do.
Preludio. Veamos la sala del convite, en que Jesús se sienta a la mesa con
su Madre y sus discípulos.
3er. Preludio.
Pidamos con fervor la gracia de recibir
santamente, así los gozos, como las penas de esta vida.
I—LA ASISTENCIA A LAS BODAS.
1-
EL Señor y la Virgen Santísima asisten a la boda de
Caná. El matrimonio legitimo trae consigo
regocijo siempre y en todas partes. En la íntima conexión de dos existencias, reconoce la humanidad el
tierno símbolo de la unión que debe
haber entre sus miembros, y la esperanza
de una dichosa fecundidad, presagia la continuación
de nosotros mismos más allá de los estrechos límites de nuestra vida personal
de acá abajo. El matrimonio representa así
la satisfacción de dos necesidades de
los hombres: necesidad de perdurar, necesidad de unirse. Por el matrimonio el hombre
se perpetúa y sale del aislamiento, convirtiéndose en centro de unión.
2- Démonos cuenta de
nuestra instintiva aspiración a lo que nunca se acaba. ¿Queremos obtener, en cuanto es posible acá
en la tierra, nuestra parte de felicidad?
Huyamos de desear las cosa efímeras
y favorezcamos en todas partes la unión: “¡Bienaventurados los pacíficos!” (Mat.
5,9).
Es probable que las relaciones con la
familia de los esposos hiciesen conveniente la asistencia de Jesús y María a
esta fiesta, conforme con los demás a todas las leyes.
La virtud más elevada sabe, por consiguiente,
cumplir con los deberes de sociedad; conservar las relaciones que piden la
posición, el rango, las circunstancias.
Pero ni Jesús ni
María, al asistir a aquella fiesta, iban a buscar una diversión, un placer. ¿Quién osaría suponer en Jesús o en su Madre deseo de los
bocados más sabrosos, de conversaciones animadas, de dejarse llevar por la
disipación?
El hombre verdaderamente espiritual se
presta a los descansos, más no depende de ellos, no corre tras ellos. Las bodas de Caná solo nos indican que debemos apartarnos de una virtud huraña, propia a
indisponernos con el prójimo; pero no vayamos
a buscar en tales fiestas un pretexto para encubrir nuestras secretas
sensualidades. Ciertamente, seríamos sensuales si tomásemos diversiones que
repugnan a nuestra profesión; si nos entregásemos a las que no están permitidas,
hasta buscarlas aun a costa de nuestros deberes, o más allá de la conveniente
medida.
LA PREVISIÓN DE MARÍA
I-
Notamos cuan previsora es la caridad de María. Tratase aquí de una tribulación temporal, en que nadie
le suplica su intervención. Mas ella nota la confusión de la familia, las
consultas a media voz, y adivina bien pronto la causa de la perplejidad; y
luego previene delicadamente el remedio de semejante apuro.
II-
Todos los autores nos advierten de los
peligros de la abundancia, de la prosperidad, de la exterior alegría; y Dios,
sin embargo, ha colocado en medio de las fiestas una guarda incorruptible de la virtud y perfección, la caridad.
Id
a las fiestas en busca de propias satisfacciones: os sentiréis esclavizados,
cometeréis mil faltas, volveréis con el corazón vacío; id para dar
gusto a los demás, para complacer, para procurar que los hombres olviden algo
el tráfago, los cuidados demasiados reales de la existencia; id con pura intención de caridad y seréis allí dueños de
vosotros mismos; recogeréis méritos; haréis algún bien; regresareis de allí sin
pena, gustando el consuelo de haberos portado noblemente. ¡Oh prudencia, que tan pocos comprenden a pesar de verla
cada día conformada por la experiencia!
EL
MILAGRO
Manifestó María un
secreto deseo, y la repuesta del Señor prueba que la petición ofrece
dificultad, que es, en cierto sentido, inoportuna. Si María no hubiese
intervenido, el Salvador no hubiera obrado el prodigio; sin embargo, el milagro
se efectuó, y nota el Evangelio que fue el primero que obro Jesús. ¡Que delicada atención la del Señor! Durante una época entera de su vida, va como olvidarse de su Madre;
pero antes le concede obtener el primer milagro que confirma la fe de sus discípulos.
¡Que
demostración tan esplendida del poder de María!
La previsión de María y
su eficaz influencia debe animarnos a la más completa confianza.
Coloquio
En
un fervoroso coloquio, expongamos a tan buena Madre todas nuestras necesidades.
Ave María.
“Meditaciones sobre la Santísima Virgen”
Arturo Vermeersch, S.J.
Profesor
de Teología
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