En la fecha de hoy, la Iglesia conmemora, una vez más, a la Santísima Virgen, bajo su advocación de María, Auxilio de los Cristianos. La devoción por esta festividad, instituida a principios del siglo pasado por el Papa Pío VII, fue en constante aumento y alcanzó su mayor incremento, que subsiste hasta nuestros días, cuando Don Bosco congregó a una numerosa y entusiasta juventud femenina, en los colegios, los liceos y la orden religiosa de María Auxiliadora.
DON BOSCO, LOS JÓVENES Y MARÍA AUXILIADORA |
La
historia del establecimiento de la fiesta de María Auxiliadora no puede ser más
conmovedora y edificante. La Revolución Francesa había asestado un duro golpe a la
Iglesia y desquiciado completamente a la religión cristiana. En 1799, el
joven y valiente general Napoleón Bonaparte derrocó al Directorio, asumió el gobierno,
acabó con la Revolución y dedicó todos sus esfuerzos a apaciguar los ánimos y a
poner en orden a la sociedad. Como Napoleón estaba
profundamente convencido de la influencia benéfica que la religión cristiana
ejerce sobre los pueblos, desde el principio de su gobierno, determinó restablecer
el catolicismo en Francia. Anuló las leyes revolucionarias de proscripción,
permitió a los sacerdotes regresar a sus iglesias, devolvió a los obispos sus
catedrales, parroquias y seminarios, y ajustó con el Papa Pío VII un concordato
para arreglar de manera permanente los asuntos eclesiásticos. Con aquellas medidas, Francia volvió a ser,
en poco tiempo, un país floreciente, próspero y cada vez más poderoso.
Papa Pío VII CON Napoleón Bonaparte. |
Al mismo tiempo, Napoleón, embriagado por sus triunfos y
arrastrado por su ambición desordenada, exigió al Papa algunas cosas que el
jefe de la Iglesia no podía conceder, como por ejemplo, anular el legítimo
matrimonio de un hermano del emperador, o cerrar los puertos de los Estados
Pontificios a los ingleses, los suecos y los rusos. A los emisarios de Napoleón
que se presentaron en el Vaticano con semejantes pretensiones, Pío VII les
respondió con firmeza:
“Nos somos el padre de la cristiandad y a
nadie trataremos como enemigo”.
Aquello bastó para que se enardecieran
las pasiones del emperador, que se enfureció ante la firme resistencia del
Pontífice, y se lanzó contra el jefe de la Iglesia. En 1809, Napoleón se apoderó de los Estados Pontificios y,
después, tuvo la osadía de aprehender a Pío VII. El Papa fue conducido a Savona
y, más tarde, al castillo de Fontainebleau, donde quedó en calidad de
prisionero. Se dice que a diario durante los cinco años que estuvo preso,
dedicaba especialmente una parte del tiempo de sus oraciones a María Santísima,
Auxilio de los Cristianos, para que protegiese a la Iglesia perseguida,
desgobernada y desamparada.
EL PAPA PÍO VII ES LLEVADO PRESO |
En aquel lapso, la buena fortuna dio la
espalda a Napoleón y, tras una serie de reveses militares, se produjo la caída
del Imperio a principios de 1814. Precisamente en el castillo de Fontainebleau,
donde se hallaba prisionero el Papa, firmó el emperador su abdicación. Al jefe
de la Iglesia le fueron devueltos los Estados Pontificios, se firmó un acuerdo
en el que se proclamaba que, “el poder espiritual recobraría todos sus derechos y la posición
de donde lo había lanzado la conquista francesa” y, el 24 de mayo de
1814, Pío VII hizo una entrada triunfal en Roma, entre el doblar de las
campanas, las delirantes aclamaciones de la multitud y lluvias de flores, para
ocupar su Sede.
Papa Pío VII |
Los
años de infortunio y de prisión habían fortalecido en vez de agotar a aquel hombre
de avanzada edad que dio muestras de una energía, firmeza y decisión
extraordinarias, para reorganizar su Iglesia y despertar la vida religiosa que
tantas sacudidas había experimentado. Hacía falta mucho tiempo, una gran
prudencia y una pacientísima dedicación para hacer entrar de nuevo el catolicismo
en los corazones y en el orden social; sin embargo, el anciano Pío VII realizó
aquella tarea colosal en un tiempo relativamente corto. Una vez reinstalado en
la Cátedra de San Pedro, restauró a la Compañía de Jesús y reabrió sus colegios
en la Ciudad Eterna; mediante concordatos y convenios con los reyes y los
príncipes, restableció los obispados que habían quedado suprimidos, reorganizó
la propaganda, dio impulso a la Propagación de la Fe y, como por un milagro,
hacia mediados de 1815, después de la segunda y definitiva abdicación de
Napoleón, cuando el Papa dio asilo a la familia del emperador derrotado y
exilado, la Iglesia había recuperado su posición y su poder espiritual. Así lo
consideró el Pontífice: como un milagro de la
Santísima Virgen a la que tanto había pedido por la Iglesia. Fue entonces
cuando Pío VII tuvo la feliz idea de manifestar el agradecimiento de todo el
orbe católico a la Virgen María, bajo su advocación de Auxilio de los Cristianos
y, como un expreso reconocimiento de la infalible protección de la Madre de
Dios, tantas veces atestiguada con prodigios extraordinarios, sobre la Iglesia
y los hijos de la Iglesia en defensa de la fe contra moros, turcos, herejes,
revolucionarios y todos los enemigos declarados de la cristiandad, instituyó la
fiesta de María Auxiliadora en el día 24 de mayo, para perpetuar el recuerdo de
su entrada triunfal a Roma, al volver de su cautiverio en Francia. Desde
entonces, la fiesta de María Auxiliadora ha concentrado la devoción de la
cristiandad, hasta nuestros días.
Los
datos para este artículo fueron tomados de la Historia Universal de César Cantú,
voi. Vi, pp. 531-538 y de la Historia de la Iglesia, de los Hnos. de la Esc.
Cristianas, pp. 321-323.
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