MADRE PURÍSIMA.
LETANÍAS Lauretanas:
Deus purifícavit, tu
comune ne dixeris. Act.
10.
Dios la purificó, tú no
la tengas por semejante a todas.
CONSIDERACION I.
No sin motivo se puede comparar a María
Santísima con la luna, pues es quien por la Sagrada Escritura se llama, hermosa como la luna y
se dice que tiene la luna bajo de sus pies. Por esto ninguna otra cosa se
denota que la pureza de María, de quien así mismo cualquier curioso Argos debe decir:
Toda eres hermosa y en ti no se encuentra
mancha. Dios a la verdad ha
manifestado siempre su amor a la pureza: así el Arca se vestía de oro purísimo;
Juan vio las calles del cielo resplandecientes con las piedras preciosísimas; y
por esto el Señor excluyó del sacrificio las ovejas manchadas; ¿quién pues
dudará prudentemente que Dios eligiera también una Madre Purísima?
CONSIDERACION II.
Se debe notar aquí que María se dice, Toda hermosa, de
lo cual se infiere que ninguna mancha, ni la del pecado original hubo en ella.
Si consultamos a la razón nos dictará esta verdad: pregunto ¿quién creerá que Cristo eligiera
una Madre que como Eva haya sido inobediente? ¿Qué contra la prohibición divina
haya echado mano de la fruta vedada? ¿Que también por algún tiempo haya estado
bajo la potestad del diablo? Ciertamente el Rey Asuero eligió a la
más hermosa de todas las doncellas: así se debe creer que Cristo eligió para sí una Madre purísima,
que es toda hermosa, esto es, que no tuvo ni aun la mancha del pecado original.
CONSIDERACION III.
Según el texto escrito al principio: lo que Dios purificó tu no llames común; luego si Dios eligió una Madre, no fue
coma cualquiera pura, sino limpia de tal suerte que su pureza a ninguno sea
común. Por tanto, como Juan fue purificado del pecado original, desde el
vientre de su Madre, así María como Madre de Dios, digna de mayor gracia, sin
duda que del todo fue preservada del pecado original, pues de otra suerte, su pureza
hubiera sido común, y apenas mayor que la de Juan.
ORACIÓN
¡Oh María! Madre toda
hermosa y purísima. Yo creo firmemente y defiendo con mi sangre tu inmaculada
Concepción, y entiendo que eres semejante a aquel campo Egipcio que estaba
libre de toda carga y tributo: al Templo de Salomon en cuya fabrica no se oyó
golpe alguno de martillo: al sol que nace en el sereno cielo sin nublado
alguno, y así mismo te ruego ¡ah
Madre Purísima! que aborreces al pecado pero no a los
pecadores; las manchas pero no a los manchados; te ruego que nunca apartes de
mí tus ojos, sino que me alcances que puro y sin mancha de pecado salga de esta
vida. ¡Oh María!
MADRE PURÍSIMA, RUEGA POR
NOSOTROS.
P. FRANCISCO JAVIER DORNN
DEAN Y PREDICADOR DE PRIDBER
(1834).
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