I-RESURRECCIÓN
Que la Virgen nos obtenga alegrarnos con
Ella, viendo a Jesús glorificado y exaltado en cierta medida proporcionalmente
a sus abatimientos y sus humillaciones.
Que Ella nos ayude a encontrar el reposo y
la seguridad, viendo que el Padre, por esta resurrección, manifestó su
complacencia por la obra de su Hijo bien amado.
II- ASCENCIÓN
Que Ella nos consiga igualmente creer en
fianza ilimitada en su Hijo Jesucristo, que vive y reina sentado para siempre a
la derecha del Padre.
Que Ella nos consiga igualmente creer en Él
como Sumo y Eterno Sacerdote, que presenta al Padre las cicatrices irradiantes
de su Pasión, así como no deja de ofrecer su sacrificio, sacramental pero
realmente, en nuestros altares de aquí abajo.
III- PENTECOSTÉS
Por la acción del Espíritu Santo, he aquí
que la santidad de Cristo, la santa conformidad a la Pasión y Resurrección,
continuarán por siempre en el interior de la Iglesia, en cada uno de los fieles
de Cristo. Para que sea así, que la Virgen nos obtenga entregarnos a las
sugestiones y los movimientos del Espíritu Santo.
IV- ASUNCIÓN
La Virgen, Madre de Dios, la bienaventurada
Virgen María, estaba unida muy cerca a la Encarnación y a la Pasión redentora
de su Hijo para no estar unida igualmente, primera de todas las creaturas, a su
Resurrección. El poder de su intercesión en la gloria es proporcional a la
intensidad de su unión de amor en el momento del Fiat de la Anunciación y durante
el Stabat
de la Crucifixión. Estamos persuadidos que Ella intercede con una fuerza
irresistible y que sólo le pertenece a Ella. No nos cansemos nunca de decirle
con toda la confianza y todo el reconocimiento de que somos capaces: ruega
por nosotros, pobres pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
V- CORONACIÓN EN EL CIELO Y
REALEZA DE MARÍA
La Virgen está, pues, íntimamente unida a la
incesante y multiforme acción de su Hijo Jesucristo, para aplicarnos las
gracias y los beneficios de la Encarnación redentora. Ella
es mediadora de todas las gracias. Ocupémonos
de recurrir a Ella en la fe y como niños
pequeños. Ocupémonos de vivir con Ella y Ella se ocupara de llevar a su
perfección, por encima de todo, la obra de santificación que Jesús ha empezado
en nuestras vidas.
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