Soy responsable directo
de 75.000 abortos, lo que me empuja a dirigirme al público poseyendo
credibilidad sobre la materia.
Fui uno de los fundadores de la Asociación
Nacional para Revocar las Leyes sobre el Aborto en los Estados Unidos, en 1968.
Entonces una encuesta veraz hubiera establecido el hecho de que la mayoría de
los norteamericanos estaban en contra de leyes permisivas sobre el aborto. No
obstante, a los 5 años conseguimos que la Corte Suprema legalizara el aborto,
en 1973. ¿Cómo lo conseguimos? Es
importante conocer las tácticas que utilizamos, pues con pequeñas diferencias
se repitieron con éxito en el mundo Occidental.
Nuestro primer gran logro
fue hacernos con los medios de comunicación; les
convencimos de que la causa proaborto
favorecía un avanzado liberalismo y
sabiendo que en encuestas veraces seríamos derrotados, amañamos los resultados
con encuestas inventadas y las publicamos en los medios; según ellas el 60% de
los norteamericanos era favorable a la implantación de leyes permisivas de
aborto. Fue la táctica de exaltar
la propia mentira y así conseguimos un apoyo suficiente, basado en números
falsos sobre los abortos ilegales que se producían anualmente en USA. Esta
cifra era de 100.000 (cien mil) aproximadamente, pero la que reiteradamente
dimos a los medios de comunicación fue de 1.000.000 (un millón). Y una mentira
lo suficientemente reiterada, la opinión pública la hace verdad.
El número de mujeres que
morían anualmente por abortos ilegales oscilaba entre 200 y 250,
pero la cifra que continuamente repetían los medios era 10.000 (diez mil), y a
pesar de su falsedad fue admitida por muchos norteamericanas convenciéndoles de
la necesidad de cambiar las leyes sobre el aborto.
Otro mito que extendimos entre el público, es que el cambio de las leyes solamente
implicaría que los abortos que se practicaban ilegalmente, pasarían a ser
legales. Pero la verdad es que actualmente, el aborto es el principal medio
para controlar la natalidad en USA. Y el número de anual de abortos se ha
incrementado en un 1500%, 15 veces más.
La segunda táctica fundamental fue jugar la
carta del anticatolicismo.
Vilipendiamos sistemáticamente a la Iglesia
Católica, calificando sus ideas sociales de retrógradas; y atribuimos a sus
Jerarquías el papel del “malvado”
principal entre los opositores al aborto permisivo. Lo resaltamos
incesantemente. Los medios reiteraban que la oposición al aborto procedía de
dichas Jerarquías, no del pueblo católico; y una vez más, falsas encuestas “probaban” reiteradamente que la
mayoría de los católicos deseaban la reforma de las leyes antiaborto. Y los
tambores de los medios persuadieron al pueblo americano de que cualquier
oposición al aborto tenía su origen en la Jerarquía
Católica y que los católicos
proaborto eran los inteligentes y progresistas. El hecho de que grupos
cristianos no católicos, y aún ateos, se declarasen pro-vida, fue
constantemente silenciado.
La tercera táctica fundamental fue denigrar
o ignorar, cualquier evidencia
científica de que la vida comienza con la concepción.
Frecuentemente me preguntan qué es lo que me
hizo cambiar. ¿Cómo pasé de ser un destacado
abortista a un abogado pro-vida? En 1973 llegué a ser
Director de Obstetricia en un gran Hospital de la ciudad de Nueva York, y tuve
que iniciar una unidad de investigación perinatal; era el comienzo de una nueva
tecnología que ahora utilizamos diariamente para estudiar el feto en el útero
materno. Un típico argumento pro aborto es aducir la imposibilidad de definir cuándo
comienza el principio de la vida, afirmando que ello es un problema teológico o
filosófico, no científico.
Pero la fetología
demuestra la evidencia de que la vida comienza en la concepción y requiere
toda la protección de que gozamos cualquiera de nosotros.
Ud.
podría preguntar: ¿Entonces, por qué
algunos doctores, conocedores de la fetología, se desacreditan practicando
abortos?
Cuestión de aritmética: a 300 dólares cada
uno, un millón quinientos cincuenta mil (1.550.000) abortos en los Estados
Unidos, implican una industria que produce 500 millones de dólares anualmente.
De los cuales, la mayor parte van a los bolsillos de los doctores que practican
el aborto.
Es un hecho claro que el
aborto voluntario es una premeditada destrucción de vidas humanas. Es un acto
de mortífera violencia. Debe
de reconocerse que un embarazo inesperado plantea graves y difíciles problemas.
Pero acudir para solucionarlo a un deliberado acto de destrucción supone podar
la capacidad de recursos de los seres humanos; y, en el orden social,
subordinar el bien público a una respuesta utilitarista.
Como
científico no creo, yo sé y conozco que la vida
humana comienza en la concepción. Y aunque no soy de una religión determinada (*), creo con todo mi corazón que existe una divinidad que
nos ordena finalizar para siempre este infinitamente triste y vergonzoso crimen
contra la humanidad”.
Dr.
Bernad Nathanson, Texto de A. M., Revista “Ave María”, nº 683,
Febrero de 2003.
(*) Nota:
4 años después,
en 1996, Bernard Nathanson se bautizó en la Iglesia Católica. El Dr. Nathanson
falleció recientemente el 21 de febrero de 2011. Bernard Nathanson (1992)
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