miércoles, 27 de junio de 2018

NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO —27 de junio.




Breve reseña acerca de la Imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. 


   
   Cuenta la tradición romana del Siglo XVI que la milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevada a Roma por un piadoso mercader que desde la isla de Creta navegaba hacia las costas de Italia.

   Apenas había dejado el puerto de Creta, cuando una furiosa tempestad amenazó sumergir el buque en el fondo del mar. Entonces el buen mercader sacó la Imagen de María y exhortó a los pasajeros a encomendarse a Ella. No bien comenzaron a invocarla, se calmó el mar y llegaron felizmente al puerto romano.

   Pasó el mercader a Roma con intención de continuar su viaje, pero dispuso la Divina Providencia que allí muriese, para que tan rico tesoro quedase en la capital del mundo católico y se hiciese fuente inagotable de extraordinarios prodigios.

   El mercader, antes de morir, dejó a un amigo la augusta Imagen, a condición de que la hiciese exponer en una Iglesia; pero quedó oculto el cuadro en casa del huésped, porque su mujer se obstinó en no permitir que lo llevasen. Calló el buen hombre, por no disgustar a su consorte; pero no guardó silencio la Madre de Dios, la cual había querido permaneciese en Roma esta su efigie, no para beneficio de una sola familia, sino para socorro de las necesidades de todo el pueblo.

   La Santísima Virgen María se le apareció en sueños por tres veces, y le declaró que si no cumplía la palabra dada al difunto mercader vendría sobre el gravísimo castigo. Contó el romano lo sucedido a su esposa, y como obtuviese una contestación desagradable, calló y dejó de obedecer a la Virgen Santísima. Mas poco después enfermó gravemente y en breve murió.

   No por esto se movió la desaconsejada viuda a cumplir la voluntad del testador y las reiteradas instancias de María, cuando una inocente niña, la menor de la casa, corrió un día a arrojarse a los brazos de su madre, diciéndole: ¡Ay mamá! He visto a una Señora, y me ha dicho: “Ve al instante a tu madre y a tu abuelo, y diles que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, quiere ser expuesta en una Iglesia”. Conmovida la madre al oír estas palabras, determinó hacer lo que le mandaban; pero otra mujer con insensatas blasfemias, le aconsejó que guardase la Imagen.

   Apenas acabó de hablar esta infeliz, cuando se sintió atacada de agudos dolores, y conociendo que Dios justamente la castigaba, pidió a voces perdón a la Virgen, la cual, como propio de su amor maternal, escuchó sus preces, y con solo tocar su imagen le devolvió la salud.

   Se resolvió entonces la viuda a cumplir la voluntad de María, pero ignoraba cual fuera el lugar, por la Virgen escogido, donde quería ser colocada. La complaciente Señora se apareció de nuevo a la niña y le dijo estas palabras: “Quiero estar entre mi querida Iglesia de Santa María la Mayor y la de mi amado hijo adoptivo San Juan de Letrán”.

   Sabedora la madre de la voluntad de María llamó a los Agustinos, que custodiaban la Iglesia de San Mateo en Merulana y les cedió la Imagen, célebre desde aquel momento por tantos prodigios. La traslación se hizo con gran concurso del pueblo, el 27 de Marzo de l499. Al ser conducida la venerada efigie a la Iglesia de San Mateo, la tocó una persona que tenía paralizado un brazo, y recobró al instante la salud. 


   Este fue el primer milagro y el comienzo de las muchas gracias que Dios obró por su mediación en los trescientos años que estuvo expuesta en aquella Iglesia, destruida después por el ejército de Napoleón que tomó Roma.

   Cerca de sesenta años permaneció la Santa Imagen oculta en un oratorio privado; más la Virgen Santísima, que había reservado para estos nuestros tiempos su maravilloso descubrimiento, inspiró al Soberano Pontífice Pío IX ordenar que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro volviese a ser venerada entre las Basílicas Lateranenses y Liberiana y se expusiese en la Iglesia de la Congregación del Santísimo Redentor, sobre el Esquilino.


   Desde entonces la devoción a la Imagen milagrosa se enseñoreó de la ciudad de Roma. Los pobres, los enfermos, los desgraciados, acudían en tropel al trono de María para impetrar socorro en sus necesidades, recompensando la Santísima Virgen esta filial confianza con numerosos milagros.

   Un año después la Santidad de Pío IX mandó coronar la Virgen con corona de oro, como se acostumbra hacer con las imágenes más veneradas. El 23 de Mayo de 1871 se fundó canónicamente en honor de esta Imagen una Cofradía, que fue elevada a Archicofradía el 31 de Marzo de 1876 por la Santidad de Pío IX, quien la enriqueció con muchos privilegios e indulgencias.


   Su festividad se ha fijado por San Pío X el 27 de Junio, pudiéndose celebrar varias o a lo menos una Misa el domingo precedente a la Natividad de San Juan Bautista.

   La devoción y el culto a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se han extendido por el mundo entero con rapidez admirable. En Italia, Francia, Inglaterra, Bélgica, en España y en América hay más de seiscientos Santuarios donde la Virgen del Perpetuo Socorro es objeto de la más tierna devoción y todas partes la Reina del Cielo se ha dignado justificar con innumerables favores su magnífico título de Madre del Perpetuo Socorro.


   Recurramos, pues, con fe a la Santísima Virgen, honrémosla y procuremos que también sea honrada por nuestros hermanos. A este fin Su Santidad el Papa Pío IX, que profesaba una tierna devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, concedió trescientos días de indulgencia por cada vez que se visite la augusta Imagen, e Indulgencia plenaria cada año para el día en que se celebre su fiesta.

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