Breve reseña acerca de la
Imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Cuenta la tradición romana del Siglo XVI que la milagrosa Imagen de
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevada a Roma por un piadoso mercader
que desde la isla de Creta navegaba hacia las costas de Italia.
Apenas había dejado el puerto de Creta, cuando una furiosa tempestad
amenazó sumergir el buque en el fondo del mar. Entonces el buen mercader sacó
la Imagen de María y exhortó a los pasajeros a encomendarse a Ella. No bien
comenzaron a invocarla, se calmó el mar y llegaron felizmente al puerto romano.
Pasó el mercader a Roma con intención de continuar su viaje, pero
dispuso la Divina Providencia que allí muriese, para que tan rico tesoro
quedase en la capital del mundo católico y se hiciese fuente inagotable de
extraordinarios prodigios.
El mercader, antes de morir, dejó a un amigo la augusta Imagen, a
condición de que la hiciese exponer en una Iglesia; pero quedó oculto el cuadro
en casa del huésped, porque su mujer se obstinó en no permitir que lo llevasen.
Calló el buen hombre, por no disgustar a su consorte; pero no guardó silencio
la Madre de Dios, la cual había querido permaneciese en Roma esta su efigie, no
para beneficio de una sola familia, sino para socorro de las necesidades de
todo el pueblo.
La Santísima Virgen María se le apareció en sueños por tres veces, y le
declaró que si no cumplía la palabra dada al difunto mercader vendría sobre el
gravísimo castigo. Contó el romano lo sucedido a su esposa, y como obtuviese
una contestación desagradable, calló y dejó de obedecer a la Virgen Santísima.
Mas poco después enfermó gravemente y en breve murió.
No por esto se movió la desaconsejada viuda a cumplir la voluntad del
testador y las reiteradas instancias de María, cuando una inocente niña, la
menor de la casa, corrió un día a arrojarse a los brazos de su madre,
diciéndole: ¡Ay mamá! He visto a una Señora, y me
ha dicho: “Ve
al instante a tu madre y a tu abuelo, y diles que Nuestra Señora del Perpetuo
Socorro, quiere ser expuesta en una Iglesia”. Conmovida la madre al oír estas
palabras, determinó hacer lo que le mandaban; pero otra mujer con insensatas
blasfemias, le aconsejó que guardase la Imagen.
Apenas acabó de hablar esta infeliz, cuando se sintió atacada de agudos
dolores, y conociendo que Dios justamente la castigaba, pidió a voces perdón a
la Virgen, la cual, como propio de su amor maternal, escuchó sus preces, y con
solo tocar su imagen le devolvió la salud.
Se resolvió entonces la viuda a cumplir la voluntad de María, pero
ignoraba cual fuera el lugar, por la Virgen escogido, donde quería ser
colocada. La complaciente Señora se apareció de nuevo a la niña y le dijo estas
palabras: “Quiero
estar entre mi querida Iglesia de Santa María la Mayor y la de mi amado hijo
adoptivo San Juan de Letrán”.
Sabedora la madre de la voluntad de María llamó a los Agustinos, que
custodiaban la Iglesia de San Mateo en Merulana y les cedió la Imagen, célebre
desde aquel momento por tantos prodigios. La traslación se hizo con gran
concurso del pueblo, el 27 de Marzo de l499. Al ser conducida la venerada
efigie a la Iglesia de San Mateo, la tocó una persona que tenía paralizado un
brazo, y recobró al instante la salud.
Este fue el primer milagro y el comienzo de las muchas gracias que Dios
obró por su mediación en los trescientos años que estuvo expuesta en aquella
Iglesia, destruida después por el ejército de Napoleón que tomó Roma.
Cerca de sesenta años permaneció la Santa Imagen oculta en un oratorio
privado; más la Virgen Santísima, que había reservado para estos nuestros
tiempos su maravilloso descubrimiento, inspiró al Soberano Pontífice Pío IX
ordenar que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro volviese a ser venerada entre
las Basílicas Lateranenses y Liberiana y se expusiese en la Iglesia de la
Congregación del Santísimo Redentor, sobre el Esquilino.
Desde entonces la devoción a la Imagen milagrosa se enseñoreó de la
ciudad de Roma. Los pobres, los enfermos, los desgraciados, acudían en tropel
al trono de María para impetrar socorro en sus necesidades, recompensando la
Santísima Virgen esta filial confianza con numerosos milagros.
Un año después la Santidad de Pío IX mandó coronar la Virgen con corona
de oro, como se acostumbra hacer con las imágenes más veneradas. El 23 de Mayo
de 1871 se fundó canónicamente en honor de esta Imagen una Cofradía, que fue
elevada a Archicofradía el 31 de Marzo de 1876 por la Santidad de Pío IX, quien
la enriqueció con muchos privilegios e indulgencias.
Su festividad se ha fijado por San Pío X el 27 de Junio, pudiéndose
celebrar varias o a lo menos una Misa el domingo precedente a la Natividad de
San Juan Bautista.
La devoción y el culto a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se han
extendido por el mundo entero con rapidez admirable. En Italia, Francia,
Inglaterra, Bélgica, en España y en América hay más de seiscientos Santuarios
donde la Virgen del Perpetuo Socorro es objeto de la más tierna devoción y
todas partes la Reina del Cielo se ha dignado justificar con innumerables
favores su magnífico título de Madre
del Perpetuo Socorro.
Recurramos, pues, con fe a la Santísima Virgen, honrémosla y procuremos
que también sea honrada por nuestros hermanos. A este fin Su Santidad el Papa
Pío IX, que profesaba una tierna devoción a Nuestra Señora del Perpetuo
Socorro, concedió trescientos días de indulgencia por cada vez que se visite la
augusta Imagen, e Indulgencia plenaria cada año para el día en que se celebre
su fiesta.
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