Señor, dice
el profeta Habacuc, concluid vuestra obra en medio de nuestros años; dadla a conocer en medio de
nuestros años: en el tiempo de vuestra ira os acordaréis de vuestra
misericordia. Esta obra, la obra por excelencia de Dios, es
Jesucristo y María, que el profeta ruega a Dios manifieste al mundo. De tal
manera es María la obra maestra de Dios, que, según
S. Agustín, Dios agotó su sabiduría,
su poder y sus riquezas en ella. Dios no ha hecho ni
podrá jamás hacer una criatura tan perfecta. Según Sto.
Tomás, no puede haber creación más
grande que la de la bienaventurada Virgen, porque es Madre de Dios.
Hablando de María, se puede decir a
Dios lo que el mismo Dios dijo al Océano:
Llegarás hasta aquí, y no más lejos.
San Bernardino
llama a María magnificencia de Dios. La
misma María, en su profunda humildad, se ve obligada a exclamar: El poderoso ha hecho en mi grandes cosas. (Luc.
1,49). Ha manifestado el poder
de su brazo.
Jesucristo prometió a su augusta Madre, por
medio de Salomón, que
le concedería cuanto pidiese, diciendo que no le es lícito negar nada a su
Madre.
TESOROS
de
CORNELIO Á LÁPIDE.
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