“Derramad cielos, vuestro rocío, enviad, nubes, al justo como una lluvia; ábrase la tierra, y brote de ella el Salvador” (Is. 45, 8). Estas proféticas palabras, admirable expresión de los deseos de Isaías, se aplican a Jesucristo, pero también a María, puesto que sin María no se habría encarnado el Verbo.
“…Una estrella saldrá de Jacob, dice Balaam…”: (Num. 24, 17). Esta estrella, María, aparece en el mundo como
el astro brillante de la aurora que anuncia la salida del sol de la eternidad.
Por esto la invoca la Iglesia bajo el nombre de estrella de la mañana: Stella matutina. (Litan.)
“Un retoño, dice Isaías,
saldrá de la vara de Jesé; y saldrá una flor de su raíz. El espíritu del Señor
descansará sobre este retoño; el espíritu de sabiduría y de inteligencia, el
espíritu de consejo y de fuerza, el espíritu de ciencia y de piedad, y le
llenará del temor del Señor”. (Is. 11,
1-3).
Levántate, apresúrate,
amiga mía, paloma mía, tú que eres mi bella, y ven. (Cant 2,
10). El Cielo y la tierra deseaban el nacimiento de la que debía ser Madre del
prometido Libertador.
“Cumpliendo el juramento que he hecho a tu
padre Abrahán, te bendeciré, dijo el Señor a Isaac, y todas las naciones de la
tierra serán benditas en tu posteridad”. (Gen. 26,
3-4). Venid,
o libertadora del género humano; en vos, como en Jesucristo, o más bien en vos,
por medio de Jesucristo, serán benditas todas las naciones de la tierra. Os
saludo, llena sois de gracia, el Señor está con vos, y bendita sois entre todas
las mujeres: Ave,
gratia plena, Dominus tecum; benedicta tu in mulieribus. (Luc. 1, 28).
Al nacer esta incomparable Virgen, exclaman
los ángeles: ¿Quién es ésta que se
adelanta como los primeros destellos de la aurora, hermosa como la luna,
brillante como el sol, y terrible como un ejército ordenado en batalla? (Cant. 6, 10).
En Jesucristo pensaba Dios al crear a María, y sólo por
él trabajaba, dice Tertuliano. (De Resurrect. carnis, n. 2).
El Señor eligió a
María para sí: considerad las gracias y las riquezas con que
la adornaría desde su nacimiento. Ya veo brillar en ella la inocencia de
Jesucristo que corona su cabeza. “Al
nacer la Virgen, despuntó la aurora del gran día de Jesucristo”, dice S.
Pedro Damián: (Serm. XL. in Assumpl.). Viniendo
por fin María a anunciar la luz, nos dió con su nacimiento la más pura y la más
brillante de las mañanas, añade el mismo Padre.
¿Quién pensáis que será este niño? decían al nacer Juan Bautista. ¿Y qué hemos de pensar de
la niña María? ¿Qué será? ¡Madre de Dios! ¡Es el
templo vivo donde ha de descansar Jehovah! Será la Madre de todos los mortales......
TESOROS
de
CORNELIO Á LÁPIDE.
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