Escribe: R.P. Álvaro
CALDERÓN.
Iesum Christus-Año XVIII, N 111-Mayo
Junio de 2007.
El
título es el de un libro que ha explotado en Roma hace apenas unos meses.
Después de la revelación de la tercera parte del secreto de Fátima por el
Vaticano, en el año 2000, se levantó una ola de protestas y reclamos entre los
expertos fatimistas, porque quedaban tantos cabos sueltos que, después de
revelado, el misterio de Fátima se volvía más misterioso todavía. Pero como las
denuncias venían de elementos tradicionalistas, con patente de exagerados, el
Vaticano seguía tranquilo el curso de su existencia.
Mas he aquí que dos días
después de la muerte de Sor Lucía,
ocurrida 13 de febrero de 2005, el gran gurú del periodismo católico, Vittorío Messori, publica en el “Corriere della Sera” un artículo: “Secreto de
Fátima, sellada la celda de Sor Lucía”, donde dice, refiriéndose a
la revelación del tercer secreto, que “muy lejos de disipar el
misterio ha abierto otros: sobre la interpretación, su contenido, sobre la
integridad del texto revelado”. En
parte porque quebraba el pacto de oficial silencio al respecto y en parte,
suponemos, por el gusto de lidiar con el más bueno, otro periodista italiano de
mucho renombre, Antonio Socci, director
un tiempo de “30 Giorni”, entabló una polémica con Messori en defensa de la posición vaticana. Puesto en el combate,
se sintió herido —como él mismo
reconoce— por un artículo de un joven
tradicionalista, Solideo Paoliní, donde “nucleaba una serie de
argumentos un tanto demoledores de la versión oficial vaticana” (Introducción). Esto
lo llevó a interesarse en la literatura tradicional-fatimistas, rara avis, y,
como San Pablo camino a Damasco, a
transformarse de perseguidor en primer apologista. Sí, Socci se rinde y se pasa al enemigo. Escribe un libro donde retoma
los principales argumentos fatimistas y, con la cereza de uno inédito que le
comunica Paoliní, concluye
convencido —y convincente— que el Vaticano escamoteó una parte del tercer secreto. En noviembre de 2006, Socci hace estallar a las puertas de San Pedro este libro con un título nada discreto: “íl quarto segreto di Fátima”.
Es verdad que, después de
la difícil maniobra de la revelación, en el Vaticano no se habían quedado
completamente tranquilos ante las voces de desconfianza. Al año siguiente, el
17 de noviembre de 2001, en un recurso totalmente desacostumbrado, el Cardenal Bertone volvió a visitar a Sor Lucía para que ella misma
confirmara lo hecho por Roma. Pero en los círculos oficiales el tono de las
murmuraciones no pasaba del políticamente correcto de Messori.
El
libro de Socci, en cambio, ha abierto la caja de Pandora,
desparramando los vientos fatimistas en el sacrosanto recinto de los medios de
comunicación. Como nunca pasó, como no
debía pasar, el Cardenal Tarsicio Bertone —el más
directamente golpeado por el libro de Socci—
se ha visto obligado a responder:
“A las sospechas,
más bien a las acusaciones — escribe Messori el 13 de mayo pasado,
distanciándose de Socci—, replica
ahora con firmeza el nuevo Secretario de Estado, el Cardenal Bertone, en un
libro-entrevista con Giuseppe De Carli, responsable de la estructura Rai-
Vaticano: «L'ultima
veggente di Fátima. I miei colloqui con suor Lucia» (Rizzoli). La
reconstrucción de Socci es tildada por Bertone de «cinematográfica»
y las suyas son definidas como «revelaciones
delirantes»”.
El
Cardenal llega a acusar al periodista de hacer “il
gioco [el juego] della Massoneria”; pero
fuera de estas descalificaciones, no se detiene a responder en particular a las
nada infundadas objeciones que levanta Socci. “Qué error —comenta
éste—. Quién sabe por qué el Cardenal
Bertone se ha puesto en tal aprieto metiendo en la torta al Vaticano. Personalmente debería estar encantado que el Secretario
de Estado (es decir, el número 2 de
la Iglesia) haya publicado un libro
para rebatir el mío. Es un único. Ni Dan Brown ha tenido tal honor”.
Y
no sólo un libro: el
31 de mayo Bertone aparecía en un conocido programa de la televisión italiana,
Porta a
porta, para explicar que no existe ningún cuarto secreto de Fátima. Debe estar muy
disgustado teniendo que hablar de lo que no convenía. Probablemente
Socci termine comprobando que a un león no se lo abofetea gratis.
El libro reproduce en
cierta manera lo que le ocurrió al mismo Socci.
Primero reconoce que, tras la revelación del tercer secreto por el Vaticano,
quedan muchos interrogantes sin responder. Luego descubre una clave de
solución. Finalmente, medita sobre su descubrimiento.
INTERROGANTES
El
13 de mayo del 2000, durante las ceremonias de beatificación de Francisco y Jacinta, el
Cardenal Sodano anuncia que pronto sería revelada la tercera parte del secreto
de Fátima y adelanta su significado: se trataría de una profecía del atentado sufrido por Juan
Pablo II el 13 de mayo de 1981.
El
26 de junio del mismo año, el Vaticano da a conocer el contenido del tercer
secreto, acompañándolo con una serie de documentos: una
Presentación del Cardenal Bertone; las tres partes completas (supuestamente) del secreto,
acompañadas por un facsímil de las páginas donde Sor Lucía habría escrito el tercer secreto; una serie de documentos
en orden a interpretar debidamente esta tercera parte: una carta de Juan
Pablo II a Sor Lucía, la síntesis de un coloquio
del Cardenal Bertone con Sor Lucía previo a
la revelación, un comunicado del Cardenal Sodano y un comentario teológico del —por entonces— Cardenal Joseph
Ratzinger.
Antes de entrar en tema,
el tratamiento único y extraordinario que ha terminado dándole la Iglesia al
acontecimiento de Fátima pide un comentario. El Cardenal
Ratzinger introduce su Comentario con la distinción
clásica entre "revelación pública" y
"revelaciones privadas" (la
distinción es clásica, pero la noción de revelación que allí expone el Cardenal
no es nada clásica). Hasta ahora el término "revelación pública" se reservaba a la revelación divina
que se cerró con la muerte del último Apóstol, pero la importancia que la Santa
Sede le fue dando a Fátima, la pone por encima de las revelaciones
estrictamente privadas. Los teólogos se verán obligados a abrir una nueva
clasificación. Pero volvamos a nuestro asunto.
La tercera parte del secreto de Fátima revelada por el Vaticano
consiste en una visión en la que, como también ocurre con las visiones del
Apocalipsis, parece difícil discernir lo literal de lo simbólico. A pesar de
las muchas aclaraciones que acompañan el texto —o quizás más bien por ellas
mismas, Socci
encuentra planteados en la literatura fatimista
serios interrogantes en cuanto a la interpretación, a la gravedad, a la
continuidad, al género y a la forma del mensaje del Cielo.
En
cuanto a la interpretación. El Cardenal Soda-no sugiere que el “Obispo de
blanco” de la visión de los pastorcitos, es Juan Pablo II que “cae a tierra
como muerto” en el atentado
de T981, interpretación confirmada por el Cardenal
Ratzinger en su Comentario. Los acontecimientos predichos en el
tercer secreto, entonces, “parecen ya pertenecer al pasado” (Ratzinger
a coro con Sodano). Pero es evidente que la
interpretación no encaja. En la visión, el Papa no es herido sino que muere;
además, no sólo él muere sino también muchos otros, y nada de lo que rodea a
estas muertes en la visión corresponde con el atentado de Juan
Pablo II. Por otra parte —señala Soeci
aportando datos— se puede ver que ninguno de los
que conocían el tercer secreto pensó en esta interpretación en el tiempo
inmediato posterior al atentado, empezando por el mismo Juan Pablo II.
Este interrogante no pone sombras en el
mismo secreto revelado, pero manifiesta una intención de manipulación para
acabar con las expectativas que había suscitado.
EN CUANTO A LA GRAVEDAD
Dos veces habla el Comentario de “desilusión”. Sí, los que habían llegado a suponer que el contenido
del tercer secreto sería sensacional quedan ahora desengañados. Pero a los neófitos como nosotros, que
no estábamos interiorizados en estas investigaciones, las referencias de Socci
nos golpean fuerte. Los que habían creado esa expectativa acerca del tercer misterio
no eran solamente algunos exaltados
lefebvristas, sino aquellos mismos altos personajes
que conocían el secreto. Cuando
el Obispo de Leiría pide a la vidente que ponga por escrito la tercera parte
del secreto, ésta pasa casi tres meses de angustias de muerte sin poder escribirlo
y se hace necesario que la Virgen se le aparezca,
el 2 de enero de 1944, para animarla a hacerlo el día siguiente. ¿Qué podía impresionarla tanto en la visión que conocemos
a aquélla que fue capaz de describirnos la visión del infierno? Luego,
al acercarse el tiempo en que el secreto debía ser revelado (1960), después de
una visita del Cardenal Ottaviani a Sor Lucia, Roma
confisca todos los documentos conservados hasta entonces en el obispado de
Leiría.
El mismo Cardenal
Ottaviani, nada inclinado a las revelaciones privadas, explicará diez años
después, en una importante conferencia dada el 11 de febrero de 1967, que se
tomó esta decisión “para evitar que una cosa tan delicada, destinada a no ser dada
en pasto al público, venga, por cualquier razón, aun fortuita, a caer en manos
extrañas”.
Poco después, en
1958, a raíz de una declaraciones "sensacionalistas"
del Padre Fuentes, que era nada menos que el
postulado»" de la causa de beatificación de
los pastorcitos y sus declaraciones estaban fundadas en sus frecuentes
conversaciones con Sor Lucía, Roma (ya estamos bajo Juan XXIIÍ) destituye de su cargo a dicho Padre y declara
incomunicada a la vidente, pena que la pobrecita sufrirá hasta su muerte. Juan
XXIII y Pablo VI van a evitar referirse
públicamente al tercer secreto, pero el mismo hecho de sostener este silencio
frente a la presión creciente por que sea publicado, se hace incomprensible al
conocer ahora su inofensivo contenido.
Será Juan Pablo II quien
vuelva a darle importancia, sobre todo después del atentado. Hay unas
confidencias que se le atribuyen, que habría hecho en Fulda en 1980, durante su
viaje a Alemania, donde se referiría al carácter absolutamente sensacional del
tercer secreto, pero flotan algunas dudas acerca de la verdad de este hecho.
Mas fue el mismo Ratzinger,
que en el Comentario se encarga de desilusionarnos,
quien había alimentado del modo más explícito aquellas ilusiones. En
los extractos de su famosa entrevista con Messori, anticipados
por la revista “Jesús” del 11 de noviembre
de 1984, después de reconocer que había leído el tercer secreto, dice que “si no se lo publica —al menos por ahora— es para evitar que la profecía religiosa se transforme en
sensacionalismo”. ¿Por qué todo esto, si era tan evidente que su revelación no
provocaría ninguna gran sensación? Es un serio interrogante.
EN CUANTO A LA CONTINUIDAD
La segunda parte del
secreto, en la redacción más completa que da Lucía en su Cuarta memoria,
termina con la frase: “En Portugal se conservará siempre el
dogma de la fe, etc.” Hay casi una certeza de que
el “etc.” escrito por Lucía se refiere al texto de la tercera parte del secreto.
Ahora bien, eso supone que lo que sigue tiene algo que ver con la frase
inmediatamente anterior. De allí surgió la convicción de que el tercer secreto
se refería de alguna manera a una gran crisis de fe en la Iglesia. Pero en la visión del “Obispo de blanco” revelada por el Vaticano no hay nada que sugiera explícitamente
un problema de fe, porque la persecución que allí se muestra puede ser causada
por la defección de los creyentes o por la malicia de los incrédulos.
Si la expectativa se hubiera creado sólo por el pequeño “etc.” de
Lucía, el desengaño pasaría fácil. Pero, aquí otra vez, voces muy altas lo
habían confirmado. El Padre Joaquín Alonso,
encargado por Roma de la clasificación de todos los documentos relativos a
Fátima (24 volúmenes cuya publicación sigue prohibida) y probablemente el mayor experto en este asunto, no sólo
sostiene como muy probable que el tercer secreto hable de una crisis de
fe en la Iglesia, sino también de graves negligencias en la Jerarquía. Y esta opinión tiene el
aval de sus frecuentes conversaciones con Sor
Lucía.
Socci
refiere muchas otras vías serias por donde se filtra esta misma convicción,
entre otras, la misma entrevista del Cardenal
Ratzinger con Messori,
donde afirma que el secreto también trata de “los peligros que
incumben a la fe y a la vida del cristiano y por lo tanto del mundo” (es verdad
que estas declaraciones adelantadas por la revista "Jesús",
fueron censuradas en la edición completa de la
entrevista a manera de libro, seguramente por los ecos que provocaron). El conjunto de estos hechos, cuyas
precisas referencias no permiten dudar de su existencia, nos causa verdadera
perplejidad. Hay algo que no va.
EN CUANTO AL GÉNERO
Este interrogante es simple, pero no
menos punzante. En la primera parte del secreto, los pastorcitos tienen también
una visión, la terrible visión del infierno, pero inmediatamente siguen las
palabras de la Virgen que la explican: “Visteis el
infierno, etc.”
En
esta tercera parte hay también una visión, pero a pesar de ser mucho menos
comprensible, no es seguida de ninguna explicación. Esto resulta extraño, más ¿quién puede juzgar los secretos del Cielo? El
libro, sin embargo, tampoco aquí nos deja tranquilos, porque muestra
fehacientemente que todas las personas que estaban en condiciones, por una u
otra razón, de juzgar del secreto, empezando por la misma Lucía, daban por supuesto que contenía “las palabras de la Virgen”. ¿Dónde están esas palabras?
EN CUANTO A LA FORMA
La más material de las cuestiones
termina siendo la más determinante. En enero de 1957, cuando
se acercaba la fecha de la revelación, Roma pide al obispado de Leiria entregar todos los
escritos de Sor Lucía, “sopratutto il segreto”.
Se sabía que, una vez que el Santo Oficio tragara el secreto, difícilmente
volvería a aparecer en la superficie de la tierra. Monseñor
Venancio, Obispo auxiliar, rogó al titular, Monseñor Da Silva, a quien
había sido dirigido el secreto por Sor Lucía, que
lo abriera, porque era la última posibilidad de guardar una copia en Leiria.
Éste no quiso asumir tal responsabilidad, y Monseñor
Venancio tuvo que resignarse a conservar sólo una detallada descripción
física del escrito antes de entregarlo.
Observando al trasluz, pudo comprobar
que, dentro del sobre del obispado, estaba el sobre
de Lucía, de 12 por 18 cm, y dentro de éste había una única hoja de
papel de 9 por 14 cm, con un texto escrito de 20 a
25 líneas. Las anotaciones de Monseñor
Venancio se conservan en el archivo del
Santuario de Fátima.
Además, el mismo Cardenal Ottaviani, en la conferencia
referida más arriba, dijo también que
Lucia “ha escrito sobre una única hoja lo que le ha dicho la Virgen”. El escrupulosísimo Padre Alonso afirmó lo
mismo más de una vez: “Lucia dice que lo ha
escrito en una hoja de papel”.
Sin embargo, el texto revelado por el
Vaticano tiene cuatro hojas más pequeñas, con 65
líneas en total. Para mayor abundancia, el Cardenal
Bertone mostró el sobre del secreto por televisión, el 31 de mayo
pasado, señalando que medía 9 por 14 cm. No
le falta razón a Socci cuando se pregunta: ¿Por qué no procuró el
Cardenal Bertone aclarar estas cuestiones tan debatidas?
LA CLAVE DEL MISTERIO
Solideo Paolini, autor
el también de un reciente libro sosteniendo la misma tesis del cuarto secreto,
le regaló a Socci un testimonio inédito que
le permite a éste darnos lo que parece resolver el misterio. Paolini logra una entrevista con Monseñor Loris Capovilla, antiguo secretario personal de
Juan XXIII y protagonista en uno de los momentos más importantes del
secreto de Fátima, pues estuvo presente en el momento en que el aquel Papa leyó
el secreto y fue encargado de escribir en el sobre la sentencia de muerte: “Non do nessun giud'tzio”.
Capovilla
responde de manera esquiva: “Aunque pudiera saber
otras cosas, hay que atenerse a cuanto se ha dicho en los documentos oficiales;
pero mándeme sus preguntas por escrito y veré entre mis papeles si le envío al
menos una frase”.
Paolini
parece tener una personalidad compradora, pues se lo ganó a Socci y también un buen dato del prudente
secretario. Este le envía unos documentos de archivo y el consejo de
compararlos con lo publicado por el Vaticano.
Una
“Nota reservada” del archivo de Capovilla dice que Pablo VI leyó el secreto en la
tarde del jueves 27 de junio de 1963 (seis días
después de su elección como Papa, antes aún de la Misa de entronización,
celebrada el domingo siguiente), mientras que la Presentación de Bertone
dice que lo leyó el 27 de marzo de 1965. ¿Error? Paolini
escucha por teléfono del viejo secretario:
“— ¡Ah. Pero yo le he dicho la verdad; mire que todavía estoy
lúcido! Quizás el pliego Bertone no es el mismo que el pliego Capovilla-“.
“— Entonces, ¿ambas fechas son verdaderas porque del tercer
secreto se tienen dos textos?”
“— ¡Exactamente!”.
Con esta clave de solución parecen
ordenarse multitud de datos dispersos. Se sabe que, en 1944,
Sor Lucía entregó a Monseñor Da Silva el
sobre lacrado con el secreto dentro de su cuadernito de notas. ¿Por qué también en el cuadernito? Tiene sentido
pensar que las cuatro hojas reveladas por Roma pertenecen al cuadernito, donde Lucía escribió la visión, y en el sobre lacrado
iban las palabras de la Virgen que tanto le
costó a la vidente verter al papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario