En
el año 1931 el Papa Pío XI, al celebrar el decimoquinto centenario de la
proclamación dogmática de la Divina Maternidad de María hecha en el Concilio de
Éfeso contra Nestorio y sus secuaces, determinó que esta fiesta de la Divina
Maternidad se celebrara en todo el orbe católico con gran solemnidad el día 11
de octubre.
— Con este motivo se
compuso un precioso Oficio Litúrgico, del que tomamos las siguientes ideas que
vamos a meditar.
1. ° Alegría universal.
— Así
quiere la Iglesia que se celebre esta fiesta..., con alegría
universal... porque esta Maternidad Divina ha traído el gozo verdadero a toda
la creación. Y así es..., gozo infinito y eterno en el mismo Cielo... ya que por
esta maternidad, María es lo que es.
— Toda
su dignidad y grandeza brotan de ella... si en cierto modo María
al ser Madre de Dios parece que deja de ser una pura criatura... y aunque no se
convierte en una divinidad... pero adquiere tales relaciones con
Dios... que se sale de la esfera de lo creado para
meterse en la región de lo infinito.
Esto es lo que la Iglesia misma reconoce prácticamente
al tributar a María un culto especial..., el culto de hiperdulía..., distinto,
es cierto, del de latría que se debe a solo Dios... pero también elevado y
separado del culto ordinario, que se reserva a los demás santos.
— Ella sola, aparte, porque Ella sola es la Madre de Dios.
— Mira, pues, el gozo y la alegría que eternamente producirá en
todo el cielo..., en el mismo Dios..., en la Santísima Virgen..., en todos los
Ángeles y bienaventurados... Párate a imaginarte como puedas esta alegría del
Cielo.
Y
la de la tierra, ¿no debe ser mayor...?
Esta Maternidad, sigue diciendo
la Iglesia anunció el gozo verdadero a todo el mundo..., porque de ella brotó
el sol de justicia, Cristo nuestro Señor... Sin María..., sin su Maternidad
Divina... no habría razón ni fundamento para el gozo ni la alegría en esta
tierra miserable..., sería sólo un mar de lágrimas..., un valle de
amarguras..., un erial lleno de espinas y abrojos.
— Si cambia totalmente
la faz de la tierra, es por ese Sol que la alegra y que brotó como fruto
riquísimo de esa Maternidad de la Santísima Virgen.
— Mira, pues, con cuánta razón podemos decir que es María la “Causa de
nuestra alegría...”, pero fíjate que esta causa es solamente por
esta Maternidad.
2. ° Su excelencia. San
Bernardo, en las lecciones del tercer Nocturno, se detiene en profundizar en lo
excelsa que es la Virgen por ser Madre de Dios.
— ¿Qué Ángel, dice él, por muy elevado que sea, se atreverá a
llamar con el nombre de hijo a Dios?... Si los Ángeles se dan por muy
contentos con ser los espíritus puestos al servicio del Señor... y nada más... ¿cómo se va a
comparar ninguno... ni todos juntos con aquélla que al Dios y Señor del Cielo
le llama con toda verdad hijo suyo?... Y sigue diciendo: Por tanto, si es hijo, a
su madre estará sometido..., a su madre obedecerá como lo hacen los buenos
hijos... y así es, aunque parezca mentira, que Aquel a quien obedecen temblando
los ángeles... esté sujeto y sometido a obediencia a su Madre.
— ¿Qué admiraremos aquí más... la dignación del Hijo o la
excelsitud de la Madre?... Por ambas partes el estupor y el
milagro inaudito... ¡¡¡Dios obedeciendo a una mujer!!! No hay
humildad como ésta... ¡¡¡Una mujer elevada sobre el mismo Dios!!! No hay
sublimación comparable con ella... Si para todas las Vírgenes habrá una
excelsitud especial en el Cielo..., ¿cuál será la reservada
a la que va delante de todas..., a la Virgen de las Vírgenes?...
3. ° Admirable conjunto.
—
Es el que según San Bernardo se da en este grandioso misterio..., conjunto de humildad...,
de virginidad..., de fecundidad.
— Una virginidad singular..., única..., no reñida, sin embargo,
sino unida íntimamente a otra singularísima... y también única fecundidad... Y
uniendo a ambas... o como el fundamento de las mismas una humildad también
singular..., también única.
— Y todo esto es la Maternidad de María.
Detente muy despacio a considerar cada uno de los
elementos de este bellísimo conjunto...: aquella virginidad que el Señor exige
en la que ha de ser su Madre..., el amor de María a esta virtud que tantas
veces has considerado ya..., el modelo que en esta virtud ha servido a tantas
almas que por María y con María han conocido... y se han enamorado de esta virtud.
— ¿Quién más Virgen que María?... y
no obstante, ¿quién más fecunda que Ella?..., ¿quién más Madre que la
Virgen?... y a la vez, ¿quién más
humilde que esta Virgencita que es elevada a esta dignidad tan excelsa... y que
Ella la recibe con tanta humildad?... Dime, sigue diciendo el Santo, ¿qué crees
que es más digno de admiración en este tan admirable conjunto... la estupenda fecundidad
de esta Madre..., la integridad de esta Virgen..., la sublimidad de su prole...
o la humildad que se junta con tanta sublimidad?... Cada una de estas
cosas era suficiente para que no cesáramos de admirarla...
— Pues ¿qué será el
conjunto de todas ellas?...
Por
tanto, si Dios es admirable en todos sus actos, ¿qué será en su
Madre, donde se dan cita todas las virtudes y todas las grandezas y sublimidades
de la santidad?... Abísmate ante
esta figura de María Madre de Dios... Gózate y alégrate en ella..., dala la
enhorabuena y dásela a toda la creación, pues toda ella participa de los frutos
de esta Divina Maternidad.
4. ° Tu imitación.
— También en este
misterio puedes sacar motivos de imitación a la Virgen.
—
A la vista de ese
conjunto que acabas de meditar piensa si tú deseas ser y tener en tu alma un
conjunto que se asemeje a ese de María... ¿Qué conjunto hay en ti de humildad,.., de pureza y castidad...,
de fecundidad en obras de perfección y santidad?... ¿Te das cuenta de que en ti
también esta fecundidad ha de depender de aquel conjunto..., esto es, que no
darás frutos de virtud y santidad si no adquieres antes una pureza delicada y exquisita?...
Suplica a la Santísima Virgen
que te dé la gracia especial en este día, al celebrar con tanto gozo su
Maternidad excelsa... de imitarla en esas virtudes con las que tú también
llegues a engendrar espiritualmente en tu corazón, a Aquel que sólo se goza en
nacer..., vivir y morar en las almas humildes..., puras y castas.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA, VIRTUDES Y
ADVOCACIONES LITÚRGICAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.
ILDEFONSO RODRÍGUEZ VILLAR
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