jueves, 15 de noviembre de 2018

MES DE MARÍA. (III).




   Nada puede asegurarse con certeza del origen del MES DE MARÍA. Muchos autores atribuyen su institución a San Felipe de Neri, que murió en Roma en 1575. Otros atribuyen este honor a un piadoso misionero llamado Lalomia, el cual, si no fue su autor, fue al menos su celoso promotor. Este compuso un pequeño devocionario titulado el MES DE MAYO, publicado bajo los auspicios de Luisa de Francia priora de las Carmelitas de San Dionisio. Este devocionario fue traducido a varios idiomas y sirvió de base a los piadosos ejercicios con que se acostumbraba honrar durante el mes a la Reina del cielo. Lo cierto es que la institución de esta hermosa devoción nos remonta más allá del siglo XVI.

   Pero, aunque la institución formal del Mes de María es de reciente data, parece que de antiguo los fieles han acostumbrado honrar de alguna manera a María  durante la estación de las flores. La relación que existe entre la primavera de la naturaleza y la de la gracia en María, dice Augusto Nicolás, es demasiado palpable para que no haya sido observada desde largo tiempo, de ello se encuentra un fehaciente testimonio en un viejo capitel de la antigua Abadía de Cluny, en el cual se ve una imagen de María a cuyo alrededor se lee este hermoso hexámetro: Ver primos flores, primos adducit honores. Con las primeras flores, la primavera trae (para María) los primeros honores.

   EL MES DE MARÍA nació en Italia, pero se difundió bien pronto en Francia, y en poco tiempo toco los confines de Europa; se estableció en las Américas, y ha llegado a ser una fiesta universal.

“El Lapón, dice un escritor, en los polos nevados, el indio, en sus florestas vírgenes, el árabe bajo la tienda del desierto, no son extraños a las magnificencias del mes consagrado a María, y hasta el pescador errante en las orillas del lago, y el cazador indio en lo alto de la roca solitaria elevan sus votos a María en este bello mes. El salvaje, perdido en el fondo de sus bosques, coloca al pie del árbol tutelar la imagen milagrosa de la buena madona. En medio del valle, al borde de la limpia corriente, la piadosa pastora erige un rustico altar a la Reina de las vírgenes: allí no encontrareis columnas de mármol, pero veréis céspedes floridos y árboles frondosos que le prestan una sombra más agradable que la de  nuestros templos: allí no escuchareis la música armoniosa de nuestras grandes ciudades, pero oiréis, al venir el día, el gorjeo de los pájaros y el sencillo cántico que entona la feliz pastora a la Estrella de la mañana”.

   He aquí, en resumen, lo que es el MES DE MARÍA, una fiesta en que la naturaleza, la poesía y el arte se unen a la piedad y al amor de los devotos de María para dar desusado esplendor al culto tributado a la Reina del cielo durante treinta días. Por su parte, la soberana dispensadora de las munificencias divinas se complace en derramar copiosas bendiciones sobre los hijos que la honran durante este Mes, otorgándoles, en cambio de sus homenajes, gracias abundantes para la santificación de sus almas.


Presbítero Don Rodolfo Vergara Antúnez.
  


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