miércoles, 13 de febrero de 2019

LA VERDADERA HISTORIA DE FÁTIMA.





Una narración completa de las Apariciones de Fátima.

Contada por el Padre John de Marchi, I.M.C.





Capítulo XIV La misión de Lucía (Parte II).

   Cuando ella describió la devoción a un cierto sacerdote, él respondió que Nuestra Señora había empleado más o menos las mismas palabras que Nuestro Señor usaba cuando hizo sus promesas a Santa Margarita María acerca de los Nueve Primeros Viernes. Lucía apenas sonrió, diciendo, ¿“Puedo yo decir a la Santísima Virgen cómo expresarse”?

   A Lucía no se le había concedido aún permiso de revelar todo lo que Nuestra Señora le había dicho en la Cova da Iría. Sin embargo, tuvo permiso de revelar la necesidad de reparación y la devoción de los Primeros Sábados. Fue en 1927, mientras estaba rezando en la capilla conventual de Tuy España, donde estaba destinada, que recibió permiso del Cielo de revelar las primeras dos partes del Secreto: la visión del Infierno y la urgente necesidad de devoción al Inmaculado Corazón de María.

   “Habéis visto el infierno, a dónde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón…vendré a pedir la consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón”. (Desde el tiempo en que este libro fue publicado por primera vez en 1947, investigación importante se ha hecho por una variedad de eruditos de Fátima, en especial por el Padre Joaquín María Alonso, el investigador de Fátima más conocedor que tuvo acceso directo a Sor Lucía para resolver cualesquier pretendidas contradicciones. Por el bien de la claridad y precisión, algunos detalles del libro del Padre de Marchi han sido redactados a partir del fin del próximo párrafo de este capítulo).

   Lucía informó a sus confesores, a su madre Provincial, al Obispo de Leiria y al Reverendo José Galamba. (La tercera parte del Secreto revelada a los tres pastorcitos en la Cova da Iría el 13 de julio de 1917, fue puesto por escrito por Sor Lucía el 9 de enero de 1944.) (De acuerdo con instrucciones dadas por Nuestra Señora en una visión el 2 de enero de 1944, Lucía lo puso a papel. Se selló y por orden del Obispo de Leiria fue colocado en sus archivos diocesanos. Permaneció allá hasta inicios de 1957 cuando fue encomendado al Vaticano).

   Dos años más tarde, en 1929, Nuestra Señora se apareció otra vez a Lucía mientras rezaba en la capilla en Tuy. Fue el momento escogido por Nuestra Señora de pedir el cumplimiento de su petición anterior: “vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón…Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz”. Nuestra Señora explicó que esta consagración tiene que ser hecha por el Santo Padre en unión con todos los obispos del mundo.

   Lucía dio a conocer esta petición a sus confesores. Uno de ellos, el P. Francisco Rodrigues, S.J. le instruyó ponerlo por escrito. Mostró esta carta al Obispo y le dio todos los detalles. El Padre Rodrigues también lo trajo a la atención del Santo Padre. Dos años pasaron y nada se realizó.

   En el verano de 1931, Sor Lucía fue mandada por su superiora religiosa a Rianjo, una aldea marítima en España. Mientras allá, en la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe ella rezó por la conversión de Rusia, España y Portugal. Sor Lucía describió en una carta a su obispo lo que sucedió. A finales de agosto de 1931 escribió:

   “Señor Obispo: mi confesor me manda que participe a V. Ex.cia lo que hace poco pasó entre mí y Nuestro Buen Dios: pidiendo a Dios la conversión de Rusia, de España y Portugal, me pareció que su Divina Majestad me dijo: ‘me consuelas mucho pidiéndome la conversión de esas pobres naciones. Pide también a mi Madre, diciendo muchas veces: Dulce Corazón de María, sed la salvación de Rusia, de España y de Portugal, de Europa y del mundo entero. Y otras veces: por vuestra pura e Inmaculada Concepción, oh María, alcanzadme la conversión de Rusia, de España, de Portugal, de Europa y del mundo entero’.
   “‘Participa a mis ministros que, en vista de seguir el ejemplo del Rey de Francia, (Los Reyes de Francia durante 100 años no obedecieron el mandato dado por Jesús en 1689 de consagrar Francia al Sagrado Corazón, y a consecuencia de eso el Rey de Francia y sus ministros fueron asesinados por los Revolucionarios franceses y el Reino de Terror entre 1789 y 1794.) en la dilación de la ejecución de mi petición, también lo han de seguir en la aflicción. Nunca será tarde para recurrir a Jesús y a María’”. (Citado textualmente del Rvdo. Dr. Joaquín María Alonso C.M.F., Fátima ante la Esfinge, Graf. Dehon- Conmar, 2325, Torrejón de Ardoz, 1979, pág. 97).

   Pasaron años. El Papa rogaba por la paz. Luego, en marzo de 1938, Alemania invadió Austria y se preparaba para la Segunda Guerra Mundial, que estalló en septiembre de 1939, seis meses después del fallecimiento de Pío XI. El Padre Jongen preguntó a Lucía si Nuestra Señora había mencionado el nombre del Papa:



      ¿“¿Pronunció Nuestra Señora, de hecho, el nombre de Pío XI”?
   “Sí. No sabíamos, entonces, si era un Papa o un rey, pero Nuestra Señora habló de Pío XI”.
   ¡“Pero la guerra no comenzó en el tiempo de Pío XI”!
   “La anexión de Austria fue el pretexto para ella. Cuando se concluyó el cardo de Múnich, las hermanas se llenaron de júbilo, porque la paz estaba salvada. ¡Yo sabía más que ellas, tristemente”!
   Fue “la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes…”
   – Lucía explicó así las luces extraordinarias que aparecieron en los cielos del mundo en 1938.

   “Dios manifestó esa señal… – continuó ella – Dios se sirvió de eso para hacerme comprender que su justicia estaba presta a descargar el golpe sobre las naciones culpables…”

   Pero el sacerdote replicó: “Los astrónomos dicen que fue una simple aurora boreal. ¿Por qué escribió en uno de sus relatos?: ‘No sé. Pero me parece a mí que, si lo examinaran bien, verían que no fue ni podría ser, por la forma en que se presentó, tal aurora. Pero sea lo que sea.’ ¿Por qué dijo esto”? 

“Juzgo que es así”. ( Sebastião Martins dos Reis, A Vidente de Fátima Dialoga e responde pelas Aparições, Tipografia Editorial Franciscana, Braga, 1970, págs.71-72 Los científicos lo llamaron una aurora boreal porque no tenían otras palabras para describirlo, y por eso es que Lucía dijo que tuviesen que investigarlo más. Astrónomos y escépticos lo descartaron como una mera aurora boreal, aunque su carácter era notablemente sin precedentes. Como se explica en el libro, The Secrets of Fatima: Esta aurora apareció tan al sur como en Galicia, España, donde Sor Lucía estaba entonces claustrada, y ella, la única sobreviviente de los tres pastorcitos de Fátima, lo reconoció inmediatamente como la señal. Visible hasta a Pio XI en Roma, la aurora boreal sin precedentes fue acompañada por un sonido ‘crepitante’, posiblemente atribuible a descargas de energía atmosférica. Con efecto, en muchas partes de Europa, el pánico estalló; porque la gente concluyó que el mundo estuviese en llamas y que el Fin había llegado.” The New York Times el 26 de enero de 1938, publicó lo siguiente: “Londres, el 25 de enero de 1938. La Aurora Boreal raramente vista en Europa meridional u occidental difundió susto en partes de Portugal y en el sur de Austria anoche y provocó miles de británicos a correr a las calles en admiración. El brillo rubicundo llevó mucha gente a pensar que la mitad de la ciudad estaba en llamas. El cuerpo de bomberos de Windsor fue llamado a responder porque se pensó que el Castillo de Windsor estuviese ardiente. Las luces fueron claramente visibles en Italia, España y hasta en Gibraltar. El brillo que bañaba las cumbres de montañas cubiertas de nieve en Austria y Suiza era una visión hermosa, pero bomberos se desplegaron para ahuyentar fuegos inexistentes. Aldeanos portugueses se precipitaron de sus casas temiendo el fin del mundo”.  Finalmente: sucedió precisamente esa misma noche un acontecimiento en Rusia que era directamente responsable para el inicio de la II Guerra Mundial y está detallado aquí: http://www.fatima.org/span/essentials/ whatucando/sp_prophecyourtime.pdf ).



   Mientras tanto la II Guerra Mundial estalló a través de Europa amenazando sumergir a todo el mundo en la guerra.

   En 1940, Lucía escribió otra vez al Obispo de Leiria expresando su pesar porque la consagración aún no se había llevado a cabo. “Si el mundo conociese el momento de la gracia que le es concedido, e hiciese penitencia”. Después de eso, escribió directamente al Papa Pio XII por orden de sus directores espirituales. Lucía esta vez escribió lo que su director le había instruido. Pidió la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María con una mención especial de Rusia.


   El Papa deliberó larga y piadosamente esta petición. En 1942, ambos el clero y el pueblo de Portugal celebraron el aniversario de plata de las apariciones de Fátima. El último día de octubre del mismo año, los obispos se reunieron en la Catedral de Lisboa para juntarse con el Santo Padre.

   Ese día, el Papa consagró la Iglesia y el mundo al Inmaculado Corazón de María, haciendo referencia oblicuamente al pueblo de Rusia (pero no al país por nombre) con estas palabras. “Extended vuestra protección…a los pueblos que por el error o por la discordia están separados, a saber, a aquellos que profesan por Vosotros singular devoción, donde no había casa que no ostentase vuestro venerable ícono (hoy tal vez escondido y reservado para mejores días), dadles la paz y reconducidlos al único aprisco de Cristo, bajo el único y verdadero Pastor...” (DISCORSI E RADIOMESSAGGI DI SUA SANTITÀ PIO XII, vol. IV, Quarto Anno di Pontificado, 2 Marzo 1942 – 1º Marzo 1943, Tipografia Poliglotta Vaticana, pág. 261. Cf. P. António Maria Martins, Fátima e o Coração de Maria, Editorial Francisca, Braga, 1985, pág. 91)

   Seis semanas después, en la Basílica de San Pedro en Roma, durante la Fiesta de la Inmaculada Concepción y en presencia de 40.000 peregrinos, el Santo Padre repitió la consagración. Era un suceso decisivo en la historia del mundo, y ocasionó un pronto cese de la II Guerra Mundial. Sin embargo, no era la consagración que Nuestra Señora había pedido, y por eso no resultó en la conversión de Rusia ni la paz duradera que Ella nos prometió.

   En la primavera de 1943, Nuestro Santísimo Señor se apareció a Lucía para expresar la alegría de Su Corazón por la consagración. Lucía lo cuenta en su carta al Obispo de Gurza, su director espiritual. En eso comenzamos a darnos cuenta que esta consagración ocasionó un cambio en el transcurso de la historia. La II Guerra Mundial, que había amenazado continuar sin fin su destrucción masiva e inhumana, acabaría dentro de poco.

    “Excelencia”, Lucía escribió, “Dios quiere que todos oigan su voz. Desea que los de España se reúnan en retiro y determinen una reforma en el pueblo, en el clero y en las órdenes religiosas. Porque algunos conventos y muchos miembros de otros… ¿Entiende? Desea que se haga comprender a las almas que la verdadera penitencia que Él ahora quiere y exige, consiste, sobre todo, en el sacrificio que cada uno tiene que imponerse para cumplir con los propios deberes religiosos y de orden temporal. Promete el próximo fin de la guerra, en atención al acto que se dignó hacer Su Santidad. Pero como fue incompleto, queda la conversión de Rusia para más adelante. Si los señores obispos de España no atienden a sus deseos, ella (Rusia) será una vez más, el azote con que Dios los castigue.” (Carta de Sor Lucía al Obispo de Gurza, el 4 de mayo de 1943, António Maria Martins, S.J., Documentos de Fátima, Simão Guimarães, Filhos, Lda., Porto, 1976, págs. 446-447)



   Nuestro Señor dijo también a Sor Lucía que “mientras la presente aflicción (es decir, la II Guerra Mundial) sería abreviada” por la consagración del mundo, la paz mundial no se concederá sin la explicita Consagración de Rusia hecha por el Papa y los obispos. Lucía reiteraría esta parte vital del Mensaje de Fátima durante los siguientes cuatro décadas. (Ver Apéndice II).

   El Padre Jongen, un sacerdote holandés, visitó a Sor Lucía en 1942, y le entrevistó en tres ocasiones distintas. Hablando de la carta que escribió al Papa Pio XII, Lucía señaló: “En la carta que por orden de mis directores espirituales escribí al Santo Padre, en 1940, expuse la petición exacta de Nuestra Señora, y pedí la consagración del mundo, con mención especial de Rusia. La petición exacta de Nuestra Señora era que el Santo Padre hiciese la consagración de Rusia a Su Inmaculado Corazón, ordenando que, al mismo tiempo, y en unión con Su Santidad, la hiciesen todos los Obispos del mundo católico”. (Sebastião Martins dos Reis, A Vidente de Fátima Dialoga e responde pelas Aparições, Tipografia Editorial Franciscana, Braga, 1970, p.76)

   El 15 de julio de 1946, el eminente autor e historiador William Thomas Walsh entrevistó a Sor Lucía. En su obra extensivamente diseminada Our Lady of Fatima, escribió: “Lucía dijo claramente que Nuestra Señora no pidió la consagración del mundo a Su Inmaculado Corazón. Lo que Ella pidió específicamente fue la consagración de Rusia....

   “Ella dijo más de una vez, y con deliberado énfasis: ‘lo que Nuestra Señora quiere es que el Papa y todos los obispos del mundo consagren Rusia a Su Inmaculado Corazón en un día especial. Si esto se hace, Ella convertirá a Rusia y habrá paz. Si esto no se hace, los errores de Rusia se propagarán a todos los países del mundo’”. (Ver estas y otras citas importantes de Sor Lucía en el folleto “Lo que Nuestra Señora quiere es la Consagración de Rusia” que se halla en  http://www.fatima.org/span/exclusives/LF173S.pdf).

   Tres años después, el Padre Thomas McGlynn, un fraile dominicano de Nueva York, habló con Lucía. Le citó el texto de las dos primeras partes del Secreto de Fátima. Cuando leía que Nuestra Señora había dicho: “Vendré a pedir la consagración del mundo…” Lucía le paró. En su libro Vision of Fatima, él relata que la Hermana Lucía fue enfática al corregir ‘consagración del mundo’ para leer ‘consagración de Rusia’. ¡“No” !, dijo la Hermana Lucía. ¡“No el Mundo! ¡Rusia, Rusia”! Nuestra Señora pidió que el Santo Padre consagrase a Rusia a Su Inmaculado Corazón y que mandase a todos los obispos hacerla en unión con él al mismo tiempo.

   Este hecho se confirmó otra vez en una revelación de Nuestra Señora a Sor Lucía que se relata en Il Pellegrinaggio Della Meraviglie. Nuestra Señora se apareció a Sor Lucía en mayo de 1952 y le dijo: “Haz saber al Santo Padre que siempre estoy esperando la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón. Sin esa Consagración, Rusia no podrá convertirse, ni el mundo tendrá paz.” (Il Pellegrinaggio delle Meraviglie, Graphica Presbyterium, Roma, 1960, Imprimatur: Bononiae, 1 de mayo de 1960,  Jacobus Card. Lercaro Archiep. La cita italiana original es así: V APPARIZIONE: MAGGIO 1952 La Madonna apparve a Lucia: “Fai sapere al Santo Padre che io aspetto sempre la consacrazione della Russia al Mio Cuore Immacolato. Senza questa consacrazione, la Russia non potrà convertirsi, nè il mondo avere pace”).

   Esta consagración es un elemento de importancia crucial del Mensaje de Fátima, junto con el llamado de penitencia. Acerca de este tema, Sor Lucía escribió: “El buen Dios se está dejando aplacar, pero Se queja amarga y dolorosamente del número limitadísimo de almas en gracia dispuestas a renunciarse en cuanto a lo que de ellas exige la observancia de Su ley”.

   Sor Lucía también escribió sobre este asunto al Obispo de Gurza durante la Cuaresma de 1943:
   “Ésta es la penitencia que el buen Dios ahora pide: El sacrificio que cada persona tiene que imponerse a sí misma para llevar una vida de justicia en la observancia de Su ley. Y desea (que) se haga conocer con claridad este camino a las almas; que muchas, juzgando el sentido de la palabra ‘penitencia’ de las grandes austeridades, no sintiendo fuerzas ni generosidad para ellas, se desaniman y descansan en una vida de tibieza y pecado.

   “De jueves a viernes, estando en la capilla, con permiso de mis superiores, a las 12 de la noche Nuestro Señor me decía: ‘El sacrificio que de cada uno exige el cumplimiento del propio deber y la observancia de Mi ley, es la penitencia que ahora pido y exijo’”. (carta de 28/2/1943, António Maria Martins, S.J., Fátima e o Coração de Maria, Editorial Franciscana, Braga, 1985, , p. 105)    

   Nuestro Señor ha dicho que el acto del Santo Padre era incompleto. No puede completarse hasta que más individuos, casas, diócesis y países se consagraren al Inmaculado Corazón de María. Tal como el Obispo de Leiria había escrito, “Al pedido de los obispos de Portugal y de Sor Lucía misma, el Santo Padre, en el transcurso de su mensaje famoso a Portugal al cierre del Jubileo de Fátima el 31 de octubre de 1942, celebró la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, una consagración que todos nosotros deberíamos repetir tanto oficial como personalmente”.

   La consagración personal tiene cuatro elementos esenciales: la gracia, la penitencia, el Rosario y la reparación. “Nuestro Señor Se queja amarga y dolorosamente del número limitadísimo de almas en gracia dispuestas a renunciarse en lo que en cuanto de ellas exige la observancia de Su ley”.

   Nuestra Señora vino para traer la paz al mundo y el fundamento de la paz es la preservación de la gracia. Las guerras son apenas castigos por los pecados del mundo. Sólo la gracia torna la humanidad agradable a Dios. Es sólo cuando la gracia ilumina el alma de alguien cuando hay paz entre Dios y esa persona. Y es cuando la paz reinará entre Dios y una cantidad suficiente de personas, que María Santísima recompensará el mundo con el don de la paz.

   Para perseverar en esta paz y la gracia de Dios, no todos los hombres necesitan sacrificarse tan heroicamente como hicieron los pastorcitos de Fátima; pero todos los hombres deberían cumplir sus deberes de vida cotidianos. Y porque estos deberes son a menudo difíciles y gravosos, se convierten en obras de penitencia y sacrificio. “El sacrificio que de cada uno exige el cumplimiento del propio deber y la observancia de Mi ley, es la penitencia que ahora pido y exijo”. En el Evangelio, Nuestro Señor la llama “la cruz diaria” del alma fiel. “Si alguno quiere venir en pos de mí, renúnciese a sí mismo, y lleve su cruz cada día, y sígame”. (Lc. 9:23)

   Un elemento esencial de la vida de Cristo era un amor profundo para con Su Madre, María Santísima. Por eso el verdadero discípulo de Cristo debería compartir con Él ese amor para Ella y evidenciarlo en su vida de día a día por la recitación del Rosario.

    El alma fiel que con sinceridad reza sus cuentas, es agradable a Dios y atrae hacia sí mismo la gracia de Dios. Además de eso, el Rosario da a la Santísima Virgen nuevo poder para aplastar la cabeza de la Serpiente y destruir su poder maligno en el mundo.


   Las comuniones reparadoras también son necesitadas para cumplir la consagración personal a Nuestra Señora. No ha sido por casualidad que Nuestro Señor pidió las Comuniones reparadoras de los Primeros Sábados con casi las mismas palabras que comunicó a Santa Margarita María la devoción de los Primeros Viernes. Quiere que esta devoción al Inmaculado Corazón de María se dé conocer y se difunda a lo largo y ancho del mundo y que llegue a ser una práctica común, así como los Primeros Viernes.



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