POR FELIX SARDA Y SALVANY, PBRO.
ACTO DE CONTRICIÓN.
Por la señal, etc.
A vuestra soberana Madre vengo a honrar, Señor mío Jesucristo, y al querer debidamente
hacerlo, me avergüenza ante todo el estado de mi pobre alma, tan llena de
ofensas a Vos. Os he faltado, Señor, mil veces, y agraviándoos a Vos, he
agraviado juntamente a vuestra dulcísima Madre y mía. ¿Cómo
he de poder, pues, presentarme en su presencia sin que le provoque a asco y
enojo mi indignidad?
Vos, Señor mío, que tan misericordioso sois y que desde las entrañas de vuestra dulce Madre
habéis traído al mundo tesoros de bondad y de compasión, tenedla de ese
pobrecito pecador, y perdonadle una vez más sus negras ingratitudes. ¡Pésame, Señor en lo más vivo de mi alma haber herido con
ellas vuestro amante Corazón! ¡Pésame, Padre mío y no quiero ofenderos con
ellas ya más! Ayudadme con vuestra gracia para perseverar en este mi
arrepentimiento y firme propósito hasta el fin de mi vida. Amén.
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA.
Vuestro permiso
imploro, Madre y Señora mía, para acercarme, a pesar de mi indignidad, a
vuestro altar sagrado. A él vengo, celestial Maestra, para que me instruyáis; a
él corro, bondadosa Madre, para que me consoléis; a él me refugio, Abogada
poderosísima, para que me protejáis. Todo lo sois, Señora, para el pueblo
cristiano y para este infeliz pecador, luz, consuelo, amparo, fuerza, esperanza
y segura protección. Enseñadme con el ejemplo de vuestra vida, especialmente
con el paso de ella que me propongo hoy meditar; fortalecedme con la divina
gracia que benévolamente me alcanzaréis de vuestro Hijo Jesús; consoladme y
acariciadme con las infinitas dulzuras de vuestro culto y amor, singularmente
en este vuestro devoto Mes. Amén.
¡Madre y Señora mía! De vuestro Soberano Hijo y Señor mío otorgadme en estos
momentos el especial beneficio de hacer con fruto para mi alma estos breves
puntos de meditación.
MEDITACIÓN DÍA 26 DE MAYO.
María en las primeras persecuciones.
—No temer la persecución.
Tras
las primeras conquistas de la fe vinieron las primeras iras del infierno contra
ella, y corrió la sangre de los primeros Mártires. Los Apóstoles fueron varias
veces víctimas de las rencorosas vejaciones de los judíos, y después en
diferentes lugares derramaron casi toda su sangre por Jesucristo. Esteban fue
por igual causa apedreado. María daba valor a esos primeros atletas con su
palabra y con su oración.
El
odio contra la verdad ha armado en todos tiempos el brazo de los malvados
contra los seguidores de ella. «Todos
los que quieran piadosamente vivir según Jesucristo, ha
dicho San Pablo, padecerán
persecución.» Nuestro siglo ha visto correr sangre de cristianos por
el solo delito de serlo, y nuestras infernales revoluciones han añadido no
pocos de esos héroes al martirologio de los anteriores siglos. Mas, aun cuando
á tanto no se llega, aun cuando no se extrema la vejación hasta el punto de herir
y matar los cuerpos, es indudable que se ejerce con saña y crueldad bastantes
para afligir más de una vez con verdadero martirio a los muchos fieles
discípulos de Cristo en su fama, en su honra, en sus intereses, en su
tranquilidad, en su porvenir y en el de sus familias. ¡Ay!
acordaos en estos, casos de que las primeras lágrimas y congojas de la persecución
por causa de la fe fueron consoladas por María Santísima, que no sin razón se
llama Reina de los Mártires. Y desde
entonces la devoción a María ha sido el consuelo de todos los oprimidos por
causa de su Divino Hijo, en los diferentes formidables combates que por El y
por su fe se han sostenido hasta hoy en el mundo.
¡Oh Madre! ¡cuán necesitados estamos hoy de que socorra vuestro poder a los
cristianos, en mil formas distintas fieramente perseguidos por el odio revolucionario!
¡Sednos, oh Madre, escudo de protección!
DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN.
Ahora saludaremos fervorosamente
el Nombre suavísimo de nuestra Divina Madre con las siguientes jaculatorias y
Ave Marías:
—Madre
mía amantísima, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí, pobre
pecador. Ave
María.
—Arca
de Dios y Tesorera del cielo, concededme abundantes gracias para detestar y
llorar mis pecados. Ave
María.
—Reina
de cielos y tierra, sedme amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Ave
María.
—Inmaculada
Madre de mi Dios y Señor, alcanzadme lo que os pido para mi salvación. Ave
María.
—Abogada
mía y refugio mío, amparadme en el trance espantoso de la muerte y abridme las
puertas del cielo. Ave
María y Gloria.
ORACIÓN DE SAN BERNARDO.
(Memorare).
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que alguno de los que
acudieron a vuestra mediación e imploraron vuestro auxilio fuese desamparado de
Vos. Alentado con esta seguridad, a Vos acudo, Virgen Reina de las vírgenes, y
aunque agobiado bajo el peso de mis culpas, atrévome á parecer ante vuestra
presencia. No despreciéis mis ruegos, antes dignaos atenderlos y favorablemente
despacharlos. Amén.
OFRECIMIENTO DEL DÍA...
Cuanto
piense, cuanto hable, cuanto obre y cuanto quiera en este día de vuestro
sagrado Mes, os lo ofrezco, purísima Reina de los cielos, como florido homenaje
de amor consagrado a vuestra devoción. Sean por Vos todas y cada una de mis
respiraciones. Sean por Vos todos y cada uno de los latidos de mi corazón, sean
por Vos los deseos más íntimos de mi alma. Os dedico muy especialmente el
obsequio o flor espiritual de hoy, y deseo lo recibáis como nueva prenda de mi
fidelidad a vuestro amor. Y haced, Señora, que según Vos viva, y en Vos muera,
y con Vos reine felizmente por toda la eternidad. Amén.
FLORES
ESPIRITUALES:
—26. Practicar fervorosamente la recomendación del alma como
si estuviésemos en la agonía.
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