—COMENZAMOS: 29 de diciembre.
—FINALIZAMOS: 7 de diciembre.
—8 DE DICIEMBRE: Solemnidad de la Inmaculada Concepción
de la Santísima Virgen María).
DÍA OCTAVO (6 de diciembre)
—Por la señal de la santa cruz, etc.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío, Jesucristo, Creador, Padre y
Redentor mío, en quien creo y espero, a quien
amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y
mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, bondad infinita;
pésame también porque merecí las terribles penas del Purgatorio y ¡ay! tal vez las eternas llamas del infierno.
Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de
ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia. ¡Oh! tenga
yo, Jesús mío, la dicha de confesarme bien, enmendar la vida y perseverar hasta
la muerte. Os lo pido por esas benditas Ánimas, por vuestra Sangre preciosísima
y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.
— Puntos de Meditación para el octavo día:
1—Añadió Dios en María Casa suya desde el
primer instante de su Concepción, a los resplandores de la Gracia, la bellísima
Luz de un actual, y perfectísimo uso de la razón. Conoció a Dios María desde
este instante mismo. Ejercitó la Fe, y la Esperanza heroicamente. Amó a Dios
sobre todas las cosas con un amor inexplicable. Mereció finalmente, en dicho
instante más gloria, que la que han merecido todos los Santos.
2—Con el uso de la razón comenzaron en ti los vicios.
El ídolo de tu amor propio, y el cumplimiento de tu estragada voluntad fue lo
primero, que en lugar de Dios conociste, y a quien primero que, a Dios, te
sacrificaste. Mereciste con esto el Infierno, y habiendo perdido la Gracia, no
sabes, si te quedaras también para siempre sin la Gloria.
3—Has tenido una Fe sin obras, que es tenerla,
no solo dormida, sino muerta. Has pensado, que tienes una grande esperanza en
Dios; y es acaso una presunción muy loca, la que tienes: pues quizá piensas el
salvarte sin buenas obras; o aguardas para la hora terrible de la muerte el hacer
buenas obras para salvarte. De la caridad acaso conoces solo el nombre: pues
por ventura piensas, que tiene, y que está en caridad muy verdadera, el que
socorre Pobres, visita Enfermos, y da de beber a los que tienen sed, aunque
veas, que al mismo tiempo se bebe él como agua la maldad; y que las obras de
Misericordia que ejercita, son cuando más el diezmo de los pecados mortales,
que comete. Esto nace, de que ni sabes ni entiendes la Doctrina Cristiana: y de
esta ignorancia se sigue, el que cuanto más dulce, tanto más miserablemente te
engañes pensando haber alguno, que se salve, aunque totalmente la ignore.
ORACIÓN
Oh inmenso
Dios mío, Piélago infinito de resplandores,
que hiciste resplandecer en María Casa tuya desde el primer instante de su
Concepción un actual, y perfectísimo uso de la razón, con que conociendo tus
infinitas perfecciones, ejercitó la Fe, y la Esperanza heroicamente, y te amó
en el mismo instante sobre todas las cosas con un amor inexplicable; mereciendo
con esto en ese instante mismo más gloria, que la que han merecido todos los
Santos: yo te alabo, y doy infinitas gracias por ello, y deseo cordialmente, que
las criaturas todas hagan lo mismo; y te suplico me concedas gracia, para que
no haya momento alguno, en que no emplee mis potencias, y todo mi ser en tu servicio,
y en que no llore amargamente el haberme empleado todo, días, meses, y años en
tus ofensas y también para que teniéndote siempre presente por la Fe; gozándote
por la Esperanza; y uniéndome a ti, por la Caridad en todos los instantes de esta
vida, pase a poseerte sin fin por la visión dichosa de tu Divinidad en la
gloria. Amén.
—Aquí rezar tres Ave Marías y añadir al fin de cada una:
Gloria Patri y esta breve salutación:
Ave
María Madre de Dios Santísima sin pecado Concebida.
ORACIÓN
Que se ha de decir todos los nueve días.
Oh Purísima Virgen María, que, habiéndote fabricado para Casa tuya, y poniéndote
como tal desde el principio el verdadero Señor de la vida; no pudiste, ni por
un instante, ser poseída del Autor alevoso de la Muerte; que habiendo sido en
tu Concepción plantada, para crecer en Árbol Celestial, cuyo fruto fuese el
Autor mismo de la Gracia; no pudiste jamás tener embebido en la raíz el
infernal humor de la culpa: que habiendo sido concebida, para nobilísima Reina
del Cielo; no pudiste ser, ni por un instante, Esclava infame del Infierno: que
habiendo sido finalmente concebida, para ser ilustre Madre de aquel, que es
esclarecido Padre de las luces; no pudiste ser, ni por un instante, hija
vilísimo del Príncipe de las tinieblas; yo me gozo sumamente de todas tus
prerrogativas, y especialmente de tu Pureza Original, y deseo que Cielo y
Tierra; incesantemente se rcgosígen y te suplico, me alcances, de él que te
hizo tan Pura, especial gracia; para imitarte en la Pureza de la vida; y que no
haya en mi Alma mancha alguna a la hora de mi muerte, que le estorbe pasar
luego a admirar, y alabar para siempre tu Limpieza en aquellos purísimos
Alcázares de la Gloría: donde no entra cosa manchada. Amén.
—Aquí puede añadirse la petición de lo que cada uno desea
conseguir en esta Novena.
Fray Manuel José Murillo,
Religioso de la Orden de San Agustín.
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