La
celebración de la Epifanía gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el
Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (Mt 2, 1-12)
como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador
de toda la humanidad.
De acuerdo a la
tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a
estos magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al
oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad
cultivaban su conocimiento de hombre y de la naturaleza esforzándose
especialmente por mantener un contacto con Dios. Del pasaje bíblico sabemos que son
magos, que vinieron de Oriente y que como regalo trajeron incienso, oro y mirra; de la tradición de
los primeros siglos se nos dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y
Baltazar.
Hasta el año de 474 AC., sus
restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más importante en
Oriente; luego fueron trasladados a la catedral de Milán (Italia) y en 1164
fueron trasladados a la ciudad de Colonia (Alemania), donde permanecen hasta
nuestros días.
El hacer regalos a los niños el día 6
de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos
tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en
cuenta que “lo
que hiciereis con uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis” (Mt. 25, 40); a los niños haciéndoles vivir hermosa y delicadamente la fantasía del
acontecimiento y a los mayores como muestra de amor y fe a Cristo recién
nacido.
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