S. S. el Papa Pío VII concedió, el 21de
marzo de 1885, y el 18 de junio de 1822, 300 días de indulgencia por cada día a
todos los fieles del mundo católico que pública o privadamente honraren en el
mes de mayo, a la Virgen Santísima con particulares obsequios, devotas
oraciones u otros actos. Indulgencia plenaria por una vez, en el referido mes,
en uno de los primeros ocho días de junio el día en que, confesados y comulgados,
rogaren al Señor por la Santa Iglesia y demás intenciones de su Santidad.
MODO DE CELEBRAR EL PIADOSO EJERCICIO
Si
es posible, se reza la tercera parte del Santo Rosario, con misterios cantados.
Después de la Salve.
Por la señal. . .
Acto de contrición. . .
Oración Preparatoria
Estamos a tus plantas, ¡oh dulce Madre Nuestra! Venimos a admirar tu excelsa
dignidad y tus privilegios; a ensalzar tu nombre mil veces bendecido: a
estudiar tus virtudes incomparables para alabar a Dios que te llenó de gracias
y pedirte tu ayuda misericordiosa a fin de imitarte.
Queremos recrearnos en tu grandeza, en tu
hermosura, regocijarnos en tus bondades, quedar más y más embriagados de tu
dulzura y de tu amor.
Somos indignos de estar en tu presencia;
pero eres buena y perdonarás nuestro atrevimiento.
Si el pecado nos impide llegar hasta tí,
aborrecemos el pecado con todo nuestro corazón y lo detestamos con todas
nuestras fuerzas.
Ilumina, purifica, enciende, consuela
nuestras almas.
Tuyas son, te pertenecen, te aclaman y
quieren amarte durante toda la eternidad.
Muéstranos tu vida angelical, tus virtudes,
tus excelencias y tus bondades.
¡Oh
augusta Madre de Dios!, te
alabamos, te bendecimos y te glorificamos.
¡Oh Madre tierna de los hombres! te suplicamos nos consigas el remedio
de todas nuestras necesidades, la gracia
santificante y la perseverancia final.
Queremos vivir sirviéndote, morir amándote y
estar en la eternidad cantando en tu comparsa las misericordias del Señor. Amén.
DÍA PRIMERO (1º de Mayo).
MEDITACIÓN. —MARÍA PREDESTINADA.
Punto primero. —Dios predestinó a María desde la
eternidad para que fuese Madre verdadera de Jesucristo, y por tanto, Reina del
cielo y de la tierra, y Madre y abogada de los pecadores. (Breve pausa).
Punto segundo. —Dios concedió a la Virgen gracias
especiales y exclusivas que a nadie concedió. La Virgen agradeció ése raudal
inmenso de dones y correspondió al Señor integralmente como nadie ha
correspondido. (Breve Pausa).
Punto tercero. —Admira los carismas del cielo, la
fidelidad de María. Pídele que corresponda a tu alta vocación de cristiano.
(Breve pausa).
Fruto. —Dejarse llevar por la divina
Providencia.
Aspiración. — ¡Oh Madre mía!, quiero seguir tus
huellas hacia la eternidad.
ORACIÓN:
¡Oh Reina incomparable de los cielos, qué
bella eres! Cantan
tu hermosura los bienaventurados, se extasían los serafines contemplándote, y
toda la Jerusalén celestial está absorta ante tu faz inmaculada.
Hasta la tierra sombría llegan los reflejos
de tu gloria, y repercuten acá los himnos que te cantan dulcemente en sus
salterios de amor los querubines del Empíreo.
Por eso los hombres nos consolamos al verte.
Eres símbolo de victoria, esperanza para los que militamos en las falanges de
Jesús, guía de los desterrados, imán y consuelo para tus devotos.
Tu imagen milagrosa cautiva y encanta.
Grábala, ¡oh Madre mía!, en mi corazón. La quiero tener
siempre esculpida; pero rodeada de ángeles que me defiendan y santifiquen, de ángeles
que me infundan virtud, fortaleza y que moren en mi compañía.
Has sido en este santuario Reina de los
corazones.
A cuántos has convertido, a cuántos has
perfeccionado y hecho volar por los senderos de la santidad.
Son incontables los que, al invocar, tu nombre
y rendirse ante esta imagen taumaturga, han recibido consuelo y protección.
Testimonios mil de tu ternura maternal han
dejado aquí los que, agradecidos, nunca te olvidarán.
Dios se compadece al derramar, por tu mediación,
torrentes de gracia a los que te invocan.
Animado de confianza filial, vengo; a ti ¡oh Emperatriz de los
ángeles!, a
tí recurro afligido y pesaroso.
Mírame con ojos de misericordia, alivia mis
pesares, aquieta mi conciencia, dulcifica las congojas de mi espíritu.
Si soy pecador, eres tú mi madre bondadosa;
si soy miserable, eres rica y clemente; si nada valgo, eres tú soberana de los
cielos.
Ayuda, pues, ¡oh Madre!, al
pobre que te aclama, extiende tu manto protector a mi hogar y ampara a los
seres que me son queridos.
Tuyos son, te los entrego, no los
desprecies; tuyos seremos en la vida y en la muerte, en el tiempo y en la eternidad.
Consíguenos esta gracia ante tu Hijo Divino
que, con el Padre y el Espíritu Santo vive en unidad perfecta por los siglos de
los siglos. Amén.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Acuérdate ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir, que alguno
de los que han acudido a tu protección, implorado tu auxilio y pedido tu
socorro, haya sido abandonado. Animado con esta confianza a tí también acudo,
¡oh Virgen de las Vírgenes!, y aunque gimiendo bajo el peso de nuestros
pecados, me atrevo a aparecer ante tu presencia soberana, no deseches mis
súplicas, antes bien escúchalas y acógelas benignamente. Amén.
Lectura. —Origen del
Rosario.
Perversas herejías contristaban a fines del
siglo XII y a principios del XIII, a la Iglesia Católica.
Los albigenses, unidos a los enriquianos,
petrobrucianos, arnoldianos, patarines, pifros, pasagianos, waldenses y
perfectos, formaban satánica coalición contra la Esposa de Jesucristo.
Resucitando los errores de Cerinto, Elvidio y Arrio, propagaban doctrinas no
sólo contra la fe, sino contra las costumbres y principios sociales.
Los Pontífices y Obispos, las Órdenes
religiosas y los nobles, los escritores y el clero lucharon enérgicamente a fin
de librar a la colectividad, de tan tremenda plaga.
Uno de los medios más eficaces para conjurar
el mal, fue el Rosario que Santo Domingo y sus apostólicos compañeros
predicaron con fervor.
Esa práctica bendita, esa devoción tan tierna,
hizo triunfar a los buenos que veían casi inútiles todos los demás esfuerzos
sobrehumanos.
Desde entonces, la benemérita orden
Dominicana popularizó en el orbe cristiano el Rosario.
Se cuentan revelaciones prodigiosas y especialísimos
favores de la Virgen María, Madre de Dios, en pro de los creyentes devotos de
esa institución.
Hechos trascendentales confirmaron la fe piadosa
de los ortodoxos en el Rosario y dieron a éste la más alta aprobación
eclesiástica.
MES DE MARÍA
Por el Pbro. Cantu Corro. (1918).
Empezando el mes de la mano de nuestra Madre Santísima la Virgen María. Bendiciones a vuestro blog. Es de mucho provecho para el alma, en mis oraciones estáis. Abrazo en Cristo y María.
ResponderEliminarMuchas gracias amiga Marirosy Morales, me alegro que sea un provecho para su alma, también en mis oraciones. un gran abrazo en Cristo y María.
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