sábado, 2 de mayo de 2020

MES DE MAYO… MES DE MARÍA. DÍA SEGUNDO.





S. S. el Papa Pío VII concedió, el 21 de marzo de 1885, y el 18 de junio de 1822, 300 días de indulgencia por cada día a todos los fieles del mundo católico que pública o privadamente honraren en el mes de mayo, a la Virgen Santísima con particulares obsequios, devotas oraciones u otros actos. Indulgencia plenaria por una vez, en el referido mes, en uno de los primeros ocho días de junio el día en que, confesados y comulgados, rogaren al Señor por la Santa Iglesia y demás intenciones de su Santidad.





MODO DE CELEBRAR EL PIADOSO EJERCICIO




Si es posible, se reza la tercera parte del Santo Rosario, con misterios cantados. Después de la Salve.


Por la señal. . .


Acto de contrición. . .




Oración Preparatoria




   Estamos a tus plantas, ¡oh dulce Madre Nuestra! Venimos a admirar tu excelsa dignidad y tus privilegios; a ensalzar tu nombre mil veces bendecido: a estudiar tus virtudes incomparables para alabar a Dios que te llenó de gracias y pedirte tu ayuda misericordiosa a fin de imitarte.

   Queremos recrearnos en tu grandeza, en tu hermosura, regocijarnos en tus bondades, quedar más y más embriagados de tu dulzura y de tu amor.

   Somos indignos de estar en tu presencia; pero eres buena y perdonarás nuestro atrevimiento.

   Si el pecado nos impide llegar hasta tí, aborrecemos el pecado con todo nuestro corazón y lo detestamos con todas nuestras fuerzas.

   Ilumina, purifica, enciende, consuela nuestras almas.

   Tuyas son, te pertenecen, te aclaman y quieren amarte durante toda la eternidad.

   Muéstranos tu vida angelical, tus virtudes, tus excelencias y tus bondades.

   ¡Oh augusta Madre de Dios!, te alabamos, te bendecimos y te glorificamos.

   ¡Oh Madre tierna de los hombres! te suplicamos nos consigas el remedio de todas nuestras necesidades, la gracia santificante y la perseverancia final.

   Queremos vivir sirviéndote, morir amándote y estar en la eternidad cantando en tu comparsa las misericordias del Señor. Amén.









DÍA DOS (2 de mayo)




MEDITACIÓN. —MARÍA Y LOS PATRIARCAS.



Punto primero. —Dios prometió, después de caer en el pecado el primer hombre, que de una Virgen Inmaculada nacería el Redentor del mundo. Promesa solemne, trascendental y consoladora que revela la misericordia del Señor. (Breve pausa).


Punto segundo. —Por eso, la figura excelsa de María se esboza en todo el antiguo Testamento, ocupa las páginas de la Biblia, es la personalidad que al lado de Jesucristo atrae todas las miradas. (Breve pausa).


Punto tercero. —¿Has suspirado, como los Patriarcas, por ver el rostro hermosísimo de la Virgen? ¿La honras como la primera entre las criaturas? (Breve pausa).



Fruto. —Alabar las excelencias de María.



Aspiración. —Hija augusta de los patriarcas, deseo que todos te ensalcen y glorifiquen.




Lectura. —El 7 de octubre de 1571, contra lo que se esperaba, las huestes sarracenas fueron destrozadas por 1a flota de valientes que acaudillaban Don Juan de Austria y don Andrés Doria. La batalla de Lepanto fue heroica, los golfos jónicos quedaron empurpurados con la sangre de las víctimas. Los belicosos seguidores del Corán perdieron entonces 30,000 soldados y 300 navíos. Los nuestros quitaron, como botín de guerra, 372 piezas de artillería y lo que era de inmenso valor: 25,000 cautivos cristianos.


   San Pío V fijó, para el 7 de octubre, la festividad del Rosario, que debía solemnizar el mundo católico en agradecimiento de la protección maternal y especialísima de María. Hay una tradición asombrosa de cómo la gran Señora intervino en favor de sus hijos.


   La fiesta del Rosario se instituyó no para conmemorar hechos de armas, sino para agradecer a la siempre Virgen en esta advocación los favores trascendentales que a la Iglesia y a la sociedad dispensara en aquellos difíciles tiempos.




ORACIÓN



   Te llaman todos, oh dulce Madre, Nuestra Señora de la Luz.
   Y en realidad lo eres.
   Hiciste que fulgiera en los cielos la luz indeficiente: el Sol eterno de las almas.
   Te levantas como la aurora esplendida, alumbras los caminos de la verdad y derramas claridades que iluminan los que están sentados en la sombra de la muerte.
   Hermosa, cual la luna en plenitud, recorres horizontes bellísimos, clarificados por la luz argentada de tu sacratísima persona y te elevas, majestuosa, hasta el cénit para arrobar deliciosamente a los que, embelesados, te contemplamos desde las tinieblas de nuestro destierro.
   Brillan tus virtudes con reverberos incomparables y tus méritos alcanzan el sitial fungente de lo divino.
   Ante los ángeles que habitan el reino de la luz y para los hombres, sumergidos en las tinieblas, has sido siempre Reina augusta de la Luz.
   Cuando irradias en la conciencia del pobre mortal, despides fulgores y eres astro fulgente nunca eclipsado.
   Maestra de la verdad, guiadora de las almas, nos señalas el camino recto que conduce a la bienaventuranza.
   Aquí, en este santuario, has ejercido tu altísimo ministerio de alumbrar la mente de tus devotos. En las dudas y vacilaciones, en los errores y extravíos has sido siempre luz poderosa, apacible luz que ilumina y enseña.
   Yo necesito, oh Madre mía, también de luces.
   Mi inteligencia vaga en sombras, se ofusca mi mente en laberintos inextricables y muchas veces no sé qué hacer.
   A tí recurro, Virgen iluminadora, báñame en los santos destellos de tu corazón. Defiéndeme de Satanás que quiere arrojar mi alma a negruras de abismo.
   Líbrame del fuego atroz; extiende tu mano poderosa y no permitas que baje a las tinieblas de la eterna desesperación.
   Te lo pido por tu clemencia sin límites, por tu Hijo sacrosanto que te amó sobre todas las criaturas y que quiso que fueses nuestra medianera
augusta y nuestra amorosísima Madre.
Virgen Santísima de la Luz, ilumina a los pecadores y a los justos, ilumina a los hijos que, ciegos, viven lejos de tí y que, ofuscados, permanecen en la culpa. Ojalá que en el día luminoso de la eterna claridad te veamos fulgente y esplendorosa, llevando en pos de tí una constelación de almas que brillen perpetuamente en los horizontes de la felicidad. Amén.





ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS



  
   Acuérdate ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir, que alguno de los que han acudido a tu protección, implorado tu auxilio y pedido tu socorro, haya sido abandonado. Animado con esta confianza a tí también acudo, ¡oh Virgen de las Vírgenes!, y aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, me atrevo a aparecer ante tu presencia soberana, no deseches mis súplicas, antes bien escúchalas y acógelas benignamente. Amén.



MES DE MARÍA
Por el Pbro. Cantu Corro. (1918).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...