sábado, 17 de mayo de 2025

MES DE MARÍA MEXICANO o sea LAS FLORES DE MAYO CONSAGRADAS A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. (1868). DÍA 16.

 


Por Lucio Marmolejo.

Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.

Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores.


DÍA DIEZ Y SEIS: 16 de mayo.

 

Visita a la Imagen de NUESTRA SEÑORA DE LA PIEDAD, que se venera en su Santuario, extramuros de la ciudad de México.

 


   Poco menos de una legua distante de la ciudad de México, hacia el Sur, hay un templo, en donde se venera una hermosa Imagen de María Santísima, bajo la advocación de la Piedad, cuyo origen, según lo asegura la tradición, confirmada por el testimonio del «Zodíaco Mariano» el «Escudo de Armas de México» y otros autores, es el siguiente: Fué de México a Roma un religioso dominico con el cargo de procurador de su provincia, llevando además la comisión de traer una Imagen de Nuestra Señora de la Piedad. Tan luego como llegó a Roma, mandó hacer la Imagen á un excelente pintor; pero por más que hizo el religioso, no pudo conseguir que la Imagen quedara concluida antes del tiempo en que le fué preciso volver a México, por lo que la trajo únicamente bosquejada, con la esperanza de que algún pintor de esta ciudad pudiera concluirla; pero llegando a México, al desenvolver el lienzo, se halló la Imagen tan hermosa, acabada y perfectamente, como en el día se venera.

   La Imagen es tan bella como devota, y representa a la Virgen Dolorosa al pie de la Cruz, teniendo en los brazos el difunto cuerpo de su Divino Hijo Jesús. Fué desde el principio muy frecuentada de los fieles, y para sus mayores cultos se fundó en su Santuario un convento de religiosos dominicos.



   Bastaba lo dicho para que esta Imagen fuera acreedora a nuestros más fervientes cultos; pero según asegura el «Escudo de Armas de México», ha obrado otros varios prodigios en favor de sus devotos, habiendo sido muchos de los que obró al principio, examinados y aprobados por el Lllmo. Sr. Arzobispo de México D. Juan Pérez de la Serna, en Octubre de 1014, después de haberse practicado la correspondiente información jurídica.

 

VIDA DE MARÍA

Morada en Egipto.


 

   Llegan Jesús, María y José al término de su destierro, y allí apuran las heces del cáliz dé la amargura. No hay en Egipto para los santos desterrados ni amistad valedera, ni recursos de los que ofrece el dinero en un país extraño, porque la riqueza del cielo quiso peregrinar sobre la tierra pobre y muy pobre. Uno solo de los trabajos que pasaron en Egipto Jesús, María y José, bastaría para que toda la vida nos anduviésemos quejando de lo infausto de nuestra suerte, de nuestro desgraciado sino, de nuestra mala fortuna. María, sin embargo, por el espacio de años enteros, se resigna, se ofrece gustosa a las mayores penurias y a las más terribles aflicciones; pero en medio de su grande martirio está llena de confianza en Dios, y su espíritu se tranquiliza y se alegra, porque agrada al Señor que tan bien sabe pagar a los que confían en él.

 

CONFIANZA DE MARÍA

María, bellísima Euforbia.

(Euphorbia splendens.)

 


   Esta hermosa planta, llamada también vulgarmente Corona de Cristo; nos representa muy bien la grande confianza de María en Dios Nuestro Señor, que la hizo sobreponerse a sus muy grandes padecimientos durante su permanencia en Egipto. Las punzantes y largas espinas de la euforbia, representan muy bien estos mismos trabajos; y la colocación de sus flores, que se pueden tomar sin peligro, no obstante las espinas agudas de que están rodeadas, es un perfecto símbolo dé la confianza de María, porque asi como la euforbia pudiera con sus espinas defender sus flores, y no lo hace, así María pudiera defender la purísima flor de su persona, como los demás hombres lo acostumbran, oponiendo a sus trabajos todas las armas de que pueden disponer; pero no lo hace tampoco, sino que humilde y resignada les opone tan solo una entera y ciega confianza en Dios.


ORACIÓN


   ¡Oh Virgen Sacratísima y admirable, que, a tus inmensos y terribles padecimientos en Egipto, opones como escudó fortísimo tu confianza en Dios! haz que nosotros no sucumbamos bajo el peso de las adversidades; líbranos dé la desesperación, haciendo que en lo posible te imitemos, para que de ese modo se nos hagan más llevaderos los males temporales, y nos preservemos de los eternos; así lo esperamos, confiados en tu suma bondad, que se ha dignado honrar esta República con tantas insignes Imágenes tuyas, y en especial a la ciudad de México con tu Efigie de la Piedad; ten, Señora, nuestras almas en tus manos cuando vayamos a morir, así como tienes el difunto cuerpo de tu Santísimo Hijo, y es seguro que entonces no nos perderemos, porque contra tí nada puede el demonio, sino que, por el contrario, cantaremos tus alabanzas en el cielo, en medio de los ángeles y santos por toda la eternidad. Amén.

 

ORACIÓN

Que se dirá todos los días antes de la meditación.

 


   Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.

 

   Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.

 

   Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.


MEDITACIÓN

 

1º—Consideremos los efectos que produce la confianza en Dios en la dichosa alma que la tiene, le dulcifica todas las penas de esta vida, porque la hace comprender que todas ellas no son más que fatigas de un viajero, que camina apresurado a su patria después de un largo destierro; le llena por consiguiente de santo gozo, y le abre las puertas de la bienaventuranza.

 

2º—Excitémonos a tenerla, considerando lo que es Dios para nosotros, el más tierno de todos los padres, el más afectuoso de todos los hermanos, el más fiel y verdadero de todos los amigos, supuesto que dio la vida y sufrió los más terribles tormentos por nuestro amor.

 

3º—Ponderemos la perfección con que María practicó esta virtud, especialmente en el largo tiempo de prueba que sufrió durante su morada en Egipto: sus penalidades fueron terribles, pero nada fué bastante para abatirla: en medio de los más duros trabajos y de las mayores privaciones, se alegraba en el Señor, en quien tenía puesta toda su confianza, de la manera mas cabal y perfecta, etc.

 

ORACIÓN

Que se dirá todos los días después de la Meditación.

 


   ¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.

 

—Ave María.



CANTO

 

   Llegan, por fin, a Egipto

Los santos caminantes,

Marchitos los semblantes

Del sol con el calor;

 

   Con la punzante arena

Los pies despedazados,

Los ojos empapados

Con llanto de dolor.

 

   Llegan, por fin, ansiando

Descanso, y pan y abrigo,

Mas ¡ay! que ni un amigo

Que pueda darles pan;

 

   Ni hallar tampoco pueden

Hospitalario techo,

Ni un miserable lecho

Dónde puedan descansar.

 

   Y de sudor empapan

En torno de sus plantas,

Las personas más santas

Que el cielo contempló;

 

   Y en duros y penosos

Trabajos se ejercitan,

Y la piedad no excitan

De idólatra nación.

 

   Así viven, y mojan

Con lágrimas salobres

Los alimentos pobres,

Productos de su afán.

 

   Más los esposos, viva

Mantienen su esperanza;

No pierden la confianza,

Que puesta en Dios está,

 

   Aunque enteros los años

Unos tras otros vean,

Que al fin lo que desean

Les concederá Dios.

 

Herodes muere, y vuelven

A los paternos lares,

Entonando cantares

A su Hijo y su Criador.

 

PRÁCTICA PARA MAÑANA

 

   Se rezará siete veces al día, con gran confianza de obtener la protección de María la antífona que comienza: “Bajo de tú amparo nos acogemos, o Virgen Santa y Bendita, etc”.

 

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