Por Lucio Marmolejo.
Decretado por Lllmo. Sr. Lic. D. Clemente de Jesús Munguía, Obispo de Michoacán, así lo decretó y firmó. México 26 de Diciembre de 1851.
Librería de Rosa y Bouret, 18 calle San José el Real 18. 1868. Propiedad de los editores.
DIA DIEZ Y SIETE: 17 de mayo.
Visita a la Imagen de NUESTRA SEÑORA DEL PUEBLITO, que se
venera en su Santuario, extramuros de la ciudad de Querétaro.
Cerca de dos leguas
al Poniente de la ciudad de Querétaro, se encuentra el célebre Santuario de
Nuestra Señora del Pueblito, a donde ocurren los queretanos en sus necesidades,
encontrando siempre seguro remedio, por lo cual la Santa Imagen, que allí se
venera, se ha conciliado de aquellos habitantes la más extraordinaria
veneración y el más ardiente afecto, desde el año de 1632, en que fué
construida, y colocada en el Pueblito del modo que vamos a referir.
No obstante que habían pasado más de cien años
después de la conquista de Querétaro, los indios del Pueblito permanecían dando
supersticioso culto a sus ídolos, en un cerrillo que antes de la conquista
habían fabricado a mano, por más que los curas y religiosos habían hecho para
impedirlo. Entró a ser cura el R. P. Fray Nicolás de Zamora, quien, con el
objeto de exterminar la idolatría, suplicó al R. P. Fr, Sebastián Gallegos, que
le hiciese una Imagen de la Santísima Virgen para colocarla en el Pueblito, en
donde alumbrara a los indios y los sacara de sus errores. Hizo, en efecto, la
Imágen el padre Gallegos, y el Señor cura Zamora la colocó en una pequeña
capilla inmediata al cerrillo mencionado; y comenzó desde luego la Señora a
obrar muchas maravillas, no siendo la menor el extirpar al momento la
idolatría.
La experiencia de ochenta y dos años de haberse
hecho María Santísima en esta su sagrada Efigie, el común asilo de todos los
habitantes de Querétaro y su comarca, movió a los religiosos a erigirle otra
capilla más capaz, que fué dedicada en 1714. Allí permaneció la Santa Imágen
por algunos años, hasta que D. Pedro Ustiaga, vecino de Querétaro, en agradecimiento
del favor que le hizo la Santísima Señora, ganándolo de una muy grave
enfermedad, dispuso en su testamento que se edificara un nuevo templo a su
Bienhechora, lo cual se ejecutó, cooperando también el ayuntamiento y los vecinos,
y fué colocada en él la Soberana Imágen el año de 1745. Este templo permanece
hasta el día, pero notablemente mejorado por las muchas alhajas con que lo ha
enriquecido la piedad de los fieles, siendo notable por la hermosura de sus
adornos, el bello camarín que tiene a la espalda. Desde que se erigió el templo,
fué fundado allí un hospicio de religiosos franciscanos, para más fomentar el
culto de Nuestra Señora del Pueblito, y el año de 1766 fué elevado a convento
formal y casa de recolección. La provincia de franciscanos de los Santos
Apóstoles San Pedro y San Pablo, juró solemnemente por su patrona y de sus
capítulos a esta Santa Imagen, cuyo juramento confirmó en Roma la sagrada
congregación en 18 de Setiembre de 1787, y la Silla Apostólica le ha otorgado,
entre otras gracias, la indulgencia plenaria que concedió el Señor Pio VI para
los que visiten el Santuario el cuarto Domingo después de Pascua, en cuyo día
se celebra la fiesta de la Señora.
Es la Santa Imagen de talla, de cuerpo entero
y de poco más de media vara de estatura; sobre devota y hermosísima, tiene la
ternura de niña y la majestad de reina; acompáñala su Santo Niño, no en sus
brazos, sino abajo a su lado diestro, y le sirve de peana N. S. P. San Francisco,
que, hincado de rodillas, sostiene sobre sus brazos y cabeza tres mundos o
globos, en que se apoya la Santísima Señora.
La devoción de los queretanos y de toda la provincia
de franciscanos a Nuestra Señora del Pueblito, es superior a toda ponderación.
Anualmente, y además en las grandes calamidades públicas, es llevada a la
Iglesia matriz de Querétaro, en donde se le hace un solemne Novenario, cuyo
resultado es siempre la consecución de las peticiones que en él se dirigen; y
cuando se verifica la traslación de la Sagrada Imagen del Pueblito a Querétaro,
o viceversa, parece que se despueblan la ciudad y sus cercanías, según es el
grande concurso que la acompaña.
Ya indicamos que fueron grandes los prodigios
que obró Nuestra Señora del Pueblito, al ser colocada en el cerrillo en que los
indios practicaban sus idolatrías; y de ellos diremos algunos que se encuentran
en los apuntes que formaron los RR. PP. curas, cuando se trató de autenticarlos
con aprobación del Ordinario, pues, aunque esto no tuvo efecto, sí constan algunos
en las informaciones que comenzaron a practicarse.
En una de ellas depusieron los testigos, habérsele
visto sobre su frente a la Soberana Imagen una luciente estrella, como para
denotar que era la guía y norte de Querétaro y su comarca; otras veces se le
vio llorar; alguna otra se reparó que tenía los ojos muy encendidos y el rostro
tan terrible, que más que reverencia, causaba horror y espanto a cuantos la
miraban; finalmente, en veinte y dos ocasiones la han visto sudar tan
copiosamente, que empapaba los lienzos con que la limpiaban.
Concluiremos esta breve reseña histórica de Nuestra
Señora del Pueblito, con la relación del siguiente admirable suceso, según lo
refiere el “Zodiaco Mariano”: Llevaron la
Santa Imagen a Querétaro, el año de 1755, según hemos dicho que se practica
anualmente. Se hallaba entonces D. Salvador Cervantes tullido hacia muchos meses,
y viviendo en una casa no lejana del templo a donde iba a parar la Santísima
Virgen, determinó que sus hijos lo vistiesen y lo llevasen a la Iglesia, para
buscar en María su remedio; mas estos no lo consintieron, y solo sí lo llevaron
al balcón o antepecho de la casa, para que viese desde allí sacar la Sagrada
Imagen del coche en que la llevaba el señor cura. Distaba el balcón como
sesenta varas del punto donde paró el coche, y al ir un religioso a recibir la
Imagen de mano del cura, se desbocaron las mulas, y no pararon hasta carear el
coche con el enfermo que estaba en el balcón. Allí se bajó el cura con la Santa
Imagen, y el enfermo tuvo la dicha de tenerla consigo; le pidió con grande
confianza la salud, y en el momento la recobró, y bajó por su pie del balcón,
tan robusto como si no hubiera padecido accidente alguno.
VIDA DE MARÍA
María en la pérdida y hallazgo de Jesús.
Vuelve de Egipto
la sagrada familia, y mora en Nazareth; pero va todos los años a Jerusalén a la
solemnidad de la Pascua; en uno de ellos,
cuando el Santísimo Niño Jesús había cumplido doce años, van, según lo
acostumbraban, y cuando vuelven, echan de menos María y José a su Divino Hijo,
al concluir la primera jornada. ¡Oh! ¿quién será capaz
de comprender el terrible dolor que sufrió entonces el corazón tiernísimo de
María? ¿Quién podrá decir la multitud de pensamientos desgarradores que
ocupaban su alma? Vuelve inmediatamente a Jerusalén con su esposo, y
después de muchas diligencias, encuentran a Jesús en el templo disputando con
los doctores. ¡Qué
gozo tan inefable para la más tierna de las madres! Desahoga María su ternura, diciendo a Jesús: «Hijo mío, ¿por
qué lo has hecho así con nosotros? tu padre y yo te buscamos llenos de dolor;» a lo que el Niño contesta: «¿Para qué me buscáis? ¿no sabéis que debo
ocuparme en los negocios de mi Padre?» con cuya respuesta nos dio
una lección admirable, enseñándonos a preferir a todo el servicio de Dios, asi
como María un gran ejemplo de ternura maternal, y de solicitud en buscar a
Dios, cuando nos hayamos apartado de su Majestad.
TERNURA DE MARÍA
María, hermosa y delicada Trinitaria.
(Viola tricolor)
Como quiera que
consideremos la bella planta de la trinitaria o pensamiento, encontramos en
ella un hermoso símbolo de la ternura de María; pues si examinamos la exquisita finura de la planta y de su linda flor, recordaremos
luego la grande ternura del delicado corazón de una madre, y muy especialmente
del de María; si vemos la manera con que la trinitaria vegeta, hallaremos
también que simboliza la ternura, porque cubriendo con sus hojas y sus flores
todo lo que tiene en torno, parece que quiere defenderlo y exponerse más bien
ella misma a todas las inclemencias del tiempo, como lo hace una madre con sus
hijos, y más que ninguna María con el suyo, como lo demostró con la afanosa
solicitud con que lo buscó, hasta encontrarlo en el templo de Jerusalén.
ORACIÓN
¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y
nuestra! llenos de compasión amorosa té consideramos
hoy recorriendo ansiosa las calles de Jerusalén en busca de tu Divino Hijo
Jesús, hasta encontrarlo en el templo; haz, Señora, que aprendamos de ti a
buscar a Dios, cuando tengamos la infinita desgracia de perderlo, para que con
su divina posesión obtengamos la vida eterna; así esperamos que sea,
Madre benignísima, porque no dudamos que tu piedad ha de desterrar de nuestros
corazones la idolatría de las pasiones, así como desterró, por medio de tu
milagrosa imágen del Pueblito, la idolatría del demonio en sus habitantes, y entonces
seremos dignos de tu protección, y nos ampararás como a la dichosa ciudad de
Querétaro, y nos harás morir en gracia y amistad de Dios, para poder ir al
cielo a hacerle compañía por toda la eternidad. Amén.
ORACIÓN
Que se dirá todos los días antes de la meditación.
Advierte, alma mía, que estás en la presencia de Dios, mas íntimamente presente a Su Majestad, que a ti misma. Está mirando él Señor todos tus pensamientos, afectos y movimientos interior y exteriormente. Lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más: pobre, miserable é inmunda, con la abominable lepra de todos los pecados con que has ofendido hasta aquí su infinita bondad. Pero el Señor, obligado del peso de su misma infinita misericordia, desea más que tú misma darte el perdón general de todas tus culpas y el logro de esta meditación. ¿Qué hicieras, si supieras que era la última de tu vida? Puede ser que no tengas otra de tiempo tan oportuno. Ahora puedes conseguir con un pequé de corazón, lo que no conseguirán con eterno llanto los condenados en el infierno, que es el perdón de tus pecados. Alerta, pues: no pierdas tiempo tan precioso, por amor de Dios.
Creo, Señor, que estáis íntimamente presente a mi corazón. Os doy las gracias por los innumerables beneficios que he recibido, y recibo en cada instante, de vuestra infinita liberalidad y misericordia, especialmente porque me habéis conservado hasta aquí la vida, habiendo yo merecido tantas veces las penas del infierno por mis pecados. Concededme, Padre amorosísimo, un corazón agradecido a vuestras grandes misericordias, y el logro de esta meditación, a mayor honra y gloria vuestra y bien de mi alma. Esté yo en vuestra divina presencia con la humildad, atención y reverencia de alma y cuerpo que corresponde en una vilísima criatura, cual yo soy, que tantas veces os ha despreciado con ofenderos en vuestra misma presencia. Detesto de todo corazón mis pasadas ingratitudes; las aborrezco, por ser ofensas de vuestra infinita bondad: me pesa en el alma de haberos ofendido, por ser quien sois. Quisiera deshacer todos mis pecados, por ser desprecio de un Dios infinitamente bueno. Dadme, Criador y Dueño mío amabilísimo, verdadera contrición de todos mis pecados, y propósito firmísimo de la enmienda.
Bien conozco que no hay en mí otra cosa que la nada, y sobre la nada el pecado. No soy en vuestra divina presencia más que un condenado, y condenado tan innumerables veces, cuantas he repetido las ofensas de vuestra infinita bondad. Compadeceos, Dios mío, de mis tinieblas: no permitáis que pierda tiempo tan oportuno. Enseñadme a tener oración; regid mi memoria; alumbrad mi entendimiento; moved mi voluntad. Obligaos de vuestra misma bondad y de los méritos infinitos de vuestra Santísima vida, pasión y muerte, y de los méritos é intercesión de vuestra Santísima Madre. Poned, Señora, en mi corazón aquellos pensamientos, afectos y determinaciones que son del agrado de vuestro Santísimo Hijo.
MEDITACIÓN
1º—Consideremos cuán grande seria el dolor que
experimentó el tiernísimo corazón de María cuando notó que había perdido a su
Santísimo Hijo Jesús: ¿qué pensaría? ¿qué sentiría la más tierna de cuantas
madres han existido, al verse separada del más amable de todos los hijos?
2º—Ponderemos la solicitud infatigable con que
buscó a Jesús la Santísima Virgen: anda y desanda
el camino, pregunta a cuantos encuentra, recorre ansiosa las calles de Jerusalén;
tratemos de imitar tan santo ejemplo,
tratemos de aprender a buscar a Dios.
3º—Contemplemos el inefable gozo de María, al
encontrar a su hijo en el templo, sentado en medio de los doctores, y demos gracias al Señor, que quiso recompensar así el
dolor y la solicitud de María; y una vez comprendida la parte de este gozo, que
alcanza nuestro pobre entendimiento, tratemos
de buscar o conservar la amistad de Dios, poniendo de intercesora para encontrarla,
si desgraciadamente no la tenemos, a la Santísima Virgen María en su sagrada
Imágen del Pueblito de Querétaro, etc.
Que se dirá todos los días después de la Meditación.
¡Clementísimo Dios y Señor de mi corazón! ¡dulcísimo Jesús mío! ¡sacramentado dueño de mi alma! Os doy las gracias con todo el afecto de mi pobre corazón, porque me habéis concedido este tiempo para que medite. Perdonad, Señor, las distracciones, negligencias, flojedad y todos los demás defectos en que he incurrido en esta Meditación: quedo en ella convencido.... y resuelto.... Conozco que todos mis pecados, aunque tan enormes, no pueden extinguir vuestra infinita bondad: en ella espero firmemente que me habéis de ayudar con vuestra gracia, para que eternamente os ame, os sirva, conozca y ponga por obra vuestra santísima voluntad. Asi lo espero de vuestra infinita piedad y misericordia, y de los méritos y poderosísima intercesión de vuestra Santísima Madre.
—Ave María.
CANTO
Con el Santo José de Solima
A su casa retorna María;
Más del viaje ya llevan un día,
Y consigo no ven a Jesús.
De la Madre el purísimo pecho
El dolor despedaza terrible,
Que es la Madre más tierna y sensible
Que del Sol alumbrara la luz.
Y a Solima se vuelve angustiada,
Y recorre sus calles ansiosa,
Y pregunta doquier afanosa
Por su amado, su Hijo y su bien.
Y no encuentra quien cure su pena;
Busca en vano el deseado consuelo;
Sus tormentos no mueven al cielo,
Y parece le causan placer.
Van tres días que no ve de su Hijo
El hermoso y divino semblante,
Van tres días de fatiga anhelante.
Que son siglos de angustia sin fin.
Y va al templo buscando un asilo,
Que mitigue sus grandes dolores,
Y ve a su Hijo entre graves doctores,
Disputando en el gran Sanedrín.
Su alma pura se llena de gozo,
Que compensa el pasado tormento,
Y en su dulce y crecido contento,
Tierna queja dirige a Jesús:
«¿Por qué asi nos dejaste, Hijo mío,
En tan grande y fatal
desconsuelo?
Te buscamos llenos de
anhelo
Con amarga y terrible
inquietud».
«¿Y por qué tanto afán en buscarme?»
Les responde el infante Divino:
«Bien sabéis que es aquí
mi destino
De mi Padre el negocio
arreglar»
Y retornan los santos esposos
A su patria con gran regocijo,
Porque llevan consigo a su hijo,
Que obediente a sus órdenes va.
PRÁCTICA PARA MAÑANA
Visitar cinco altares en honor del Santísimo
Niño Jesús.
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