Una característica peculiar del pueblo
argentino es, dentro de su catolicismo, la intensa devoción que ha profesado en
todo tiempo y profesa actualmente a la Santísima Virgen María.
Tal es su correspondencia hacia la excelsa
Madre de Dios, que tan grandes cosas han obrado entre nosotros y tan eficiente protección han prodigado a
nuestra querida Patria durante todos los periodos de su historia.
La Republica Argentina es, pues, una de
las naciones donde el culto y devoción a la Virgen Santísima se hallan más
florecientes.
Merece,
con toda justicia, el apelativo de Nación de María.
Hija primogénita de la Madre España, la
Argentina fue iniciada en la fe católica, y recibió como mejor herencia la
devoción a María.
Siendo católicos el noventa por ciento de
los habitantes de América Latina, su solidaridad y unión espiritual sólo se podrá
lograr y mantener bajo la protección de la Virgen María.
LA SANTÍSIMA VIRGEN
MARÍA ES REINA Y SEÑORA DE LOS ARGENTINOS.
La hemos coronado solemnemente en diversas
imágenes, y le hemos levantado en Luján un espléndido templo: LA BASÍLICA NACIONAL,
uno de los
monumentos religiosos más importantes de América; de modo que dicha ciudad ha
quedado de hecho y de derecho convertida en ciudad santa de los argentinos.
¡Y qué bien sienta a María el título de Reina!
Y nosotros ¡cuán honrados de tener tal Soberana!
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