Todas
las cosas, inclusive las más santas — sobre todo cuando dependen de la voluntad
humana — están sujetas a cambio. No hay, pues, por qué extrañarse de que la Cofradía del Santo Rosario no haya subsistido
en su primitivo fervor sino unos cien años después de su fundación. Luego
permaneció casi sumido en el olvido. Además, la malicia y envidia del demonio
han contribuido mucho seguramente para que se descuidara el Santo Rosario, a
fin de detener los torrentes de gracia divina que esta devoción atrae al mundo.
Efectivamente, la justicia divina afligió todos los reinos europeos en año 1349
con la peste más temible que se haya visto jamás. Esta se extendió desde
Oriente por Italia, Alemania, Francia,
Polonia y Hungría…, devastando casi todos estos territorios, ya que de cada
cien hombres sólo quedaba uno vivo. Las
ciudades, los pueblos, las aldeas y los monasterios quedaron casi desiertos
durante los tres años que duró la epidemia. A este azote de Dios siguieron otros
dos: la herejía de los flagelantes y un malvado cisma en el año 1376.
Nota: Tres calamidades que se interpretaron como castigos divinos:
—
la llamada peste negra (1348), que despobló conventos y ciudades;
—
la guerra,
que a su vez, hacía estragos —especialmente en Francia — y conducía a los
peores desórdenes en todos los campos;
—
la herejía de los flagelantes, especie de iluminados que comenzaron su actividad “flagelándose” el cuerpo hasta sangrar,
para apaciguar —según ellos — la ira divina, pero que luego se convirtieron en
un movimiento herético-político, que rechazaba la autoridad de la Iglesia,
despreciaba los medios ordinarios de salvación y no conocía otra razón que la
hoguera y la cárcel.
Después de que, por la misericordia divina,
cesaron estas calamidades, la Santísima Virgen ordenó al Beato Alano de la Rupe
—célebre doctor y famoso predicador de
la Orden de Santo Domingo del convento de Dinán, en Bretaña — renovar la antigua Cofradía del Santo Rosario, a fin de
que — ya que la susodicha Cofradía
había nacido en esta provincia — un religioso del mismo lugar tuviera el honor de
restaurarla. Este bienaventurado Padre comenzó a trabajar en esta noble
empresa en el año 1460, sobre todo después de que el Señor — como lo cuenta él mismo — le dijo cierto día desde la hostia
consagrada, mientras celebraba la Santa Misa, a fin de impulsarlo a predicar el
Santo Rosario: "¿Por qué me crucificas de nuevo?" — "¿Cómo, Señor?", respondió
aterrado el Beato Alano. — "Tus pecados me crucifican, respondió
Jesucristo. Aunque
preferiría ser crucificado de nuevo a ver a mi Padre ofendido por los pecados
que has cometido. Tú me sigues crucificando, porque tienes la ciencia y cuanto
es necesario para predicar el Rosario de mi Madre e instruir y alejar del
pecado a muchas almas… Podrías salvarlas y evitar grandes males. Pero, al no
hacerlo, eres culpable de sus pecados." Tan terribles reproches hicieron
que el Beato Alano se decidiera a predicar incesantemente el Rosario.
La
Santísima Virgen le dijo también cierto día, para animarlo más todavía a predicar el Santo Rosario: "Fuiste un
gran pecador en tu juventud. Pero yo te alcancé de mi Hijo la conversión. He
pedido por ti y deseado — si fuera posible — padecer toda clase de trabajos por salvarte, ya que los pecadores
convertidos constituyen mi gloria, y hacerte digno de predicar por todas partes
mi Rosario."
Santo Domingo, describiéndole los grandes
frutos que había conseguido entre las gentes por esta hermosa devoción que él
predicaba continuamente, le decía: "Mira los
frutos que he alcanzado con la predicación del Santo Rosario. Que hagan lo
mismo tú y cuantos aman a la Santísima Virgen, para atraer, mediante el santo
ejercicio del rosario, a todos los pueblos a la ciencia verdadera de la virtud."
Esto
es, en resumen, lo que la historia nos enseña acerca del establecimiento del
Santo Rosario por Santo Domingo y de su restauración por el Beato Alano de la Rupe.
“El Secreto Admirable del Santísimo Rosario”
San
Luis María Grignion de Montfort.
No hay comentarios:
Publicar un comentario