Son
cuatro las exigencias para cumplir el fervoroso deseo de la Madre de Dios
expresado en Pontevedra:
-
CONFESAR
-
COMULGAR
-
REZAR CINCO MISTERIOS DEL SANTO ROSARIO
-
MEDITAR 15 MINUTOS SOBRE LOS MISTERIOS DEL ROSARIO.
Y todo esto
durante cinco primeros sábados de mes consecutivos, con la intención de
consolar a María Santísima y de expiar los pecados con los cuales Ella es
ofendida.
LA
CONFESIÓN
Es recomendable recibir el sacramento de
la Santa Confesión en el tiempo comprendido dentro de los ocho días anteriores
o posteriores al primer sábado. Pero, si ello fuera imposible, este plazo puede
ser extendido, siempre y cuando, el día mismo del primer sábado el alma se
halle en estado de gracia.
En efecto, el 15 de febrero de 1926, al
aparecérsele el Niño Jesús, Sor Lucía le presentó:
“las dificultades que tenían algunas almas
de confesarse en sábado y pidió que fuese válida la confesión de ocho días. Jesús respondió: –Sí, puede ser de muchos días más todavía,
con tal que, cuando me reciban, estén en gracia y tengan la intención de
desagraviar al Inmaculado Corazón de María. Ella preguntó: ––Jesús mío, ¿y las que
olvidan tener esta intención? Jesús
respondió: ––Pueden
hacerla en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que
tuvieran de confesarse”.
Aquí cabe plantear la siguiente pregunta: ¿Cómo una buena
confesión puede reparar las ofensas cometidas contra el Corazón Inmaculado de
María?
Las ofensas contra
Dios no pueden ser separadas de las que se cometen contra la Santísima Virgen.
Si se ofende a Dios, se ofende también a la Bienaventurada Virgen María, y
viceversa. Es por eso que la Madre de Dios exige en sus apariciones esta doble
expiación.
En su primera aparición del 13 de mayo de
1917, Nuestra Señora, después de haberles prometido el Cielo, preguntó a los
pequeños videntes:
“¿Queréis ofrecer a
Dios sacrificios y aceptar todos los sufrimientos que Él os envíe en reparación
de LOS TAN NUMEROSOS PECADOS QUE OFENDEN A SU DIVINA MAJESTAD? ¿Queréis sufrir
para obtener la conversión de los pecadores, para reparar las blasfemias, así
como también TODAS LAS OFENSAS HECHAS AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA? ––Sí, queremos–– responde
Lucía, con entusiasmo, en nombre de los tres.”
¿Cuáles son estas ofensas de las cuales habla la Madre de
Dios?
Hay que considerar que María es
incomparablemente la más grande benefactora de los hombres. Es Ella quien dio a
luz a nuestro Salvador. Es Ella quien, como Corredentora, padeció al pie de la
cruz. Todas las gracias de la Redención que Nuestro Señor Jesucristo,
Salvador por esencia, nos ha merecido a través de su amarga Pasión, Ella, como
Corredentora, también las ha co-implorado y co-merecido. Finalmente,
Dios
queriendo recompensar los inigualables méritos de la Madre Dolorosa, la honró
instituyéndola Mediadora de Todas las Gracias.
Sin embargo, por el pecado no solamente se ofende a Dios, sino que se rechaza su
gracia. Y al rechazar las gracias de Dios se rechazan también vilmente las
gracias que Ella, sumergida en la Pasión junto a su Divino Hijo en el mar del dolor, nos ha co-merecido. El pecado y la
frialdad e indiferencia frente a
Dios resultan también, por lo tanto, una amarga ingratitud e injusticia que
ofenden el tierno Corazón maternal de María y por las cuales Dios exige
reparación.
En primer lugar, entonces, una confesión puede desagraviar al
Corazón Inmaculado de María si, aparte del habitual pedido de perdón por
los pecados cometidos contra Dios, se tiene también la intención de pedir
perdón por haber ofendido con esos mismos pecados al Corazón de María.
En segundo lugar, una confesión puede consolar el Corazón Doloroso de María en cuanto el
alma, al expresar así su voluntad de recibir los
frutos de la Redención en toda su
plenitud, no solamente alcanza el perdón de sus pecados, sino que aumenta en sí
misma la gracia santificante, procurando de este modo que la Madre de Dios, al
menos para sí misma, no haya padecido en vano.
“FATIMA ROMA MOSCÚ"
Padre
Gérard Mura.
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