lunes, 22 de mayo de 2017

EL SANTO ROSARIO: historia, práctica, devoción.




“… tanto la piedad como el amor
aun repitiendo muchas veces
las mismas palabras, no por eso
repiten siempre la misma cosa,
sino que siempre expresan algo nuevo,
que brota del íntimo sentimiento
de caridad. Además, este modo de orar
(el Santo Rosario) tiene el perfume de la
sencillez evangélica y requiere
la humildad del espíritu, sin el cual,
como enseña el Divino Redentor,
nos es imposible la adquisición del reino
celestial: ´´en verdad os digo que si no os
hiciereis pequeños como los niños, no
entraréis en el reino de los cielos´´”.


(Encíclica “Ingravescentibus Malis”,

De S.S. Pío XI, del 29 de septiembre de 1937)



EL SANTO ROSARIO

en el Magisterio de la Iglesia



     El Santo Rosario es una devoción tan popular entre el pueblo católico que casi no parece necesario hablar de ella. En los países hispanoamericanos el Rosario es un elemento cotidiano. Se lo puede ver en los hogares, en los automóviles, en los locales comerciales, solo o acompañando imágenes piadosas. Como parte de los hábitos religiosos, en las salas de los hospitales, en las ermitas dedicadas a la Virgen, en las estaciones de trenes, colectivos y hasta en los modernos aeropuertos. En los caminos, en las plazas, en las hornacinas que decoran las casas de los fieles, frecuentemente las más pobres, con imágenes piadosas. En los santuarios marianos se pueden ver enormes pilas de ellos que a modo de humildes exvotos, el pueblo fiel deja en honor a la Virgen, en agradecimiento o solicitando favores.






     También el nombre Rosario es muy común, principalmente entre las niñas. Se lo ve en la ciudad y en el campo. Entre practicantes y entre creyentes que no se acercan a las iglesias o sólo van para las fiestas mayores. Un pueblo al cual ya poco se le predica y que aun sufriendo el proselitismo de las sectas, sigue fiel al Rosario como un objeto al que se le debe veneración.


     Aún con las falencias y los no pocos desvíos hacia la superstición que pudieran objetarse en muchas de estas prácticas entre los menos ilustrados, parece un signo de predestinación, como dice el Papa Pío XII, el que la antigua tradición católica y mariana de Hispanoamérica nos preceda con la universal  presencia del Santo Rosario.



     Quisiéramos dedicar este espacio a la palabra del Magisterio de la Iglesia sobre el Rosario:


     A primera vista, se trata de una devoción simple y no muy antigua, ya que su gran difusor, Santo Domingo de Guzmán, la popularizó hacia finales del siglo XII en el mediodía francés principalmente, durante su cruzada contra los cátaros y albigenses. Sin embargo esta simplicidad es engañosa y tampoco es tan moderna la práctica del también llamado Breviario de la Virgen.




     Un repaso a vuelo, de los documentos magisteriales más importantes da cuenta en los tiempos modernos de más de 15 encíclicas dedicadas exclusivamente a la devoción del Santo Rosario. Un número inusual que hace que el tema figure entre los más recurridos del Magisterio Ordinario de los Sumos Pontífices. El celo del Papa León XIII, quien con gran asiduidad con motivo de la festividad del Rosario en el mes de octubre le dedicó una breve carta Papal, ha engrosado considerablemente esta lista. Es por eso que, siendo el abanderado  de la devoción del Rosario, más adelante, reproduciremos en su integridad, su encíclica Supremi Apostolatus del 1 de octubre de 1883, en donde inagura esta serie de documentos y de la cual los otros son en gran medida apéndices, complementos o recordatorios.





EL ROSARIO, remedio

en las crisis y peligros


     El Rosario aparece principalmente vinculado con los momentos de crisis graves y peligros inminentes para la Iglesia o para la civilización cristiana: la rebelión albigense, el cisma de Occidente, la invasión de los turcos detenida por mar en Lepanto y por tierra en Viena, las Guerras Mundiales, Viena nuevamente, con el retiro de las tropas rusas de Austria después de los ruegos públicos mediante el rezo del Santo Rosario…

     Otros hechos a los que el Rosario está muy vinculado son las apariciones de la Santísima Virgen, que con motivo de anunciar castigos o prevenir su realización por medio de la penitencia y la oración, se han sucedido de un modo extraordinario en los siglos modernos: La Sallete, Lourdes, y especialmente Fátima son paradigmas de estas apariciones. En todos los casos los videntes fueron pastorcitos, personas rústicas, sin mucha formación en la doctrina, pero almas puras y amantes del Rosario. En todos los casos el Rosario estuvo presente de un modo u otro, siendo el caso de Fátima el más representativo, ya que en su mensaje explícitamente la Virgen da el Rosario como medio extraordinario para la salvación del mundo.





     De allí que la fiesta específica que celebramos el 7 de octubre (aniversario de la batalla de Lepanto) fuese denominada desde su inicio como de Nuestra Señora de las Victorias, en recuerdo de las conseguidas por el patrocinio de la Santísima Virgen en trances críticos de la Cristiandad y luego rebautizada como Fiesta de Nuestra Señora del Santo Rosario, en más directa alusión a la devoción propiamente dicha.






EL SANTO ROSARIO

y los males de estos tiempos


     La advocación Auxilium Christianorum (Auxilio de los Cristianos) incluida  por el Papa San Pío V en las Letanías Lauretanas, se vincula a aquella batalla crucial para la salvación del Occidente cristiano. A esta relación aluden casi unánimemente los documentos pontificios dedicados al tema:


“La historia antigua y moderna y los fastos más memorables de la Iglesia recuerdan las preces públicas y privadas dirigidas a la Virgen Santísima, como los auxilios concedidos por Ella; e igualmente en muchas circunstancias la paz y tranquilidad públicas, obtenida por su intercesión. De ahí esos excelentes títulos  de Auxiliadora, Bienhechora y Consoladora de loa cristianos; Reina de los ejércitos y Dispensadora de la paz, con que se la ha saludado. Entre todos los títulos es muy especialmente digno de mención  el de Reina del Santísimo Rosario, por el cual han sido consagrados perpetuamente los insignes beneficios que le debe la cristiandad.”





     Y también: “La eficacia y el poder de esa oración  se experimentaron en el siglo XVI, cuando los innumerables ejércitos de los turcos estaban en vísperas de imponer el yugo de la superstición y de la barbarie a casi toda Europa. Con este motivo el Soberano Pontífice Pío V, después de reanimar  en todos los Príncipes cristianos el sentimiento de la común defensa, trató, en cuanto estaba a su alcance, de hacer propicio a los cristianos a la todopoderosa Madre de Dios y de atraer sobre ellos su auxilio, invocándola por medio del Santísimo Rosario. Este noble ejemplo que en aquellos días se ofreció a tierra y cielo, unió todos los ánimos y persuadió a todos los corazones; de suerte que los fieles cristianos dedicados a derramar su sangre y a sacrificar su vida para salvar a la Religión y a la patria, marchaban, sin tener en cuenta su número, al encuentro de las fuerzas enemigas reunidas no lejos del golfo de Corintio: mientras los que no eran aptos para empuñar las armas, cual piadoso ejército  de suplicantes, imploraban y saludaban a María, repitiendo las formulas del Rosario y pedían el triunfo de los combatientes”.




     Otro de los temas tópicos de las encíclicas es el del Rosario como arma de eficacia inusual contra los errores y las herejías que ha herido  el Cuerpo Místico desde su origen mismo: “Ninguno de vosotros ignora, Venerables Hermanos, cuántos sinsabores y amarguras causaron  a la Santa Iglesia de Dios a fines del siglo XII los heréticos Albigenses, que, nacidos de la secta de los últimos maniqueos llenaron de sus perniciosos errores al Mediodía de Francia, y todos los demás países del mundo latino, y llevando a todas partes el terror de sus armas, extendían por doquiera su dominio con el exterminio y la muerte” (León XIII, Supremi Apostolatus).




     La alusión a los males del tiempo presente y el recuerdo de los peligros conjurados es constante. Sería innecesario repetir las citas. Sin embargo parece útil al propósito recordar las palabras de la encíclica del Papa Pío XII Ingravescentem Malorum (Los males que se agravan). En ella el Sumo Pontífice nos recuerda que aun “considerando la gravedad de tan grandes conflictos” es necesario no desanimarse, “sino que recordando aquellas divinas palabras: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y os abrirán, acudid solícitos y con más viva confianza a la bienaventurada Virgen Madre de Dios a la cual siempre recurrió el pueblo cristiano en los momentos angustiosos, como quiera que Ella ha sido hecha causa de salvación para todo género humano…


     “Nos es conocida a fondo la eficacia y la fuerza de esta devoción para alcanzar el auxilio maternal de María. Y aunque no sea éste ciertamente el único medio que exista para merecer semejante protección, sin embargo creemos que por el rezo del Rosario, conforme persuade su origen más divino que humano y la misma razón lo indica, ha de conseguirse óptima y abundantemente”.




  


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