¡Oh
Nuestra Señora de Fátima, Refugio de los pecadores! Por
tus misterios gozosos y los de tu Divino Hijo, alegra el cielo y santifica la
tierra desterrando de los hombres el
pecado, causa de todas las desgracias. Así sea.
Dios te salve, María…
¡Oh Nuestra Señora de
Fátima, Salud de los enfermos! Por
tus misterios dolorosos y los de tu Divino Hijo, cura a los enfermos y socorre
a los agonizantes. Así sea.
Dios te salve, María…
¡Oh Nuestra Señora de
Fátima, Consoladora de los afligidos! Por tus misterios gloriosos y los de tu
Divino Hijo, da fortaleza y perseverancia a los tentados, y alivia a las
benditas almas del Purgatorio. Así sea.
Dios te salve, María…
¡Oh Nuestra Señora de
Fátima, Medianera Universal! Ilumina
y protege a los gobernantes para que colaboren por un mundo mejor y más
cristiano, prenda y garantía de la verdadera paz. Así sea.
Dios te salve, María…
¡Oh Nuestra Señora de
Fátima, Auxilio de los cristianos! Acrecienta en todas las almas la devoción mariana, a fin
de que reine en todo el orbe de la tierra tu Inmaculado Corazón, radiante
aurora del reinado del Sagrado Corazón. Así sea.
Dios te salve, María…
¡Oh Nuestra Señora de
Fátima, Virgen de las fuentes milagrosas! Protege al Papa, a los obispos y a los
sacerdotes. Guárdalos para que nada los mancille. Guarda inmaculadas sus manos
ungidas, que tocan cada día el Cuerpo de tu Hijo Divino, y guarda puros y
despojados de todo afecto terrenal sus corazones, sellados para siempre con la
marca del sacerdocio. Presérvalos del contagio mundanal; bendice sus tareas
apostólicas, y dales la santa perseverancia. Así sea.
Dios te salve, María…
¡Oh
Blanca Señora del rostro dolorido y de las lágrimas! ¡Bondadosa
Madre Nuestra!... ¡no llores más! Nosotros queremos amarte por todos los
hombres de la tierra. Queremos ser tus hijos predilectos, tus verdaderos devotos,
los verdaderos imitadores de Cristo, el Hijo de Dios hecho Hombre. Queremos
servirle, alabarle y glorificarle, si necesario fuere con nuestras lágrimas,
con nuestra sangre y con el martirio de nuestros cuerpos, de nuestras almas y
de nuestros corazones. Así sea.
Dios te salve, María…
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