Capitulo 1
El Espíritu de la Perfecta Devoción
En “El Secreto de María”
San Luis María de Montfort define
así la perfecta Devoción a la Santísima Virgen: “Consiste en darse por
entero, en calidad de esclavo, a María y a Jesús por Ella; y luego en hacerlo
todo por María, en María y para María. Explico estas palabras” (Secreto de María nº 28).
“Explico estas palabras”
en esta Serie Inmaculata nos
esmeramos modestamente en hacer lo que hace nuestro Padre. El primer volumen de la serie quedo consagrado a explicar el
Acto de Donación mismo, con sus
consecuencias inmediatas y sus obligaciones. Hablar de esta última era ya
entrar en el campo del “espíritu” de la
verdadera Devoción. Por la exposición completa
y detallada de las practicas
interiores de la perfecta Devoción a Nuestra
Señora, vamos a descubrir a lo largo y a lo ancho este “espíritu”, o
la manera de vivir interior y habitualmente nuestra pertenencia total a la santísima
Madre de Dios. ¡Concédenos esta divina Madre la gracia de realizar convenientemente
este trabajo! Pues es de la mayor importancia para el bien de las almas y sobre
todo para el propio Reino de Ella; ya que el Reino de María en las almas
consiste principalmente en la aplicación de estas prácticas interiores a
nuestra vida.
Muy útil para adquirir progresivamente este espíritu
es la renovación frecuente y bien consiente de nuestra Consagración total, hecha
ya con una formula verbal, ya de manera puramente interior, por ejemplo, al
levantarse y al acostarse, antes y después de las comidas, al comienzo de cada
nueva actividad, en las dificultades y tentaciones, a la vista o al encuentro
de una imagen de Nuestra Señora, entre las decenas del Rosario, etc.
Pero, como justamente observa San Luis María de Montfort, eso no
basta. Para llegar a la santidad es indispensable
ir más lejos: “No basta haberse dado
una vez a Jesús por María en calidad de esclavo; no basta siquiera hacerlo cada
mes, cada semana [y,
podemos añadir, cada día y varias veces por día]; eso sería una devoción demasiado pasajera, y no elevaría el alma
a la perfección a que es capaz de elevarla”. (Secreto
de María, nº 44).
Debemos
estar advertidos de que no es fácil penetrarnos bien de este espíritu: “No es muy difícil alistarse en una Cofradía, ni siquiera
abrazar esta devoción…; la gran dificultad esta en entrar en el espíritu de
esta devoción, que es hacer a un alma interiormente dependiente y esclava de la Santísima Virgen y de Jesús por Ella”.
(Secreto de María, nº 44).
Y lo que no es fácil no
lo hará ordinariamente la mayoría de las almas, o al menos solo
imperfectamente. El aviso que sigue es
un poco desalentador: “He encontrado a muchas
personas que, con admirable ardor, se han entregado a su santa esclavitud en el
exterior; pero raramente he encontrado a quienes hayan adquirido su espíritu, y
aún menos que hayan perseverado en él”. (Secreto de María nº 44).
Nos sentimos inclinado a
creer que, si Montfort viviera en la
hora actual, temperaría un poco la severidad de esta afirmación. Hoy hay muchas
almas que toman enserio su vida mariana y se aplican generosa y constantemente
a vivir en dependencia habitual de la Santísima Virgen.
Sea como sea, no debemos de ningún modo
dejarnos confundir por esta constatación de nuestro Padre. Los santos son también raros, incluso rarísimos; y sin
embargo eso no es ningún motivo para dejar
de tender a la perfección. Si hay pocas almas que den a nuestra divina Madre todo lo que le corresponde,
eso es un motivo más para tratar de hacerlo nosotros con la gracia de Dios y la ayuda de Nuestra Señora, aunque solo fuera para compensarla de tantas
lagunas.
Para gloria de la Santísima Virgen, por amor a nuestro único Jesús, para glorificación y gozo de nuestra Madre amadísima, trataremos de aplicarnos a partir de hoy, apacible
pero valientemente, con perseverancia y tenacidad, a la práctica interior de la santa esclavitud de
amor.
Hemos de querer esto, quererlo enérgicamente, y estar dispuestos a “aguantar”, diez, veinte y cincuenta
años si es preciso, hasta la muerte, y eso a pesar de todas las decepciones y
contradicciones, tanto interiores como exteriores.
Nuestra triste experiencia, es cierto, nos
ha hecho profundamente conscientes de nuestra debilidad e inconstancia.
Pero si se lo pedimos al Señor humilde y
confiadamente, el mismo “realizara en nosotros el
querer y el obrar”. (Fil.
2, 13)
Cada día pediremos – y esta
suplica será escuchada – la práctica humilde, ardiente y constante de la
perfecta Devoción a Nuestra Señora. Es
esta una gracia selecta, en un sentido la gracia de las gracias, porque conduce
a las demás y las contiene todas en principio y en germen: “Todos los bienes me vinieron juntamente con Ella”. (Sab. 7, 11).
Estas prácticas
interiores de dilección perfecta a Nuestra
Señora, tal como las propone San
Luis María de Montfort, son de una riqueza y profundidad maravillosas. Abarcan
todo el campo de trabajo de la
santidad. Son como la “marialización” de todos los aspectos de la vida
espiritual. Son la Mediación universal de María
reconocida y aplicada en la práctica, no sólo en el orden de la oración y
de la intercesión, sino en todo el orden
de relaciones de nuestra alma con
Jesús, con Dios. Tal vez en ninguna otra parte, a no ser que sea justamente
bajo la influencia reconocida o inconsciente de Montfort, se encuentra esta
riqueza sobreabundante de datos prácticos
marianos. Ya se trate de dependencia y de conformidad de nuestra voluntad con
la de Dios, ya de imitación o de unión, ya de confianza y abandono, ya de orientación
de toda nuestra vida hacia Dios, nuestro Fin supremo: todas estas actitudes de
alma, cada una de las cuales considerada separadamente puede conducir a la
perfección, las encontramos marializadas en estas prácticas interiores.
Y sin embargo, a pesar de su amplitud y
admirable profundidad, esta espiritualidad mariana es accesible al simple fiel,
más accesible tal vez a la gente sencilla que a los demás, porque en definitiva
no es masque la vida de amor y el camino de infancia, vivido en unión con Nuestra Señora. El amor hace
dependiente, busca semejanza y unión con el ser amado, y no vive sino para este ser: y estas son precisamente las cuatros practicas interiores de la
perfecta Devoción a Nuestra Señora.
Un hijo obedece a su madre, se confía a
ella, la mira sin cesar para imitarla, vive de buena gana junta a ella y le
trae todos sus pequeños tesoros: estos son más o menos los deberes que el Padre
de Montfort asigna a los predestinados respecto de María; y las practicas
interiores no son más que la prolongación y perfeccionamiento de estos deberes
hasta los estados místicos más elevados.
Lo que ha incomodado a cierto número de
almas frente a estas prácticas interiores, es que a primera vista parecen a
veces oscuras y complicadas. No es más que una apariencia. Nos atrevemos a
esperar que, después de las explicaciones que vienen a continuación, no quedara
poco o nada de esta oscuridad y complicación. Y si nuestros lectores
encontrasen oscuridades en nuestra exposición, hagan el favor de decírnoslo llanamente.
Les estaremos muy agradecidos.
Señor Jesús, enséñanos a amar a tu Madre con obras. Enséñanos a ser,
como Tú, dependiente de María, a confiar en Ella, a vivir unidos a Ella, y
totalmente para Ella. Tú eres, Jesús, el gran Modelo de la vida mariana
perfecta. Danos la gracia de vivirla y practicarla; y especialmente por lo que
mira al amor verdadero y perfecta de María, Madre tuya y también nuestra, haz,
Jesús, nuestro corazón y nuestra vida semejantes a los tuyos.
Padre José María Hupperts.
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